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PATXI MANGADO | Arquitecto, autor de la ampliación del Bellas Artes de Oviedo

"Ha habido un maridaje muy bueno entre el edificio del museo y la magnífica colección"

"Es necesario explicarle al conjunto de la sociedad la importancia que tiene la buena arquitectura"

Patxi Mangado, frente a la catedral de Oviedo. NACHO OREJAS

Oviedo, Pilar RUBIERA

Patxi Mangado está fuertemente anclado en su tierra natal -nació en Estella hace 57 años-, pero para poco en su estudio de Pamplona. Imparte clases en la Universidad de Navarra, pero viaja una semana al mes a la Escuela de Arquitectura de Cornell, en la que también enseña. En este momento tiene proyectos en España, Francia, Arabia Saudí y Guinea Ecuatorial. Acumula varios premios, es miembro honorífico internacional del Royal Institute of British Arcchitects (RIBA) y acaba de inaugurar en Oviedo la primera fase de la ampliación del Museo de Bellas Artes de Asturias. Siete años de trabajo en los que hubo muchos problemas pero que han concluido con un edificio del que se siente "satisfecho y feliz". Y eso que puede ser demoledor a la hora de juzgar su propio trabajo. Hombre afable y simpático, es un apasionado de la arquitectura y de sus posibilidades para mejorar la vida del ciudadano. Adora España, para trabajar y para vivir; confía en los jóvenes, aunque lamenta que tengan que irse a trabajar fuera y asegura que la crisis económica "ha acelerado el proceso de socialización de la arquitectura".

-¿Qué sensaciones tuvo al ver el edificio ya como museo?

-De gran satisfacción. Después de siete años de ver cómo se va construyendo y de verlo desnudo, sientes satisfacción y una cierta felicidad porque era algo que habíamos ansiado tanto y se había ido dilatando tanto, que verlo con los cuadros puestos es una especie de sueño que no acababa de conseguir. Estoy contento. Piensas que va a funcionar, pero hasta que no lo ves no lo sabes. Había visto la colección cuando se empezó a colgar, me había ido haciendo a la idea, pero ha habido un maridaje muy bueno y equilibrado entre el edificio y la colección, que es magnífica.

-Han sido casi siete años de obra. ¿Qué momentos fueron los más difíciles?

-Ha habido varios. El primero fue el de la excavación, sobre todo cuando se decidió mantener los restos arqueológicos, algo que dificultó muchísimo los trabajos. Hubo otro momento difícil como de ralentización, en el que prácticamente se paralizó la obra y, qué duda cabe, han sido complicados los muchos cambios políticos que ha habido. Pero, en estas obras públicas, la obligación del equipo técnico es lidiar con ellas y poco a poco se han ido resolviendo los problemas. También es verdad que esos momentos iban siendo compensados conforme iba creciendo la obra. Si no llega a ser por la empresa Sedes no la hubiéramos acabado, muchas otras que no tienen el nivel de compromiso de Sedes, nos hubieran dejado empantanados. Si tuviera que elegir en 30 años de profesión a la empresa constructora con la que mejor he trabajado, sería Sedes sin duda, no sólo a nivel de calidad también de responsabilidad. Se lo dije al Presidente de Asturias y le pedí que se lo agradecieran. Ha habido un equipo técnico estupendo y una gran empresa constructora.

-Usted siempre dice que la arquitectura es una obra grupal.

-Hoy más que nunca la complejidad técnica, la cantidad de conocimientos y materias que se necesitan para llevar hacia adelante un proyecto son un trabajo colectivo, el arquitecto pone la cara pero no me siento el autor de un proyecto, me siento el director de un grupo y, al final, ese grupo es el autor del proyecto, es decir empresa, aparejadores, ingenieros, muchos otros colaboradores que ha habido, incluso la propia sociedad. No digo que un pequeño edificio deba ser grupal, pero uno de estos institucional y significativo para la ciudad, sin duda. Los arquitectos somos una especie de directores de orquesta, tratamos de coordinar situaciones muy complejas en función de un objetivo, que es la arquitectura.

