Casi 1,8 millones de musulmanes que viven en España están llamados a celebrar, a partir de hoy, el mes del Ramadán, durante el cual no pueden ingerir alimentos, bebidas o humo, ni mantener relaciones íntimas, pero tampoco enfadarse ni decir palabras malsonantes desde el alba hasta la puesta del sol.

El Ramadán, que este año finaliza el 17 de julio, cumple para los musulmanes una función religiosa, como forma de adorar a Dios, y sirve también para estrechar los lazos familiares y sociales, así como para purificar el cuerpo, fortalecer la voluntad y permite comprender lo que sufren las personas privadas de alimento.

Según ha explicado en un comunicado el secretario general de la Comisión Islámica de España, Riay Tatary, se trata de un mes en el que los musulmanes se reúnen a orar y en las mezquitas, donde a la hora de romper el ayuno se ofrece una comida.

El también presidente de la Unión de Comunidades Islámicas de España (Ucide) ha recordado que durante este periodo es importante que los cerca de 1.800.000 musulmanes que viven en España tengan facilidad para flexibilizar sus horarios de trabajo y hacer coincidir el fin de la jornada laboral con la ruptura del ayuno, que se produce al llegar el ocaso.

Tatary ha recordado que esto es especialmente importante en el caso de los musulmanes que trabajan en la agricultura y que pasan varias horas expuestos al sol sin poder ingerir líquidos.

Este aspecto está reglamentado por un acuerdo de cooperación entre el Estado y la Comisión Islámica de España que permite a los musulmanes concluir la jornada laboral una hora antes de la puesta del sol durante el mes de ayuno, horas que deberán ser recuperadas por el trabajador.

Por su parte, el Aid el Fitr (fiesta del final del Ayuno) que tiene lugar el 17 de julio, tiene dos momentos clave que son la oración del rompimiento del ayuno y la entrega a los pobres y necesitados de una limosna en especies, generalmente comida.

Esta limosna consiste en el equivalente a cuatro manos llenas de comida, aunque Tatary ha recordado que siempre es conveniente añadir un poco más y, si no es posible dar alimento, entonces se puede entregar dinero.

El pago de la limosna es obligatorio para el musulmán que tenga alimento en exceso "más allá de lo que le bastaría a él y a quienes de él dependen para un día y una noche".

"No se trata únicamente de un acto de caridad sino también de una práctica obligatoria concebida como un medio para que los musulmanes purifiquen sus almas, aprendan a compartir y rechacen la acumulación excesiva de bienes. Es una manera de conseguir que nos preocupemos los unos por los otros en los aspectos espiritual, físico y material", ha explicado Tatary.

Éste es también el día en el que los musulmanes hacen regalos a los niños, se les viste con ropa nueva y acuden a la mezquita para la primera oración de la mañana. Al salir del rezo, toda la familia acude al cementerio a recordar a sus parientes fallecidos y por la tarde visitan a familiares y amigos.