Mejor tarde que nunca. El homenaje de ayer en el Museo Arqueológico, en Oviedo, al maestro Francisco Jordá Cerdá (1914-2004) recordó el centenario del nacimiento y el décimo aniversario del adiós de uno de los padres e impulsores, junto a Javier Fortea, de los estudios de la prehistoria asturiana. Jordá llegó a Asturias en 1952, dos años antes de defender su tesis doctoral en la Complutense, la primera sobre el Paleolítico Superior que se lee en la Universidad española. Años después, en 1962, logra su cátedra en Salamanca, lo hace con casi 40 años, pero nunca perdió de vista Asturias.

Lo resumía ayer el director general de Patrimonio y discípulo de Jordá, Adolfo Rodríguez Asensio: "Desde su Salamanca siempre consideró Asturias como su segunda patria. Y nosotros comenzamos a considerar a Salamanca como nuestra segunda universidad".

El Museo Arqueológico de Asturias fue escenario de la primera de las jornadas sobre Francisco Jordá "Maestro de prehistoriadores" que tienen continuación hoy con una conferencia de José A. Fernández de Córdoba (12 de la mañana, en el Arqueológico) sobre "Feijoo y Jordá. Dos maestros unidos por una celda". El 31 de octubre y el 1 de noviembre habrá continuación.

El arqueólogo Elías Carrocera asegura que "la huella de Jordá permanece en Asturias cuarenta años después", sobre todo en el occidente donde dirigió tantas excavaciones. Fructuoso Díaz, de la Fundación de Cultura de Siero, retrató a "uno de los prehistoriadores españoles más importantes del siglo XX, investigador fecundo, docente querido y renovador de la arqueología" al que le tocó vivir cárcel en Burgos tras la guerra. La sesión finalizó con una charla del profesor de la Universidad de Valencia, Emili Aura sobre la aportación de Jordá al conocimiento de la prehistoria ibérica.

El homenaje estaba organizado por la Asociación de Profesionales Independientes deArqueología de Asturias (APIAA), con su presidente Juan R. Muñiz a la cabeza, y en él participó Jesús Jordá, hijo del maestro.