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La Vida Buena

Pineau, carrelets y caviar en Charente

El estuario de la Gironda se abre como un espacio natural cautivador desde Talmont hasta Beaulon, donde se elabora un gran vino licoroso

Pineau, carrelets y caviar en Charente

Los carrelets son unas pequeñas casetas de madera de acacia que se apoyan sobre estacas en la misma orilla del mar. Inspiradas en una técnica tradicional que se remonta al siglo XVIII son utilizadas para pescar mediante una red que cuelga de una polea y desciende hasta el agua. El estuario de la Gironda, el más grande de Europa, mantiene una raya costera surcada por carrelets.

Talmont, algo más abajo de Royan, y uno de las paradas del camino de Santiago, esconde en al borde de su falaise algunas de las cabañas de pesca mejor conservadas, pero no es nada si lo comparamos con la magnífica fortificación medieval mandada construir en 1248 por el Eduardo I de Inglaterra, cuando reinaba en Aquitania y en las orillas girondinas. La Tour Blanche, recuerdo de la de Londres, se eleva majestuosa en uno de los extremos de la vieja ciudadela. Saliendo de Talmont no es difícil encontrar los pastos salinos donde comen los corderos del estuario, cuya carne no tiene nada que envidiar a los del Mont Saint-Michel. En dirección al sur, la "Camargue Mortagnaise" guarda maravillosos rincones naturales con un habitat especiales de las aves y uno de los grandes tesoros aquitanos: el caviar. Saint-Seurin d'Uzet es la capital del esturión.

La historia y el mito de los huevos pertenecen a Rusia e Irán, sin embargo ya había esturiones en Aquitania en la década de los años veinte del siglo pasado. El acipenser sturio dejaba las aguas del Atlántico para remontar el estuario de la Gironda. Se cuenta que fue una adinerada rusa blanca exiliada y que residía en la región la que introdujo la costumbre de extraer y comer los valiosos huevos que se reservaban para el sustento de las gallinas. He oído otras versiones que circulan; en algunas de ellas interviene hasta algún que otro descendiente de los zares.

Mortagne-sur-Gironde, algo más en sur, en el camino a Blaye, es uno de los pueblos más apacibles y bellos que existen en el río. Sentarse en uno de los modestos restaurantes con terrazas al lado del atraque de las embarcaciones, cuando cae la tarde, para tomar una cerveza o una copa de vino blanco acompañada de una docena de ostras de Marennes, es uno de los grandes placeres en los días más largos del verano. El sol de Charente está, por lo general, garantizado en una de las regiones más luminosas de Francia, tierra de pineau y de coñac y de los famosos melones cantaloupe de carne anaranjada y dulzura incomparable.

Algo más abajo de Mortagne se encuentra Saint Dizant-du-Gua, el pequeño pueblito que acoge al Château de Beaulon, que construyó la familia de Vinsons en 1480, durante el reinado de Luis XI. Además de su arquitectura inspirada en el gótico flamígero, del jardín y de las fuentes, en Beaulon presumen de pineau. El pineau des Charentes es una mistela, un vin forte, y a la vez, uno de los grandes aperitivos licorosos de Francia. Se cuenta, aunque ningún entendido está dispuesto a confirmarlo, que es fruto del error de un viticultor que echó mosto en una barrica ignorando que ya había en ella aguardiente de coñac. Gustó el resultado y lentamente la mezcla se fue consolidando en la región. Se elabora con uvas semillon y sauvignon.

Los viñedos de Beaulon incluyen, asimismo, las variedades folle blanche, colombard y montils para los coñacs del château. Al contrario de lo que sucede con el oporto, el pineau blanco es preferible al rosado o tinto. Y el de diez años superior al de cinco; para comer acompaña perfectamente el melón de la zona, los quesos azules y el foie gras. Se sirve fresco a una temperatura entre ocho y nueve grados.

En St. Dizant du Gua se encuentra también el Domaine de la Grande Motte, que ofrece una cómoda suite y una habitación y que pronto ampliará las instalaciones para acoger a más huéspedes. Sabine y Cyrille, sus dueños, una pareja encantadora, hacen de este lugar un sitio encantador y privilegiado como base para recorrer la región.

Para comer, cuatro pistas: Les Basses Amarres, un buen restaurante de pescados en el encantador pueblo de Mornac-sur-Seudre; Les Agapes, en Royan; el Hotel Restaurante Bordeaux. un clásico en la villa medieval de Pons, con una gran selección de vinos y coñacs, y en la ciudad romana de Saintes, L'Adresse, de Vincent Coiquaud, con una carta que expresa frescura y claridad de conceptos.

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