Sólo los 50 años que cumple Mafalda permiten entender la fiesta de fin de curso que recibió su autor, Quino, en el colegio público de Fozaneldi ayer, en presencia de niños y autoridades. La niña respondona que hablaba directamente a universitarios con barba de los años setenta, hoy pasada por la pedagogía, logró que su autor Joaquín Salvador Lavado fuera recibido con gritos agudos de "¡Quino, Quino!" y banderitas de Asturias y Argentina, por escolares de 3 a 13 años del colegio público de Fozaneldi, la Milagrosa, L'Ecole, El Bibio (Gijón) y de los institutos Alfonso II, Leopoldo Alas, Pérez de Ayala, Baudilio Arce y los Dominicos.

El Audi 6 del que bajó el premio Príncipe de Asturias con sus indispensables sobrinos se hizo esperar pero la mañana era grata y el patio del colegio, la entrada del edificio y el hall se iban llenando de niños de los que todavía andan agarrados a la falda o la camisa del anterior y se sentaban en el suelo de un espacio con rejas en las puertas, luz de fluorescente y profusión de cartulinas dibujadas con los siete personajes de Quino: Mafalda, Felipe, Manolo, Susana, Miguelito, Libertad y Guille.

Algunos eran trabajos del año anterior, cuando la jefa de estudios, Teresa Gavilán, promotora del homenaje, dedicó el día del libro a estudiar la obra del humorista argentino y, uniéndolo a los estudios sobre las inteligencias múltiples de Howard Gardner, lo hizo pilar del proyecto de convivencia escolar.

La espera se hizo larga incluso para un recreo de toda una mañana, con sus necesidades fisiológicas a destiempo, su ambiente sonoro de estorninos y ese paso del olor de nenuco a neno que dan la excitación y el calor.

Llegó a la escuela Quino, el dibujante divertido de pensamiento divergente que dejo tanto de sí en Felipe, el niño depresivo que en la declaración universal de los Derechos del Niños pensaba: "nuestro derecho a la educación es tan indiscutible que no hay la más mínima esperanza de que algún alma caritativa no los quite". A sus 82 años, el premio "Príncipe de Asturias" de Comunicación saludó con la mano antes de sentarse en la silla de ruedas desde la que mantuvo la mirada indefensa que le subrayan las cejas, una sonrisa leve algo inversa, como de alegría triste o de triste alegría, la piel pálida, los mechones laterales bajo la calva y esa mano que dibujó siempre con seguridad niños tiernos, ciudadanos grises, débiles patéticos y poderosos abusones, sostiene un bastón con un trémulo incesante.

-¡Quino, Quino!

Los trabajos, murales de cartulina, marcapáginas con los personajes, libretas con dibujos. "Lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre". "Escuela pública para todos". "Quino, yes mundial". Mafalda: "Nun me gusta la sopa".

Los niños que homenajeaban a Mafalda, aquella escolar sin televisor en casa, tenían ante sí las cámaras de las cadenas de televisión y a sus madres con teléfonos inteligentes y tabletas.

Después del saludo a las autoridades -el alcalde, Agustín Iglesias Caunedo, y la consejera de Cultura, Ana González, más jóvenes que Mafalda, si la chica argentina existiera- Quino, conducido por su sobrino, recibió los primeros saludos de Cristian, de 12 años, que le ofreció una bombilla de mate; Miguel, de 6; Marina, de 5 y Ana, de 4.

En el espacio del acto, el padre de la Mafalda loca por los Beatles oyó sonriente el rap de los alumnos y alumnas y de un par de profesoras ante una sentada de pequeños con cartulinas que remedaban las cabezas de Susana, Mafalda, Manolito... y algunos de sus pensamientos. Guille: "Pod favod, dejadme el mundo un poquito más adeglado".

Asentía Quino, camisa blanca, jersey fino azul, traje negro, a la creatividad, el pensamiento crítico, la justicia social, la empatía, la tolerancia de todos somos diversos de la que hablaba la jefa de estudios, Teresa Gavilán, como valores de su obra.

¡Puxa Quino, Puxa Mafalda!

Recibió regalos en la intimidad y, en el patio, las primeras filas componían la imagen de la diversidad de procedencias de la escuela española actual. Lidia y Jaime, del conservatorio de danza de Gijón, le bailaron el tango "La yumba" sin miedo a los acordes trágicos del bandoneón.

Bravo, bravo, aplaudió Quino antes de dar las gracias y expresar su emoción con pocas palabras porque "elegí el dibujo para expresarme porque hablar no me sale fácil". Aún recibió una Mafalda vestida de asturiana y se fue, transportado por el sobrino y el Audi, escoltado como un presidente de Estados Unidos en Dallas por el personal de la Fundación Príncipe de Asturias. A la salida se repartía un cartel con una foto de la estatua de Mafalda pensando en Gabino de Lorenzo y Fernández Villa y el lema: "Ni reyes, ni castas".

Mafalda es de todos.