El actor Juan Echanove (Madrid, 1961) consolida poco a poco su otra profesión: director de escena. Debutó dirigiendo en Avilés hace diez años y lo hizo junto a Juan José Otegui y Pere Ponce. Fue con "Visitando al señor Green". Tardó en repetir, pero se fundió con el protagonista de "Conversaciones con mamá". El pasado día 29 estrenó en el Teatro Romano de Mérida su tercera función como director: "La asamblea de las mujeres", de Aristófanes. Cuatro noches consecutivas colgando el cartel de no hay localidades.

-Vaya éxito.

-Prácticamente está todo vendido. Estoy muy contento: hemos trabajado muchísimo. Siempre sueñas con que se produzca algo como esto, pero no siempre se consigue. Cuando al final lo logras, sientes vértigo. En total, habrán participado en "La asamblea de las mujeres" casi 30.000 personas.

-Cada noche desde el día 29, tres mil y pico personas. ¿Acongoja?

-Me dicen los actores que no, que arropan. Desde la platea ves un teatro enorme, pero desde el escenario eso que es enorme sientes que te arropa. El estreno fue interrumpido en 49 ocasiones con aplausos. Y sé que fueron 49 porque un periodista de la radio se dedicó a contarlas. Los aplausos finales duraron diez minutos. Esto lo sé porque lo cronometré yo. Estoy agradecidísimo.

-¿Por qué eligió representar "La asamblea de las mujeres"?

-Me llamaba la atención que el papel de las mujeres en la vida pública tenga que estar regulado por decreto, que no se dé por natural. Hablamos de esta comedia antes de la crisis del "Grexit". Estamos dentro de un sistema monetario que no es unión ni es nada. En este canto del duro en el que vivimos, o nos ponemos las pilas o nos hundimos. Presentamos la comedia de Aristófanes sin lenguaje prefabricado: habla de las crisis que vienen después de las guerras del Peloponeso. Y habla de las mujeres que invaden la asamblea disfrazadas. Y, después, vino que soñé que "La asamblea de las mujeres" tenía que ser una chirigota de Cádiz. Luego hablé con mi amigo Javier Ruibal y le conté mi idea y quedó encantado. Así que, con todo esto, nos pusimos a trabajar.

-¿Y cómo ha sido este trabajo?

-Pues muy intenso. Estamos en proceso. Todavía no hemos cerrado la versión definitiva. Le voy a decir al regidor que me dé la última versión, con las correcciones realizadas, para conocer el proceso. El proceso es lo importante.

-Se hizo director con un texto de Bernardo Sánchez y, ahora, vuelve con él.

-Trabajar con él es una maravilla. Los dos enfocamos los ojos al mismo punto. Somos amigos y creo que se me haría muy difícil trabajar en otro proyecto sin que él no esté. Pero esto que me pasa con Sánchez también me sucede con Ana Garay. Las ideas que tengo ella las sabe desarrollar como nadie. En ese punto está también Cornejo. Creo en las compañías estables, pero los tiempos no están ni para las estables ni para las otras.

-"La asamblea de las mujeres" es su primer clásico como director.

-Pero tampoco he dirigido tanto. No me gusta trabajar para la galería. Lo que quiero es que los espectadores disfruten y se vayan a casa y piensen en repetir. Nuestra función o cualquiera.

-¿Cómo es usted en su papel como director de obras teatrales?

-Como Simeone: escena a escena, partido a partido. Lo que evito por todos los medios es que el espectáculo se me haga bola. Lo peor de todo es que se te pueda atragantar. Ya lo decía José Luis Alonso: el 90 por ciento del éxito es saber elegir el equipo con el que tienes que rodearte. Y lo he estado con los mejores: con el mejor equipo artístico y con el mejor equipo técnico.

-Después del éxito que cosechó en el Teatro Romano de Mérida, ¿va a cambiar la dimensión del proyecto?

-Pues eso no lo sé. Lo saben los productores. Tengo compromiso hasta Avilés, hasta el montaje del Niemeyer. Luego me voy de vacaciones y en septiembre me incorporo a "Cuéntame" y, en unos meses, a un "Karamazov", de Gerardo Vera.