Oviedo

Lo mejor que se puede hacer ante un best seller es ponerse en guardia, por si las moscas. Con «La enzima prodigiosa», dos millones de ejemplares vendidos, el éxito comercial va parejo a las letales críticas cosechadas. Lo escribe Hiromi Shinya, cirujano gástrico de amplísima experiencia profesional. El título tiene un punto de poesía y misterio; el subtítulo llama la atención: «Una forma de vida sin enfermar». Pero lo que deja a uno fuera de juego es el texto complementario en portada. Atención al milagro: «La dieta del futuro que evitará las enfermedades cardiacas, curará el cáncer, detendrá la diabetes tipo 2, combatirá la obesidad y prevendrá padecimientos crónico degenerativos».

Una dieta que nos librará de los tumores y el alzhéimer, entre otras patologías. Todos sanos y delgados. ¿Dónde está esa enzima prodigiosa? Hiromi no lo sabe. Supone que existe, pero... Nadie la conoce, nadie se la ha topado nunca en el laboratorio. Una enzima es una proteína capaz de generar en nuestro cuerpo miles de reacciones químicas. Pura ciencia básica. Tras la enzima prodigiosa y fantasma se esconde un tratado filosófico, con consejos que podría suscribir cualquier médico. No abusar de las carnes rojas, cuidado con el exceso de lácteos y huevos, mejor pescado que buey, más alimentos frescos y menos procesados, mucha fruta, mucha verdura, mucho ejercicio y alegría y olé.

La nutricionista asturiana Laura Pire está saturada de dogmas en el mundo de la alimentación «y de verborrea seudocientífica para marujas». Hay quien sublima la alimentación. El mundo editorial está repleto de libros «con mucho dogma de fe, mucho porque sí o porque no, que meten un poco de miedo, y que animan a seguirlas para evitar el "pecado" y el posterior castigo».

Otro médico nutricionista con consulta en el Principado, Ramón de Cangas, lamenta algunas de las afirmaciones de Shinya «alejadas de cualquier sentido común, falsas y peligrosas», y alerta del peligro de que «un cirujano hable de cuestiones bioquímicas y genéticas».

«La enzima prodigiosa» es un libro de divulgación, que sugiere una forma de vida natural, con cuidado en el comer y respeto al entorno. Nada nuevo bajo el sol nipón. Hace 50 años ya lo decía Francisco Grande Covián. A Shinya le reprochan su falta de cimientos científicos, la dramática ausencia de datos y referencias de investigación, su apuesta por los lugares comunes y la osadía con que habla de los procedimientos sanitarios y curativos convencionales.

Los blogueros más puestos en materia de nutrición se lanzaron a degüello sobre frases como ésta: «Mi investigación indica que una fuente de energía emocional positiva, como la aparición del amor, la risa o la alegría, puede estimular a nuestro ADN para generar una cascada de nuestra enzima madre». «Decir que las emociones pueden variar nuestro ADN es ir contra la teoría de Darwin», señala Ramón de Andrés.

Al margen de este barullo biológico, la nutrición oriental abunda en el bienestar espiritual y en el desarrollo personal. «Comiendo bien estamos favoreciendo la estabilidad de nuestro sistema nervioso», por ejemplo, pero sin olvidar que «la nutrición es una ciencia, no una religión», dice Laura Pire.

Tras «La enzima prodigiosa» se esconde un buen trabajo de marketing. Y mientras aparece la enzima que nos volverá poco menos que inmortales, bueno es saber que conviene beber más agua y menos alcohol, que la bollería industrial hay que tasarla, que el ejercicio aeróbico viene de perlas a nuestro corazón o que el sexo no alarga la vida pero la hace más saludable; que el tabaco mata y que cuantos menos cabreos, mejor para usted y para los demás.