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JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN | Escritor, crítico literario y profesor, publica "Línea roja"

"Soy bueno guardando secretos, salvo que se trate de los ajenos"

"Los escritores no olvidan la más leve crítica y yo he puesto reparos hasta al lucero del alba"

José Luis García Martín.

Oviedo, M. S. MARQUÉS

A José Luis García Martín, escritor, crítico, profesor de Literatura de la Universidad de Oviedo y colaborador de LA NUEVA ESPAÑA, le gusta contar las intimidades que cree que pueden interesar a los demás. Con ellas ha escrito ya 13 volúmenes de diarios, número al que llega con "Línea roja", un nuevo título donde se incluyen los textos publicados en este periódico entre septiembre de 2009 y junio de 2010. Ya tiene terminados y listos los tres siguientes libros y, en la actualidad, difunde cada domingo los textos literarios -"donde todo lo que cuento es verdad"- que más tarde darán forma al que será el volumen número 17.

-En "Línea roja", su último libro de diarios, recopila los textos que publica semanalmente en LA NUEVA ESPAÑA. ¿Cómo los organiza?

-No es exactamente así. Se trata de un volumen concebido unitariamente y anticipado, como una novela por entregas, en las páginas dominicales del diario. Los periódicos siempre han publicado, además de noticias, literatura.

-¿Es necesario estar al corriente de lo publicado con anterioridad para saborear al cien por ciento el contenido?

-No, por supuesto que no. Cada libro debe defenderse por sí mismo.

-Usted dice que contar verdades es aburrido. ¿Hay que pensar, entonces, que sus diarios contienen una gran dosis de ficción?

-Lo aburrido no es contar verdades, sino contarlas mal. Todo lo que yo cuento es verdad. Pero, por supuesto, nunca lo cuento todo. No entro en detalles sexuales, por ejemplo. En ese momento siempre cierro la puerta. Nunca podría competir con la imaginación del lector.

-En muchos casos sus vivencias entran a formar parte del relato, ¿cuesta dejar el pudor aparte para escribir de uno mismo?

-Yo procuro dar la impresión de que lo cuento todo, sin pudor ninguno, pero sólo cuento lo que quiero contar. Soy bastante bueno guardando secretos, salvo que se trate de secretos ajenos.

-¿Le sorprendió que Muñoz Molina se confesara en Oviedo seguidor de sus diarios?

-A Muñoz Molina le leo desde su primer libro y alguna vez he discrepado públicamente de él. Sé qué me guarda algún resquemor, pero sabe disimularlo educadamente cuando la circunstancia lo requiere, al contrario que Antonio Gamoneda, que no me perdonará nunca que no le admiré tanto como él cree que debo admirarlo. Los escritores siempre se enteran de lo que se escribe sobre ellos y no olvidan nunca el más leve reparo. Y yo le he puesto reparos hasta al lucero del alba.

-¿Por lo que veo no le preocupa que algunas personas se molesten con sus comentarios?

-Me molestaría más que nadie se molestara.

-¿Qué ventajas encuentra en el formato de diario, frente a otros géneros literarios?

-Las novelas, salvo que sean buenas novelas, cada vez me aburren más. Me parece un género maleducado. Un señor te coge por el cuello y te pide que le escuches durante trescientas, seiscientas o mil páginas. Y sin saltarte una. Eso yo se lo aguanto a poca gente. En un diario te puedes saltar todo lo que no te interesa y empezar por cualquier parte. Y además me gusta lo que el género tiene de impuro, la realidad que se cuela por todos los lados.

-Asegura que sólo escribe para aquellos a quienes gusta lo que escribe. ¿Conoce el perfil de sus seguidores?

-Lo único que tienen en común mis seguidores es precisamente eso: que les gusta lo que escribo.

-"Línea roja" hace el número 13 de los diarios publicados. ¿Hay un número final o la producción es ilimitada?

-No hay un final previsto para la obra de ningún escritor, pero no hay obra que no tenga un final. Esperemos que el mío se retrase todavía un poco. No soy de los que se jubilan. Me gustaría que mis diarios continuaran hasta el último día y que la línea final dijera algo así como "fue bonito mientras duró".

-¿No le han dicho nunca que escribe demasiado?

-Alguna vez. Y yo siempre respondo lo mismo: una hora o dos al día, y no todos los días.

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