Dolores Ibárruri, «Pasionaria», la secretaria general y presidenta del Partido Comunistas de España (desde 1942 y 1960, respectivamente), murió católica. La mujer nacida en 1895, la periodista que adoptó el apodo de «Pasionaria» por publicar sus primeros artículos en la Semana Santa de 1919, y la líder obrera que en el Madrid de la Guerra Civil exclamaba el «¡No pasarán!», dejó que la fe pasara de nuevo a su vida y fue su amigo y jesuita, José María de Llanos, el cura del Pozo del Tío Raimundo, quien le administró la confesión y la comunión antes de su fallecimiento, el 12 de noviembre de 1989.

La revelación forma parte de la biografía sobre el Padre Llanos que acaba de escribir el también jesuita Pedro Miguel Lamet. El libro «Azul y rojo: biografía del jesuita que militó en las dos Españas y eligió el suburbio» (La Esfera de los Libros), de 730 páginas y casi mil notas, verá la luz la próxima semana y en él se recogen numerosos documentos inéditos sobre el jesuita que abandonó el nacionalcatolicismo en 1955 y se fue a vivir a una de las barriadas más depauperadas de Madrid.

La web «Religión Digital» adelantaba ayer, en una entrevista con Lamet, varios aspectos de la obra, entre los que destaca el retorno a la fe de Pasionaria, «que en su juventud había sido católica y, después de casada con un ateo en medio de la escasez, se hizo comunista y atea», explica el autor.

El Padre Llanos «quería ser del pueblo "a muerte"», refiere Lamet, «y la gente del Pozo, en su mayoría emigrada y represaliada, era del PCE». Esa circunstancia le hace trabar amistad con «Marcelino Camacho al visitarle en la cárcel, y también se hace amigo de Carrillo y la Pasionaria. Hay cartas muy íntimas con estos líderes políticos».

Respecto al caso particular de Pasionaria, Lamet explica que «Llanos visitaba cada quince días a Dolores Ibárruri. Llegaron a intimar y hasta a cantar himnos religiosos de su época como "Cantemos al amor de los amores"».

Sin embargo, «el jesuita nunca reveló nada sobre la conversión de la Pasionaria, pero he encontrado cartas que atestiguan que esta mujer volvió a la fe al final de su vida, aunque resultaba muy fuerte hacer público que el símbolo por antonomasia del comunismo en la Guerra Civil hubiera muerto católica, por lo que ese episodio debía quedar en el fuero interno del sacerdote amigo». Pedro Miguel Lamet asegura que, en efecto, «ese íntimo secreto» de la gran referencia del comunismo español quedó oculto, «pero hay una carta que he descubierto en los archivos de Llanos, fechada el día de Reyes de 1989, en la que Dolores, después de decirle que sabe que pide por ella "al partir del Pan (en la misa) ", añade: "A ver si los 'viejitos' que somos convertimos lo que nos resta de vida en un canto de alabanza y acción de gracias al Dios-amor, como ensayo de nuestro eterno quehacer"».

Otros documentos que avalan aquel retorno a la fe son «dos hermosos poemas de Llanos dedicados a la Pasionaria y el testimonio de una amiga que corrobora que el jesuita la confesó y le dio la comunión», agrega Lamet. Si la evolución religiosa de Ibárruri pudo haberse producido en sus últimos años de vida, la del Padre Llanos había sido más prolongada en el tiempo, explica Lamet en la citada entrevista de «Religión Digital». Nacido en 1906, «en la calle Serrano, de padre militar y familia católica», llegó a darle los Ejercicios Espirituales de San Ignacio al mismo Franco. «Llanos decía que el Caudillo era "milagrero" y que le dijo que se le había aparecido Santa Teresa». Pero el jesuita replanteó totalmente su vida al contar los 49 años y el Pozo fue el destino elegido hasta el final de su vida, apagada en 1992. Allí le acompañó el también jesuita gijonés José María Díez-Alegría.