«Estaba hablando por teléfono y se me cayó el teléfono al suelo. Esto lo sé porque me lo han dicho; yo ya no fui consciente de nada».

Así comienza la conocida periodista Victoria Prego su relato de lo sucedido el pasado 5 de agosto, lunes, en su casa de veraneo de Salamir, concejo de Cudillero. Eran las nueve de la noche cuando sufrió un ictus. De inmediato, su familia se puso en acción y, en un tiempo récord, se la estaba interviniendo en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), donde los médicos le extrajeron el coágulo y donde estuvo ingresada hasta el pasado día 16. Tras recibir el alta, retornó a su refugio de Cudillero, donde apuró el resto de sus vacaciones.

Un mes y pico después, la adjunta al director del diario «El Mundo» y prolífica tertuliana política está de vuelta en su domicilio de Madrid. Sin apenas secuelas, lleva una mochila cargada de gratitud hacia todos los profesionales sanitarios que la atendieron en el Principado. Ha aceptado relatar a LA NUEVA ESPAÑA los detalles de un episodio que pudo ser mortal y del que ha extraído una enseñanza que quiere proclamar a los cuatro vientos: «Un ictus es un evento que hay que atender con muchísima rapidez», sin caer en la trampa de pretender que se pase por sí solo. «Que salgan zumbando al hospital, que llamen al 112», enfatiza.

Madrileña nacida en 1948, con tres hijos, Victoria Prego es hija de madre gijonesa. Por eso veranea en Asturias desde hace muchos años. En esta ocasión había llegado a Salamir en la tarde del viernes 2 de agosto. Tres días después acaecía el suceso que pudo dar un giro trágico a su vida.

«No me enteré de nada. Lo que me interesa es explicar que un ictus es una cosa que hay que atender con muchísima rapidez. Es decir, que cuando alguien perciba una paralización del lado derecho, o se maree y se caiga al suelo, no se meta en la cama pensando que ya se le pasará. O que los que estén a su lado no se queden esperando a que mejore. Que salgan zumbando al hospital, que llamen al 112, que inmediatamente les deriva al hospital al que tienen que ir. Es fundamental la rapidez. Si yo no hubiera sido tratada con tanta rapidez estaría destrozada, con el lado derecho paralizado, o muerta. Es importantísimo que la gente sepa que un ictus necesita ser tratado rápidamente».

Es lo único que recuerda: «Se me quedó el lado derecho del cuerpo paralizado». Aún hoy le resulta sorprendente. No era consciente de que pendiera sobre su cabeza factor de riesgo alguno. «¿Factores de riesgo? ¿Síntomas previos? Ninguno. Ahí está lo malo. Yo creo que estos ictus no dan síntomas. No me atrevo a ser tajante, porque eso lo saben los médicos, pero no tuve síntoma ninguno».

Afortunadamente, su familia demostró buenos reflejos: «Me tumbaron en la cama e inmediatamente llamaron a un médico del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), Alberto Ibarra, y él mismo llamó al Hospital. Inmediatamente, todo se puso en marcha».

Segunda enseñanza: «El ictus puede darle a cualquiera en cualquier momento. Cuando estaba en el hospital había una persona de 42 años. Puede pasarle a cualquiera. Por eso es importante que se sepa que si te pasa la rapidez es fundamental».

El tiempo ya se había convertido en oro. A toda velocidad, Victoria Prego fue trasladada a Oviedo, «a un hospital maravilloso, de eficacia extraordinaria». Tiempo más tarde supo que había sido activado el denominado «código Ictus» y que en el HUCA le esperaban los integrantes de la unidad de Neurorradiología Intervencionista, preparados para extraerle el coágulo. «Tiene unos médicos que están de guardia siempre, estén donde estén. Había dos doctores, Pedro Vega y Eduardo Murias. Cuando llegué ya estaban allí. De lo único que me acuerdo levemente es de llegar al hospital, sacarme del coche y dos personas poniéndome en una camilla. Eso es todo lo que recuerdo. Me metieron en el quirófano inmediatamente».

La noticia del accidente cerebrovascular de Victoria Prego alteró el curso de unas fechas tradicionalmente tranquilas en el plano informativo. Hasta el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, le manifestó públicamente «todo mi apoyo, fuerza y coraje».

Después de la intervención, que se llevó a cabo en la misma noche del lunes día 5, llegó la estancia en la unidad de vigilancia intensiva (UVI), donde permaneció hasta el miércoles 7. Ese día pasó a cuidados intermedios, y al día siguiente ya fue trasladada a una planta del recinto sanitario. «En la UVI estaba en un sitio en el que no veía a nadie más. Debía de ser la parte del fondo. Me trataron muy bien. No puedo decir más que cosas buenas de todos: los médicos, las enfermeras, las señoras de la limpieza. Todos. Es un hospital verdaderamente de lujo desde el punto de vista médico. Me hicieron todas las pruebas que necesitaba, de modo que cuando llegué a Madrid no tuvieron que hacerme nada», señala la periodista de referencia en la investigación de la transición política española.

Una estancia hospitalaria de varios días puede ser suficiente para dar muchas vueltas a la cabeza. «No tuve pensamientos negativos. Pensé: qué suerte, estoy muy bien, y punto. No pensé: ¡Ay, Dios mío...! Nada, nada, no pensé nada de eso, porque cuando me desperté de la anestesia estaba ya en la UVI. Tenía cierta dificultad para hablar, pero vi, en las pruebas que me hacían, que tenía fuerza en la pierna y en la mano, y pensé: "Bueno, pues ya está resuelto, adelante"».

¿Cuál el estado actual de Victoria Prego? «Estupendo. Les debo la vida a los profesionales de la sanidad asturiana. La única secuela que tengo ahora mismo es que la mano derecha no teclea en el ordenador tan bien como antes. ¡Fíjate tú! Y eso en una semanas lo resuelvo. Estoy haciendo rehabilitación de eso, nada más. De la pierna acabo de estar con el fisioterapeuta y me ha dicho: "No tienes nada, no tengo que hacerte nada". De logopedia, tampoco. Ya estoy en el periódico y ya he ido a las radios. Estoy estupendamente y encantada de haber conocido el hospital de Asturias».

Los médicos no le han impuesto restricción alguna a su ritmo de vida: «No me han dicho nada de limitaciones. A seguir para adelante. Vida normal y nada más».

¿Y el próximo verano? «Por supuesto, volveré a Asturias; pero espero no dar ningún susto más».