"La Obra Pía de Piloña, hoy conocida como Fundación Marqués de Vistalegre, creada en el siglo XVIII con la herencia de Juan Blanco, fue una institución pionera e innovadora en el mundo educativo asturiano porque seguía los principios de la Ilustración", afirmó ayer Andrés Martínez Vega, doctor en Historia Medieval, cronista de Piloña y subdirector del Real Instituto de Estudios Asturianos.

Martínez Vega ofreció una conferencia en el RIDEA sobre la vida y la obra de Juan Blanco, un piloñés que vivió en los siglos XVII y XVIII, emigró a México, hizo una gran fortuna y fue distinguido por la Corona española como alférez real.

Nacido en 1653 en San Juan de Berbío (Piloña), en una familia acomodada de labradores, Juan Blanco viajó a San José del Parral, hoy Hidalgo del Parral (México), reclamado por un tío soltero, adinerado y con importantes relaciones en la sociedad colonial. Entonces, San José del Parral, donde acababan de descubrirse minas de plata, se estaba formando como población y la familia Sánchez Tagle, oriunda de Santillana, con quien el tío de Blanco mantenía una estrecha relación comercial, monopolizaba el comercio de la plata.

Juan Blanco hereda toda la fortuna de su pariente y la acrecienta. A los negocios de su tío suma comercios en prácticamente todo el virreinato. Ejerce también de prestamista, aspecto éste que, según Andrés Martínez Vega, "le permite apoyar a virreyes, gobernadores y a toda la élite social a la que la Corona española exigía un respaldo económico para acceder a los cargos".

Fue, asimismo, un gran propietario de haciendas y abastecedor de carne. Capitán de Infantería y alguacil del Santo Oficio, Felipe V le concedió además el título de alférez real, que Juan Blanco ostentaba con orgullo "porque tuvo la oportunidad de alzar el pendón real con la proclamación de Luis I como rey de España, por primera vez en América", señala Martínez Vega.

Murió soltero, dejando una fortuna de más de 2 millones de pesos (equivalente, hoy, a algo más de 6 millones de euros). Gran parte de ella se quedó en México, destinada a obras benéficas. Para España vinieron 17.000 pesos, destinados a comprar tres joyas para Santiago de Compostela, el Pilar de Zaragoza y Santo Toribio de Liébana; y 88.300 pesos, para hacer una fundación en Piloña. "Fue un proyecto pionero que trataba de conseguir ese principio tan de la Ilustración de enriquecer culturalmente al pueblo para lograr su felicidad. En el plan educativo estaban las primeras letras, el latín, la moral, estudios de arte y Universidad", indica Martínez Vega.