El ictus isquémico es la más frecuente de las enfermedades vasculares del cerebro y una de las afecciones médicas más devastadoras. Cuando una persona experimenta una brusca disfunción del lenguaje, una pérdida súbita de fuerza o sensibilidad en un miembro o en toda la mitad del cuerpo, una anulación repentina de su visión o un brusco desequilibrio, es muy probable que una de las arterias que conducen la sangre a su cerebro se haya bloqueado por un trombo. En ese momento comienza una particular carrera contra el tiempo. La región del cerebro que se ha visto privada de sangre comienza a deteriorarse y, si no es posible resolver el bloqueo muy rápidamente, el paciente perderá para siempre las funciones cerebrales que dependen de la zona afectada. Cuatro horas y media son el límite para intentar resolver el problema, pero el pronóstico del paciente será mejor cuanto antes se actúe.

Para conseguir ubicar al paciente en disposición de ser tratado en tan breve tiempo los sistemas sanitarios deben dotarse de sistemas organizativos ágiles y eficaces. El «Código Ictus» se implantó en Asturias en el año 2006 y desde entonces ha venido actualizándose para perfeccionarse y adaptarse a los nuevos tratamientos que han ido surgiendo. Hoy por hoy, si un paciente sufre síntomas compatibles con un ictus agudo en cualquier parte de nuestra región, el contacto con el 112, bien sea directamente o a través de los equipos médicos de atención primaria o especializada, permitirá la activación del «Código», y con ella, la activación inmediata, con máxima prioridad, del recurso de traslado más adecuado y rápido disponible. En contacto con los neurólogos de guardia del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) y del Hospital de Cabueñes, y siguiendo criterios de proximidad y gravedad, el paciente será trasladado a uno de los dos hospitales donde la actuación coordinada de los equipos de guardia de urgencias, neurología y radiología concretará el diagnóstico con la máxima celeridad y determinará el tratamiento más adecuado en cada caso, bien sea farmacológico (mediante medicamentos que, administrados por vía venosa, son capaces de disolver el coágulo) o mecánico (mediante dispositivos que el neurorradiólogo introduce a través de una arteria del paciente y que permiten llegar al punto de obstrucción y retirar el trombo). Una vez resuelta la obstrucción, el paciente será monitorizado en la unidad de ictus o en la unidad de cuidados intensivos, a fin de minimizar la aparición de complicaciones o abordarlas precozmente si ocurren.

El «Código Ictus» ha permitido ofrecer tratamientos recanalizadores en la fase aguda del ictus a un número creciente de pacientes en nuestra región y con ello disminuir la mortalidad y la discapacidad derivada de esta grave enfermedad.