«Mañana tengo consulta y espero que por fin me digan lo que tengo y cómo solucionarlo. Tengo miedo, estoy nerviosa y nadie me informa de nada, lo poco que sé sobre mi enfermedad lo sé a través de internet».

Esto lo escribía Carmen Rubio Cepedal, «Menchu», el 4 de diciembre de 2006. A aquella leonesa de Pola de Gordón y de origen familiar asturiano le quedaban apenas unos meses de vida. En mayo de aquel año Menchu notó un bulto en su pecho derecho y acudió a su médico de cabecera, que, a su vez, la remite a una consulta especializada en León.

Comienza aquí una historia de vaivenes médicos, «cinco meses de consulta en consulta, sin que nadie me hiciera caso», escribió Menchu. Demasiado plazo para un enemigo tan complicado como el cáncer. Meses de miedos, nervios y, sobre todo, dolor.

Menchu murió el 11 de septiembre de 2007. Tenía 31 años de edad. Su madre, Carmen, la recordaba esta semana: «Joven, delgadita, fuerte, con unas ganas enormes de vivir, luchadora y solidaria». Carmen no olvidó el deseo de su hija: «Que se sepa mi caso», que se denuncie para que no vuelva a ocurrir, y que lo sepan, sobre todo, en Asturias.

El pasado día 7 de junio una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, sección tercera de la Sala de lo contencioso administrativo, condenaba a la Administración sanitaria de la comunidad a una indemnización de 80.000 euros, así como al abono de las costas procesales correspondientes, y exigía «la entrega inmediata» de 60.000 euros. El juez aprecia «temeridad» de la Administración, y de ahí la exigencia del pago de las costas.

Han tenido que pasar seis años desde la muerte de la joven para que la familia vea reconocida en los tribunales la sensación que tuvo desde el principio: una cadena de desconexiones en el sistema público de salud, con resultado letal.

Hay un episodio muy significativo. Cuando a Menchu le localizan a principios del verano de 2006 cuatro bultos en el pecho y el radiólogo recomienda su extracción, pasa un mes hasta una nueva consulta. El cirujano -dice la familia- apenas la mira, dice que había que esperar la evolución y que la llamarían. Nunca se produjo esa llamada.

Cuando hacia el mes de septiembre el médico de cabecera de la familia, en Pola de Gordón, pasa por casa para una consulta con la abuela de Menchu, ésta aprovecha su presencia para comentarle la situación. «Cuando el doctor Luis Herrero, nuestro médico de cabecera, que atendió a mi hija de fábula, ve cómo está el pecho la manda directamente a urgencias hospitalarias», explica Carmen Cepedal.

No paró ahí la cosa. En urgencias le recomiendan «seguir el cauce normal». Vuelta al médico de cabecera, volante para consulta especializada, exploración del pecho y, entonces sí, alarma general. Mamografía y ecografía urgentes, observaciones médicas de cómo era posible tanto retraso (por cierto, con alguna alusión desafortunada que apuntaba a una dejadez por parte de la paciente), inicio del tratamiento de quimioterapia en diciembre y operación en primavera, con extirpación de los dos pechos y reconstrucción. Fue demasiado tarde.

Dice Carmen Cepedal que «mi hija quería haber formalizado la denuncia ella misma», pero no le dio tiempo. Su familia tomó el testigo aduciendo un retraso en el diagnóstico, que ahora el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León estima.

En septiembre de 2008 Carmen Cepedal había presentado ante la gerencia de la Consejería de Sanidad de dicha autonomía una reclamación, y un año más tarde la correspondiente demanda «para resarcir los daños y perjuicios causados por el anormal funcionamiento de la Administración sanitaria». La iniciativa de la compañía aseguradora motivó un acuerdo inicial extrajudicial para el abono de una determinada cantidad, que no cuajó.

«Mi hija tenía familia y multitud de amigos en Asturias, y estoy segura de que le habría gustado que en esta tierra se conociera su historia». Poco después de su muerte, un grupo de amigos de Asturias y León levantó una estela con su nombre en el área de La Boyariza, en Geras de Gordón.

Nunca sabremos si una actuación más diligente del servicio público de salud hubiera salvado la vida de Menchu Rubio. La familia guarda el escrito de la joven, que envió en diciembre de 2006 a un forense leonés. En él se resume el desconcierto de una paciente durante quince meses fatales... «El único que se ha preocupado de verdad ha sido mi médico de cabecera, y supongo que se sentirá impotente» ante el curso de los acontecimientos.