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La máquina del tiempo de las Martínez

Tres hermanas de Llanes comparten longevidad y aseguran que la sidra salvó a su familia: Áurea cumple mañana 100 años, Ángeles tiene 106 y Mercedes 98

Áurea Martínez Cue, ayer, con la felicitación británica. ramón díaz

Las hermanas Martínez Cue son fuertes como el acero. Una de ellas, Áurea, cumple mañana 100 años en pluscuamperfecto estado de salud, física y mental. Lo celebrará junto a varios familiares, entre ellos, su hermana Ángeles, de 106 años, justo la misma edad que alcanzó otra hermana ya fallecida, Charo. Una mujer esta última que con 106 años leía cada día LA NUEVA ESPAÑA y cosía y bordaba sin gafas. Y aún resta otra hermana más, Mercedes, de 98 años, que desde hace unos días está ingresada en el Hospital de Arriondas a causa de una gripe, pero que ya ha exigido a los médicos que le den el alta para celebrar el centenario de su hermana.

Áurea Martínez Cue nació el 29 de enero de 1915, en Barru (Llanes). Y, a punto de cumplir los 100 años, sigue siendo como hace ochenta: una mujer activa, alegre, abierta, excelente conversadora y jovial.

No sabría decir cuál es el secreto de la longevidad familiar. Quizá la genética, pero de los antepasados "de Barru, no de los de Celoriu, que ésos no vivieron tantos años", aventura. El caso es que Áurea come de todo: "Todavía ayer (por el lunes) comí fabada. Me gusta mucho la verdura y siempre tomo un vinín con la comida", explica. Ya no bebe sidra, "porque no la tenemos". Antes, como se fabricaba en casa, toda la familia tomaba sidra a diario. Cree que fue precisamente la bebida autóctona la que libró a la familia del tifus que asoló Barru en 1951. "Nos criamos con sidra. No tomábamos nunca agua, sino sidra, y la nuestra fue la única casa del pueblo que se libró del tifus", rememora.

Asegura que últimamente está "disgustada" consigo misma, porque no tiene "nada que hacer". Hasta hace poco bordaba y cosía, pero tuvo un problema en un ojo y se vio obligada a operarse. "Se fue la vista y se fue lo principal", lamenta la mujer. Claro que, en realidad, Áurea no para. Suele levantarse a las diez y pasea durante buena parte de la mañana por su pueblo adorado. Eso sí, cada día acude a una capilla cercana y visita al Santísimo; después reza el rosario con su hermana Ángeles, y visita a continuación a "un vecino que es un poco mayor" -es nonagenario- para ver cómo pasó la noche y charlar un rato con él. Las tardes suelen ser más tranquilas, y al margen de tareas por la casa y de lo que surja, las pasa en la sala, junto a un ventanal. De tele, sólo un rato.

Áurea Martínez Cue tuvo "bastantes pretendientes", pero ninguno acabó de convencerla, así que optó por la soltería. "No salí yo pa casada", señala con gracia. Y no se arrepiente. Al contrario: "Hago lo que quiero, si tengo dinero lo gasto y no tengo que rendir cuentas a nadie. Estoy encantada", apunta. Pero ya se sabe que a quien Dios no da hijos... Crio a un montón de sobrinos, "un rebañu de ellos". De hecho, tiene tantos que ha perdido la cuenta. "No sé cuántos son", admite.

Áurea, que nació y vivió toda su vida en La Corralada, un coqueto y tranquilo -en verano algo menos- barrio de Barru, celebrará su centenario con una comida familiar en un restaurante. El problema está siendo encontrarlo, porque "están todos cerrados". Ayer seguía buscando un local abierto por la villa llanisca. Entre sus pesares, el mal estado del Bau, la bahía local, que en su día fue un vergel.

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