Comienza el curso escolar. Vida nueva y horarios distintos. O así debería ser. El responsable del laboratorio del sueño del área de neurociencias del Hospital Universitario Central de Asturias, Jesús González Rato, reconoce que «hay un porcentaje no desdeñable de niños que tienen unos hábitos de sueño caóticos, sin ningún tipo de continuidad, y que son los que más adelante suelen tener patología del sueño».

En materia de patologías, o nos pasamos (las hipersomnias) o nos quedamos cortos (los insomnios). Enfermedades cuyo origen hay que buscar en muchos casos en la infancia «y en la falta de rigor de los padres, que les dejan estar hasta tarde viendo la televisión, o con los cada vez más frecuentes aparatos tecnológicos».

¿Dormimos más o menos de lo recomendable? El doctor González Rato afirma que «dormimos por lo general menos que la media europea, pero esto es porque no se tiene en cuenta la siesta. Por supuesto, no todo el mundo la echa, pero sí un gran porcentaje».

La siesta es como el vino: totalmente recomendable, pero en pequeñas dosis. Se recomienda que las siestas sean diarias, pero que no superen los 30-45 minutos. Si se duerme más, el organismo se aletarga demasiado y luego no se rinde.

Con la siesta, por tanto, compensamos. Sin embargo, sí es verdad que aunque durmamos las mismas horas que los europeos, lo hacemos más tarde: nos acostamos más tarde, y nos levantamos más tarde. «Este "retraso" en el hábito del sueño es explicable por el decalaje en las horas de sol que tenemos en nuestro país respecto a otros más orientales, conservando todos la misma hora oficial».

Al día siguiente de una mala noche tenemos irritabilidad, alteración en la concentración y en la memoria, alteración del humor o problemas en la conducción, pero también podemos ver síntomas físicos: estamos más cansados y el cuerpo no recupera adecuadamente el descanso físico que normalmente realiza cuando dormimos, nos puede doler la espalda o la cabeza o se altera el ciclo intestinal.

Las vacaciones trastocan horarios y hábitos. Recuperar el ritmo perdido no siempre es fácil. Por eso estas semanas de vuelta al trabajo y al cole se hacen para algunos -niños y mayores- tan trabajosos.

«El mayor cambio que conllevan los períodos de vacaciones es el retraso de las horas de sueño; nos acostamos más tarde (para aprovechar el día, se dice) y nos levantamos sin hora», explica Jesús González Rato. Además, solemos echar con más frecuencia la siesta, todo lo cual hace que al cabo del día durmamos más tiempo que fuera de las vacaciones.

Sin embargo, es un tiempo más variable en horarios y en duración, lo cual hace que al final no se aproveche tanto como un sueño más uniforme y rígido, más propio del período no estival», añade.

Los que más lo notan son los niños, «ya que, además de no tener ninguna obligación en verano (los padres, quieran o no, a pesar de estar de vacaciones tienen obligaciones básicas), están más tiempo de vacaciones, casi tres meses».

Tomarse días de plazo, recuperar escenarios y crear ambiente de cole

Para recuperar la normalidad «lo fundamental es la gradualidad del proceso. Es totalmente contraproducente volver de vacaciones un domingo y comenzar de repente el lunes las clases. Debe haber un periodo de aclimatación en el que el niño vaya acostándose cada vez más pronto, y levantándose también antes, para que el cambio sea lo menos traumático posible. También convendría que durante esos días ya estuviese de vuelta en su domicilio, con su cama y su habitación habitual. Puede ayudar mucho crear el ambiente del cole, lo típico al comienzo del curso: preparar los libros, forrarlos, poner a punto el estuche, la mochila, los uniformes...

Jesús González Rato cree en la bondad del método: «Hay que procurar acostarse y levantarse siempre a la misma hora». Acostumbrar al cerebro, por así decirlo. Otro consejo, que vale para niños y adultos: «No acostarse nada más cenar, esperar al menos una o dos horas. Y evitar el uso de aparatos con pantalla retroiluminada en la habitación (móviles, tabletas, portátiles, televisores, etcétera), que pueden alterar la secreción cerebral de melatonina y retrasar la aparición de sueño».

Y especialmente para los mayores, no ingerir sustancias estimulantes más allá de las seis o las siete de la tarde. Evitar el tabaco un rato antes de acostarse, e ir a la cama sólo a dormir, y no caer en el error de llevarse el trabajo u otras actividades al dormitorio.