Conocedor a fondo de la toponimia asturiana, doctor en filología por la Universidad de Oviedo y miembro del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), Xulio Concepción está convencido de que el despoblamiento del mundo rural asturiano "es algo transitorio que no será definitivo". A pesar de las alarmas que desde hace años apuntan al fin de la vida agraria, basa su afirmación en la necesaria utilización de los montes comunales. "El día que se sepa quién puede utilizar esas extensiones que no son de nadie, que no se aprovechan, y que hay que sumar a los muchos terrenos abandonados por los emigrantes, habrá jóvenes que se establecerán en los pueblos", sostiene.

Concepción, que ha desarrollado una documentada labor científica en torno a la toponimia, la lengua, el mundo rural, la montaña asturiana y la etnografía, ofreció ayer una conferencia en Covadonga, organizada por el RIDEA, sobre "La toponimia sagrada de los picos: Del monte Vindio a Covadonga por las sendas de las palabras que cuelgan de Peña Santa". En ese repaso se centró en la toponimia religiosa, donde ha documentado nombres registrados desde los pueblos indoeuropeos de hace 6.000 años.

"En Asturias, hay que buscar los orígenes de algunos topónimos más allá del Neolítico", comenta. Probablemente muchos de los nombres que utilizamos a diario provienen de términos ya usados por las tribus prehistóricas de hace 20.000 o 30.000 años. "Uno de esos nombres pudo ser Cares, que significa agua entre rocas, o Cornión (altura rocosa)". Son posteriores los emparentados con las divinidades que, según Concepción, han sido establecidos por los pueblos indoeuropeos en torno al 4.000 o 5.000 antes de nuestra era. Uno de esos nombres es Vindio, que los romanos tradujeron por Petra Sacra y que acabará siendo Covadonga después de que la Iglesia lo haya transformado a partir de cueva de nuestra señora.

En los alrededores de Oviedo sitúa Concepción algunos términos de antigüedad demostrada. Es el caso de Aramo, emparentado con Ar que significa valle y Aramos, que era un dios celta protector de los caminos. También Naranco, que procede de nar (agua) es otro de los que se remontan a los tiempos prerromanos.

La toponimía asturiana es muy rica a lo que contribuye una orografía montañosa y con gran número de valles. Concepción reunió en uno de sus estudios unos 35.000 nombres y está convencido de que hay al menos el doble de esa cantidad. "Aquí hubo mucha ganadería y tanto ésta como la caza dejaron muchas denominaciones a lo largo de la geografía". Sobre el mayor número de topografía en femenino, Concepción lo atribuye al canto de agradecimiento a la tierra. "Es el canto a la madre, a la tierra como provisora, y todo lo que produce es femenino, por esos los ríos, las brañas y muchos otros lugares son femeninos". En ese registro toponímico también señala la presencia de palabras de origen celta, como es el término castro. Otro de sus intereses como filólogo es el uso de la lengua asturiana que, según su visión, no corre peligro mientras haya pastores y ganado. "Mientras exista este modo de vida tiene la presencia asegurada, porque ellos ponen a las cosas su nombre desde tiempos antiguos y van viendo qué otras palabras se adoptan en otras zonas, pero conservan el léxico".

Para mantener la lengua y la vida en el campo, Concepción ve necesario concienciar a los políticos de que "el conservacionismo no es proteger es simplemente prohibir, pero lo necesario es mantener un equilibrio que permita vivir a personas y animales". Solventado ese problema, cree que el día que deje de existir la actual brecha digital que los margina, la gente se asentará más en los pueblos. No se olvida de que aquí parte del problema son las comunicaciones.