Tímida y reservada, alérgica a los focos de la vida pública, Esther Duflo, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, se ha labrado a sus 42 años un nombre en el mundo de los números por su capacidad para aplicar al mundo real las teorías de la lucha contra la pobreza.

Su rostro saltó a la luz en Francia cuando en 2013 el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, la incluyó en su exclusivo comité presidencial para el desarrollo, el arma con el que pretendía promover las ideas para acabar con las desigualdades.

Suponía la consagración de su laboratorio en el que la teoría no se quedaba en los libros, sino que estaba pensada para salir a la realidad, confrontarse a los desafíos del mundo que pretendía transformar.

"La clave está en saber cómo hay que gastar el dinero, no cuanto", señalaba en su libro "Repenser la pauvreté" (Repensar la pobreza), donde teorizaba sobre su divorcio de la macroeconomía en favor de la aplicación de sus tesis.

A partir de esos preceptos, al frente de un laboratorio que creó en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), Duflo lanzó un basto programa de estudio de proyectos humanitarios con el objetivo de optimizar su rendimiento.

En el punto de mira de sus estudios estaban los 1.000 millones de seres humanos que viven con menos de un dólar al día.

Su laboratorio, financiado por un multimillonario saudí, elige al azar experiencias de ayuda al desarrollo para estudiar su eficiencia.

Así, llegó a conclusiones como que ofrecer un saco de lentejas a la familia de los paisanos indios del Rajastán que acudían a vacunar a sus hijos se mostró como un método eficaz.

"Hace medio siglo que gastamos dinero en los países en vías de desarrollo sin habernos preocupado de verificar si funciona o no, cómo y por qué", asegura la economista.

Aunque simples, sus postulados revolucionaron la economía hasta ese momento teoricista, según reconoce su amigo Thomas Piketti, con quien compartió estudios durante años.

De "izquierda pragmática", Duflo rechaza el discurso "de la derecha" de que el problema del subdesarrollo se asienta en el mal gobierno y lo considera "un argumento para no hacer nada o reducir los presupuestos".

Nacida en París en 1972, criada en las afueras de la capital como la segunda de tres hijos de una pareja formada por un matemático y una pediatra protestantes de izquierdas, Duflo fue siempre una precoz en sus estudios.

La Escuela Normal Superior (ENA) le llevó a Moscú para estudiar la revolución bolchevique y fue en la capital rusa donde tomó gusto por la economía.

Su talento y capacidad de trabajo le pusieron en el punto de mira de las más prestigiosas universidades del mundo, pero finalmente fue el MIT quien se hizo con sus servicios y, con 32 años empezó a dar clases en el prestigioso centro.

Allí abrió el Poverty Action Lab (PAL) (Laboratorio de acción contra la pobreza) que se ha convertido con los años en el auténtico termómetro de la ayuda al desarrollo, consultado por líderes de todo el mundo, desde Bill Gates a Muhammad Yunus.

Titular de una cátedra en el MIT y otra en el Collège de France, sus estudios le llevaron a ganar en 2010 la medalla John Bates Clark, considerada como la antesala del Nobel.

Madre de un hijo con su pareja, el economista indio Abhijit Vanayak Banerjee, Duflo está considerada como una de las economistas más influyentes de Francia, aunque su voz ha sido más escuchada en Estados Unidos que en su país de origen.