Oviedo, Pablo ÁLVAREZ

«Era un todo o nada. Estoy muy contenta después de doce años peleando y varias recaídas». Con lágrimas de emoción y no pocos nervios, Graciela Cocina Ovín aún no se puede creer que su leucemia esté curada y que su sangre y su médula ya no sean las suyas originarias, sino las que le ha donado su hijo Isaac. Esta vecina de Ceceda (Nava), de 46 años, tenía un diagnóstico infausto. Se había rastreado en el mundo entero y no aparecían donantes compatibles con ella. Finalmente, se ha convertido en la primera paciente tratada en Asturias con una médula que coincide solamente en un 50 por ciento con la del enfermo.

El trasplante haploidéntico (el término «haplo» significa mitad) es una técnica que está empezando a implantarse en los hospitales más vanguardistas del mundo, y que acaba de ser puesta en marcha en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). En el complejo sanitario ovetense ya ha sido aplicado a dos enfermos. Graciela Cocina Ovín ha sido la primera. Este pasado miércoles recibió el alta y ayer mismo acudió por vez primera a revisión con Carlos Vallejo, responsable de este tipo de intervenciones y director de la unidad de trasplante hematopoyético del Hospital Central.

Después de la visita, compareció ante los medios de comunicación. Se manifestó «muy contenta», explicó que «en casa estoy mucho mejor» y subrayó la ilusión que le hace la posibilidad de pasearse por Ceceda y encontrarse con sus vecinos «en los chigres». No es extraño: una docena de años llevaba luchando contra una leucemia aguda linfoblástica muy rebelde que varias veces parecía haber sido derrotada y otras tantas había resurgido.

Como bien explica Graciela Cocina, el trasplante que se le practicó semanas atrás es una procedimiento a vida o muerte, indicado para leucemias en las que no ha sido posible ni el trasplante de médula propia (autotrasplante), ni el de médula donada por un familiar o un extraño, ni el trasplante de cordón umbilical. Todas las opciones habían quedado descartadas. «No tenía expectativas de vida si no se le cambiaba la médula», enfatiza el doctor Vallejo.

Todo parecía perdido cuando los hematólogos del HUCA consideraron que su experiencia y su conocimiento habían alcanzado la suficiente madurez como para abordar los trasplantes haploidénticos de médula. Se trata de la única modalidad de injerto hematopoyético que el hospital ovetense aún no incluía en su cartera de servicios. Según el doctor Vallejo, la singularidad de esta técnica radica en que sólo requiere una compatibilidad del 50 por ciento, requisito que cumplía Isaac, de 22 años, el hijo mayor de Graciela. Fue sometido a una extracción de litro y medio de médula (que es algo así como la «caña» del hueso), paso que le exigió permanecer dos noches hospitalizado pero que en absoluto ha afectado a su estado de salud más allá de las molestias de un par de días de duración originadas por los pinchazos que se le practicaron en el hueso de la zona posterior de la pelvis.

Hoy por hoy, el trasplante haploidéntico siempre ha de ser llevado a cabo entre personas emparentadas. Hace necesario un potente proceso de inmunosupresión que amortigüe el «choque de trenes» que viene a suponer la mezcla de médula de personas no totalmente compatibles. Conviene tener en cuenta que un 50 por ciento de compatibilidad es un porcentaje que los expertos consideran muy bajo. La inmunosupresión debilita las defensas del enfermo, cuya posterior recuperación se ralentiza.

El doctor Vallejo considera impredecible determinar cuantos trasplantes haploidénticos pueden llevarse a cabo anualmente en el HUCA. «Quizá cuatro o cinco», apunta como posibilidad. Los vaticinios en este campo son difíciles, entre otras razones porque aún no se sabe cómo puede evolucionar el procedimiento. «Hay especialistas que apuntan la posibilidad de que llegue a ser ofertada antes del trasplante de cordón umbilical; quizá estén ya al mismo nivel, pero aún es muy prematuro hacer pronósticos», señala el hematólogo. En términos generales, en torno al 20 por ciento de los enfermos de médula no hallan un donante totalmente compatible. El Hospital Central lleva realizados este año una media de diez trasplantes hematopoyéticos al mes.

El futuro parece sonreír a Graciela Cocina. Es posible que no todo sea color de rosa. Cabe, por ejemplo, la opción de que deba ser reingresada en alguna ocasión. Pero el paso que acaba de dar es gigantesco. En rigor, infinito, porque, como ella misma dice, ha pasado de la «nada» al «todo». Y ello ha sido posible, curiosamente, con sólo un 50 por ciento de compatibilidad.