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LUIS MAGRINYÀ | Director de la colección de clásicos de Alba Editorial, publica "Estilo rico, estilo pobre"

"La riqueza léxica ostentosa no es más que cursilería"

"La clave del estilo consiste en casar bien las palabras"

Luis Magrinyà. FARO DE VIGO

A Luis Magrinyà (Mallorca, 1960) le chirrían en los oídos las grandilocuentes frases de prestigiosos escritores patrios que enarbolan la bandera de la prosa más viril y que han confundido el buen estilo con la ridiculez, el empalago o la ramplonería. "La riqueza léxica ostentosa es cursilería", sentencia sin miramientos el filólogo, traductor y director de las colecciones de clásicos universales de Alba Editorial, que acaba de publicar "Estilo rico, estilo pobre" (Debate). Magrinyà deja claro que la clave de una escritura pulida está en casar bien las palabras huyendo siempre de la finura empalagosa. Saca los colores en esta obra a los ídolos de la telebasura y a los políticos que cometen faltas de ortografía. El lexicógrafo durante nueve años en la Real Academia Española echa en falta un mayor rigor científico de los académicos de la RAE, además de reflexionar sobre el creativo lenguaje de los jóvenes y del sexo.

-Señor Magrinyá. ¿Es "Estilo rico, estilo pobre" una guía para escribir bien?

-Es una guía para escribir mejor y demostrar que cuando nos esforzamos por escribir bien, que es un propósito muy loable, caemos en trampas que hemos oído por ahí que chirrían. No se puede ser hinchado o florido ni simplón o facilón.

-¿En qué categoría mete a la concejala de Cultura de Valencia que cometió treinta faltas de ortografía en apenas diecinueve frases, anunciando su retirada?

-En la de analfabeta. Es un problema que demuestra que la cultura nunca se ha valorado en este país. Es además triste, vergonzoso e imperdonable.

-¿Cómo influye en la forma de expresarse de los jóvenes el lenguaje que impera en las redes sociales?

-El lenguaje de los jóvenes es muy creativo y territorial. Hablan de una forma para diferenciarse, es una especie de jerga que no aspira a salir de su círculo ni a modificar la lengua.

-¿Cómo influirá el que ahora los exámenes de acceso a la Universidad sean tipo test?

-No es un estímulo para escribir bien.

-¿Qué riesgo corro si quiero emplear un estilo rico?

-El solo hecho de planteárnoslo es ya un riesgo. Hay que expresarse con naturalidad, pensando lo que se quiere decir y lo que se dice e intentando reconocer las relaciones convencionales y naturales que existen entre las palabras. Por ejemplo, el verbo "cometer" se relaciona con "asesinato", pero el "realizar" no. Se comete un asesinato, no se realiza un asesinato.

-Escribe Rafael Sánchez Ferlosio que huimos de las palabras llanas por un motivo ritual, a veces hilarante. ¿Qué quiere decir?

-Creemos falsamente que las palabras llanas son vulgares porque son muy habituales. ¡No lo son! Pensamos además que no son ricas y que son vulgarismos. Un vulgarismo es decir "cocreta", pero no botella, ni mesa.

-¿Hasta qué punto estamos preocupados por casar bien las palabras?

-Tendríamos que estarlo más. La clave de un buen estilo consiste en casar bien las palabras y saber que unas van con unas y otras con otras. No es tan difícil hacerlo si apostamos por la naturalidad. No hay que tener miedo a las palabras más usadas y frecuentes.

-Así que las palabras hay que verlas en comunidad y con las relaciones de dependencia que tienen entre sí, ¿verdad?

-Por supuesto. Las alianzas se establecen por la costumbre y la convención y hay que evitar siempre alianzas que estén gastadas como por ejemplo "paréntesis vacacional".

-¿Qué le pasa a ese "paréntesis vacacional"?

-Que es una locución gastada que ya chirría.

-¿Hasta qué punto nos pueden ser útiles los diccionarios para resolver nuestras dudas?

-Los diccionarios no nos ayudan mucho con el estilo, pero sí nos indican las relaciones entre las palabras, si tienen o no plural o si llevan o no artículo. Me gusta el diccionario Redes, que es combinatorio, y el María Moliner.

-¿Qué pasa con el de la Real Academia Española (RAE)?

-Es flojillo. Los académicos aceptan o rechazan palabras de forma arbitraria sin una base científica. Si la abuela de un académico sigue utilizando una palabra arcaica no pondrán a esa palabra el símbolo de poco usada sólo porque la usa la abuela de uno. ¿Cómo puede indicar el diccionario de la RAE que los verbos "espetar" y "mascullar" son coloquiales?

-¿En qué acabará la pugna entre quienes sostienen que los verbos "oír" y "escuchar" significan lo mismo y quienes defienden que "escuchar" es "oír con atención"?

-El estado natural de la lengua es que haya tendencias contrapuestas que se pelean unas con otras y es la propia lengua la que decide qué tendencia gana con el paso del tiempo. Yo apuesto por diferenciar entre "oír" y "escuchar", pero ya veremos qué dicta la lengua.

-¿Cómo lo pagan quienes administran la riqueza léxica como nuevos ricos, haciendo ostentación?

