Otorgar una segunda vida a lo que se ha quedado obsoleto. Es una de las tendencias agudizadas en tiempos de crisis y también una de las últimas modas en el ámbito de la arquitectura. Por todo el mundo prolifera la reforma y construcción de edificios que se asientan sobre otros más antiguos o, simplemente, aprovechan algunos de sus elementos.
Uno de los ejemplos más espectaculares es, quizá, el Museo Marítimo de Dinamarca, cercano al famoso castillo Kronborg, donde Shakespeare sitúa la acción de Hamlet. Se ubica en Elsinor, a cincuenta kilómetros de Copenhague. El proyecto se estructuró en torno a un patio central soterrado para preservar la estructura patrimonial del puerto. El estudio BIG Architects dispuso bajo tierra los 6.000 metros cuadrados del edificio, en torno a una plaza central, que se ubica dentro del antiguo muelle. El interior aloja exhibiciones dedicadas a los viajes y a la exploración naval, ligada a la larga tradición marítima del país.
Otro exponente de esta corriente es el "Bruce C. Bolling Municipal Building", de Boston, diseñado por el estudio danés Mecanoo y la firma estadounidense Sasaki Associates, sede del departamento de Escuelas Públicas de Boston (BPS), que desempeña un papel central en la reactivación del barrio de Roxbury Dudley. El edificio de ocho plantas, incluye locales comerciales y el Centro de Innovación de Roxbury e incorpora las fachadas históricas de los edificios "Ferdinand", "Curtis" y "Waterman", restauradas y tejidas en un edificio nuevo y brillante.
En el pueblo catalán de Santpedor, David Closes convirtió la iglesia del convento de San Francisco en un equipamiento cultural y auditorio. El monasterio fue construido en el siglo XVIII por los Franciscanos. El conjunto tuvo uso conventual hasta 1835. En 2000 el convento se derribó y sólo quedó en pie la iglesia y parte del muro perimetral.