-¿Qué complejidades arquitectónicas plantea un museo?

-Tiene unas especificidades que lo hacen difícil. No deja de ser un edificio que ha adquirido simbolismo, representa a la sociedad en la que está y exige especificaciones técnicas complejas de iluminación, control y seguridad. Algunos arquitectos tienen tendencia a convertir este tipo de construcciones en una especie de crisol u homenaje a sí mismos, se han convertido en una especie de catedral, todo el mundo quiere dejar a través de un museo su impronta. Hay que hacer un ejercicio de sensatez y humildad, sin renunciar a la calidad arquitectónica y hay que buscar un equilibrio con la obra que se expone. Tiene que ser un contexto elegante, en el que se vea bien la obra. En el Museo de Bellas Artes de Asturias había otra complejidad añadida, la situación urbana. Está en el centro histórico de una de las ciudades más importantes de España y es un edificio contemporáneo. La solución urbana era arriesgada, pero creo que se ha logrado un equilibrio estupendo, la gente cuando pasa no tiene la sensación de que hay un edificio nuevo estropeando la ciudad, pero entra y se encuentra con él. Tengo ganas de ver la reacción del público, cuando entre y se encuentre esos espacios; tiene, además, ese otro aspecto bonito de escaparate al que te puedes acercar y ver las ruinas arqueológicas. Ese escaparate le da un sentido más doméstico, más real, no es un edificio envarado.

-A los responsables de la institución y a los políticos les preocupa ese aspecto porticado de la fachada, en un entorno muy frecuentado los fines de semana por su ambiente nocturno.

-Espero que sepan ser respetuosos con el edificio. Es lo mismo que si tienes soportales en una plaza, es el mismo espacio y tampoco hay tanta profundidad. Si no se respeta un museo o la historia artística, lo que hay que hacer con esa gente es pedirle responsabilidades judiciales. Pero soy optimista, Oviedo en general es una ciudad muy cuidada y limpia, creo que no hay de qué preocuparse.

-Siempre ha dicho y el día de la inauguración lo repitió que el nuevo edificio no quedará completo hasta que no se aborde la segunda fase de la ampliación.

-Sería muy bueno para el museo. Lo que ahora está expuesto es una pequeña parte de la colección, que son alrededor de 15.000 piezas. Teniendo en cuenta que ya hemos hecho la mayor parte de las infraestructuras y la ampliación, la proporción coste por metro cuadrado es mucho menor y se conseguirían otras tres salas muy buenas de exposiciones, sería extraordinario. Para su funcionamiento, estaríamos hablando de un museo a cien años vista. Estoy muy contento con la pieza que hay ahora, pero sería mejor la ampliación. En mi opinión, no merece la pena gastar dinero en hacer una excavación para instalar un elevador y resolver el problema de los almacenes porque por poco más, se haría la obra. Son unos 3 millones de euros que, aunque es dinero, no me parece tanto para este museo.

-¿La última obra de un arquitecto es siempre la mejor?

-No sé si la mejor, pero sí la más importante. Este proceso que comienza ahora de adaptación a la sociedad es fundamental y te permite evaluar hasta cierto punto lo que has hecho. Yo sigo al servicio del museo y del director, no me he ido, tengo por costumbre que cuando se acaba la obra sigo estando allí. Los edificios son como hijos, sólo renuncias a ellos si se te van de casa con un portazo, los ves evolucionar, crecer, siempre estás ahí y espero que hagamos la ampliación. El objetivo de la arquitectura es hacer edificios a mayor gloria del ciudadano. Es necesario explicarle al conjunto de la sociedad la importancia que tiene la buena arquitectura.

-¿Qué es lo que más le seduce de él?

-Lo que más me gusta es el hecho de que no interfiere con la colección, no es grandilocuente, la colección puede con el edificio y sin renunciar a hacer buena arquitectura. Ese maridaje entre obra y edificio es lo que más me gusta. Y si tuviera que evaluar algún espacio, elegiría el atrio, ese gran patio que con el tríptico de Zaragoza casi es una capilla laica, muy misteriosa.

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