-No lo deben de pagar mucho porque el panorama literario y periodístico español está lleno de esos nuevos ricos. Es un vicio. Nos quieren enseñar todas las palabras que saben, pero sin pararse a pensar si quedan bien o no en determinados contextos. Lo peor es que acaban influyendo en la sociedad y a veces ves a gente poco leída que a la hora de expresarse echa mano de todo tipo de finuras absurdas que ha oído pero no sabe de dónde vienen.

-Es fácil caer en la cursilería, ¿verdad?

-¡Claro! Esa riqueza léxica ostentosa no es más que cursilería. Para escribir bien es imprescindible que no se note que quieres escribir bien. Hay que huir de la prosa exhibicionista, aunque reconozco que la tradición española es de alabar a la prosa hinchada y exhibicionista. En inglés y francés también hay escritores que tienden a la floritura, pero son más dados al uso de la palabra justa y a no decir más de lo necesario.

-¿Hacemos el ridículo cuanto más fino queremos hablar?

-¡Desde luego! Hacemos el ridículo con la finura empalagosa y también con la recia y castellano-vieja de algunos escritores que no es más que una cursilería. Juan Manuel de Prada o Sánchez Dragó son exponentes de esa cursilería de la prosa viril.

-¿Por qué tenemos tanta manía a verbos tan polivalentes como "hacer" y "tener"?

-Porque los identificamos con palabras vulgares que no deberían salir del ámbito coloquial. No nos damos cuenta de que son verbos que nos dejan siempre bien. Buscar permanentemente sinónimos es cansino y cantoso.

-¿Le resulta incorrecta nuestra obsesión por no repetir palabras para escribir bien?

-Es bueno no repetir palabras, pero muchas veces la solución no está en buscar sinónimos, si no en repasar la frase a ver si hay algo que sobra. Es la solución del conjunto vacío.

-¿Por qué cree que Terelu Campos y demás ídolos de la telebasura son tan adictos a la preposición "hacia"?

-Porque creen que es muy fina. Creo que no saben usar las preposiciones y además han dado un falso prestigio a ese "hacia". Tienen "sensibilidad hacia la luz" y "animadversión hacia mi persona". ¡Tremendo!

-Otra preposición de moda es "desde".

-"Desde el cariño y desde el respeto" te dan todo tipo de puñaladas. Piensan que son más elocuentes y es mentira.

-¿Por qué no dominamos la semántica de las preposiciones?

-¿Tienen significado las preposiciones? Yo creo más bien que son nexos, puras relaciones entre palabras que fusionan creando relaciones con consecuencias sintácticas.

-Usted mismo reconoce que la sintaxis léxica es bastante enrevesada...

-Y lo es porque a veces es difícil saber qué acompaña a un verbo o a una palabra. ¿Es amor a o amor por? Lo que está claro es que nunca será "amor hacia".

-¿Está de acuerdo con la doctora Elena Fernández Ochoa en que debemos hablar del sexo con naturalidad sin circunloquios ni ocultamientos?

-Es muy difícil usar un estilo neutro al hablar de sexo. La palabra "coito" en sí está muy bien, pero acompañada de un verbo suena muy rara. "Ejecutar el coito" da risa. No es fácil ser neutro y fino al hablar de sexo, pero somos muy creativos al inventar formas de aludir a esa realidad que por razones culturales se nos resiste.

-¿Por qué nos da tanto corte hablar de sexo?

-Nos da corte cuando tenemos que escribir o hablar en público sobre sexo. Siempre tendemos a buscar soluciones muy raras. Por eso creo que la doctora Ochoa se confunde cuando confunde términos científicos con naturalidad.

-Dígame por favor por qué le gusta tanto Francisco Ayala cuando escribe "En el fondo del vaso" la siguiente frase: "? la tontería que el mentecato de Luisito amenazaba perpetrar"?

-Me encantan el verbo "perpetrar" y la palabra "interfecto". Las dos vienen del ámbito criminal. "Perpetrar" es graciosa a pesar de referirse en un principio a un delito de sangre. Ayala le perdió el respeto y le dio otro uso cómico que debería aceptarse ya. "Interfecto" era muerto, pero pronto se usó para referirse a cualquier persona de forma despectiva.

-Veamos el fallo de García Márquez en "Cien años de soledad" cuando escribe que "los obreros habían obedecido la orden de evacuar la estación, y se dirigían a sus casas en caravanas pacíficas".

-Es el plural distributivo que se usa ahora por influencia del inglés. García Márquez podría haber dicho que los obreros se dirigían a su casa porque al decir a sus casas puede dar la sensación de que cada obrero tenía varias casas. Es como lo de los niños que se rascan sus cabezas cuando sólo se tiene una cabeza. En la lengua, menos siempre es más.

-¿Qué me dice de Magrinyá cuando en "Los aéreos" escribe que el mayordomo salió al salón "apretado en las ropas de servicio"?

-Vuelve a ser una influencia del inglés. Si hubiese escrito ropa en vez de ropas hubiese quedado mejor.

-¿Quizá debo recuperar mi autoestima y seguir escribiendo después de leer su libro o, por el contrario, mejor me corto la coleta?

-Éste es un libro tranquilizador que lo que propone es que a la hora de escribir no te compliques la vida si no es necesario. La gente habla y escribe mejor de lo que se cree. El problema viene cuando uno quiere presumir. Aconsejo además estudiar un poco para evitar un estilo simplón y lleno de tics. Ahora bien, es más peligrosa la esencia del que quiere ir de fino que la del simplón.

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