"Que mi entrada en el RIDEA sea un reconocimiento a la profesión de archivero, a los pioneros del Archivo Histórico Provincial de Asturias y a la institución misma". Conchita Paredes pronunció ayer el discurso de entrada como miembro de número del Real Instituto de Estudios Asturianos con un homenaje al archivo del que es directora, una entidad "puntera y de prestigio a nivel nacional".

La nueva numeraria del RIDEA explicó en su intervención la génesis -larga, por cierto- del Archivo Provincial asturiano. "La idea surge en 1938, en la primera reunión que celebró el Patronato para el Fomento de Archivos, Bibliotecas y Museos Arqueológicos. En 1939 el tema vuelve a salir dos veces, y a partir de ese momento la idea desaparece hasta 1950. Un misterio inexplicable".

El mundo es un pañuelo, y Asturias, un pañuelo muy pequeñín. Conchita Paredes habló ayer en lo que fue la primera sede del Archivo Histórico, el palacio de Toreno, actual casa del RIDEA. "La Diputación compró el palacio en 1951, pero el Archivo no es inaugurado hasta cinco años después". Obras complicadas y dinero muy menguado. Por aquel entonces llegó a Oviedo, procedente de Madrid, el primer director del Archivo, Carlos Martín Fernández, al que Paredes recordó ayer con admiración y emoción, al igual que a su sucesora, la inolvidable Blanca Álvarez Pinedo. "Carlos Martín llegó a Asturias con veintitantos años, solo y a un destino muy apartado, y trabajó de forma infatigable". Hasta 1968 la plantilla del Archivo Histórico Provincial de Asturias se contaba fácil: una persona. Hoy faltan medios, pero "la perspectiva es otra, el cambio con aquellos años de inicio fue radical y espectacular".

El Archivo asturiano llegó muy tarde, más de veinte años después del primero provincial en España, el de Ávila. Entre los años 1931 y 1936 se crean nada menos que 14. La necesidad venía de lejos. En primer lugar a partir de la nueva configuración administrativa de las provincias, y también -mucho antes- por las desamortizaciones de Madoz y Mendizábal. Los miles y miles de documentos liberados de los conventos "ingresaron en la Academia de la Historia y se formó un atasco inmenso, un colapso total", explicó Paredes.