Grado, Eduardo GARCÍA

Sabe Juan Antonio Martínez Losada que va a llorar de emoción cada vez que alguien recita un par de versos concretos salidos del alma de su madre, Nené Losada. En uno de los poemas habla de él, y en otro de su hermano y de la amargura del adiós prematuro. Y ayer a Juan Antonio le tocó inevitablemente llorar, una vez más, en el homenaje a Nené Losada que abrió en Grado la XXXIV Selmana de les Lletres Asturianes.

Fue en la capilla de los Dolores, con tres poetas ejerciendo como tal, Antón García, Taresa Lorences y Esther García, y un cantautor -otro poeta-, Rafa Lorenzo, para dar voz a una mujer singular que nos dejó en 2009 a los 88 años, valdesana, autodidacta, sensible y elegante, transmisora lírica del amor y el desamor, que escribió poesía toda su vida aunque su primer libro fue publicado en 1992, ya con setenta años cumplidos.

Aquellos «Cantares valdesanos» fueron una sorpresa, y más lo fue «Entre apigarzos», en 1997. Antón García la recuerda tres años antes, en una reunión de escritores en llingua asturiana, rompiendo valiente aquella «actividad secreta» y haciendo visible «sus desahogos íntimos» en el papel.

Grado, la sede de la Fundación Aula de las Metáforas, una villa que celebra más de doscientos actos culturales al año, se merecía ser escenario del inicio de esta edición de la Selmana de les Lletres para homenajear a una escritora que, en palabras de la profesora Taresa Lorences, consiguió el objetivo último: emocionar y conmover.

«Los suyos son poemas breves y muy pulidos, articulados alrededor de elementos simbólicos, una voz poética desnuda de artificios», cálida e intimista, que alude al paso del tiempo, a sus seres queridos, al paisaje y, en definitiva, a la vida.

Su hijo Juan Antonio señalaba a LA NUEVA ESPAÑA entre lectura de poemarios y actuación musical que «lo más emocionante de todo es saber que mi madre recibió en vida todos los homenajes».

Taresa Lorenzes presentó un pequeño vídeo con voz de fondo del tenor Joaquín Pixán a partir de una poesía de la valdesana, y fotografías engarzadas de Nené Losada. «Una mujer muy guapa», proclamaba orgulloso Juan Antonio Martínez, cronista oficial del concejo de Valdés. Una apreciación que, más allá del amor filial, responde a la realidad a la vista de las imágenes.

Su belleza respondía a lo que escribió a lo largo de su vida: una obra de gran mérito, recalcó Esther García, y una mujer de sonrisa fácil y buen humor, capaz de escribir con sencillez, como si el contar las cosas fuera un juego exento de dificultades, un fluir innato de metáforas cotidianas con hondo sabor a Asturias.

«Siempre cambia el tamaño de las cosas que guardas en la memoria», decía en uno de sus poemas. Los que se han ido se agrandan, y la obra de Nené Losada tiene todas las bazas para seguir creciendo. Conocía a la perfección el asturiano occidental, pero no le hacía ascos al castellano.

Para aquel hijo que se le fue de niño, Nené Losada escribió uno de los poemas más hermosos en lengua asturiana. Antón García lo leyó, no sin antes avisar al público. «A ver si soy capaz de no emocionarme»:

«A veces sueñu... / sueñu que tengu / na miou manu grande / la manina tuya / pequena / pequena, / y aprietu la mía, / non quiero qu'escape / de nuevu; / pero, al despertarme, / alcontru la manu vacía. / La tuya, pequena, / tan nidia, / tan nidia, / comu siempre / quedóuse nel sueñu / porque sabe que volvu / a soñar outru día».