Nos preguntábamos qué habría detrás de la propuesta hecha por Laboral Centro de Arte, bajo el título "¿A qué huele una exposición?", muestra inaugurada ayer con presencia de la consejera de Cultura, Ana González y de su director general Alejandro Calvo. De cualquier modo, la invitación, aunque enigmática, era bien sugerente.

Pero antes de entrar de lleno en los secretos de la exposición, las palabras clarificadoras vinieron del director de LABoral, Óscar Abril, que refiriéndose al pensamiento de Descartes dijo que hay algo más allá del sentido de la vista para acceder al mundo del arte, y en este caso estamos ante el olfato.

Por medio de una instalación audiovisual, que forma parte de la colección que Ernesto Ventós conserva en Barcelona, el espectador asimila las imágenes que contempla con un olor concreto. En realidad, si lo pensamos es muy fácil; ¿a qué huele una bajamar, un prado en el verano o la tierra después de la lluvia? Los 18 vídeos expuestos guardan relación con su aroma. Así hemos visto tierras volcánicas, nieve, vegetación encharcada, el suburbio de una gran ciudad... Junto a cada imagen viva, un pomo daba la respuesta que Ernesto Ventós, a su vez perfumista, hizo crear como certificado de su propia experiencia.

La directora de la colección, Cristina Agápito, explicó que lo expuesto en Laboral solo es una pequeña parte del gran acopio general, que no solo se compone de vídeos, sino que se diversifica en pintura, escultura, fotografía... y periódicamente se fragmenta en exposiciones que viajan. Esta serie inaugurada ayer es la decimoséptima muestra que sale de su sede barcelonesa, comisariada por Alicia Ventura.

El acontecimiento de LAboral se completa con la exhibición de la obra de Hugo Martínez Tormo, artista que obtuvo la beca patrocinada por Laboral y por "¿A qué huele una exposición?". Su trabajo titulado "Mano-Esencia Grafeno" inicia el recorrido de la colección. El autor manifestó que había sido "una maravillosa oportunidad" disfrutar de tan extraordinario ambiente creativo y tan magníficas instalaciones.

Su obra, sencilla en apariencia, y ajena al criterio de su hipotético olor, contiene dos pequeños puntos de visión: un fragmento de grafeno, el material cuyo descubrimiento supuso un premio Nobel, y la diminuta mirilla a la que es preciso asomarse para contemplar las evoluciones de la materialidad de la luz. Una preciosa música acompaña lo que podría definirse como el compendio de la espiritualidad humana.