Quienes se aventuren a recorrer la historia de Asturias desde tiempos remotos hasta nuestros días tienen en el Museo Arqueológico una ventana abierta al pasado desde la que observar con detenimiento los episodios que han conformado la vida en nuestro territorio. Es un recorrido didáctico, apasionante y lleno de sorpresas que los más pequeños descubrirán acompañados de una guía de excepción. Se llama Nea y es una pequeña neandertal, dicharachera y simpática, que vive desde hace algún tiempo en el museo con el único propósito de acompañarles en su visita y ayudarles a localizar y apreciar los contenidos.

Nea es la protagonista de un folleto, casi un cuento, preciso y divertido, diseñado por la empresa Forma, con textos de la arqueóloga María García Menéndez. Con lenguaje sencillo y siempre acompañada de su inseparable cabritilla, cuenta a los más pequeños que el museo es ahora su casa: "Yo vivo aquí y conozco todo esto. Estoy al principio del tiempo y tú al final. Cuando paseo por el museo viajo al futuro". Y es cierto, porque Nea y sus parientes neandertales de la cueva de El Sidrón, en Piloña, vivieron en Asturias hace muchísimo tiempo. Su presencia en nuestros valles y montañas se remonta a al menos 50.000 años atrás, cuando aún nuestra especie, el "Homo sapiens", no había llegado de África.

Pero si ella tiene que viajar al futuro para encontrarse con los visitantes y turistas que estos días recorren el edificio de la calle San Vicente de Oviedo, éstos tendrán que hacerlo al pasado, deberán ser arqueólogos por un día, la mejor forma de acercarse a los primeros hombres y mujeres que vivieron en Asturias. En ese proceso de inmersión hacia los orígenes, Nea explica que al principio no había gente, sólo animales, y que las primeras personas fueron construyendo sus casas, al principio muy rudimentariamente, para ir evolucionando hasta llegar a los grandes edificios que hoy constituyen las ciudades.

En el Arqueológico, el recorrido comienza en el tercer piso. Allí se encuentran los vestigios de lo que fue el Reino de Asturias, una etapa importante de la historia regional, con una monarquía propia de la que hoy se puede admirar parte de los edificios que los reyes mandaron construir: es el Prerrománico asturiano, sin duda una joya única del patrimonio histórico asturiano. En ese espacio, la pequeña neandertal incita a los visitantes a encontrar un león, una figura que, según explica, no es un animal de verdad, sino un símbolo, porque "aunque no había leones en Asturias en esa época, la gente sabía que un león es un buen guardián". Ella, en cambio, sí vio leones, leopardos y rinocerontes porque durante el tiempo de los neandertales ésas y otras fieras vivieron en los bosques asturianos.

El viaje continúa hacia atrás hasta llegar a la época romana con un conjunto interesante de utensilios de barro cocido y vidrio. Los niños aprenden que esos recipientes, a pesar de ser muy toscos y primitivos, eran importantes porque, como Nea cuenta, "no siempre hubo platos para comer y ollas para cocinar. Los neandertales no teníamos esas cosas". A pesar de que valora los avances, cree que "lo importante, importante de verdad, es tener fuego. Sin él no hay luz, y hace frío", se lamenta.

La época castreña es el tercer capítulo de la visita, porque antes de la llegada de los romanos en el siglo I, en Asturias ya había poblados. Eran lo que hoy se llaman recintos castreños con casas redondas resguardadas por una muralla, cabañas como las que hoy se pueden visitar en Coaña y el Chao Samartín (Grandas de Salime). A Nea esas construcciones le sorprenden porque en su época no existían. Para ella "si hay cuevas, y están secas y bien orientadas al sol, ¡no hace falta construir un edificio!"

Nuestra guía se anima porque el descenso emprendido poco a poco acerca al visitante a su tiempo. En el primer piso está la Edad de los Metales. "Es el momento en el que la gente descubrió el cobre y aprendió a usarlo para hacer herramientas". Ese descubrimiento hubiera sido crucial para facilitar la vida a los neandertales durante los miles de años que vivieron en Europa enfrentándose a los grandes animales que la poblaban únicamente con palos y puntas de flecha de piedra. Nea recuerda el duro trabajo que suponía para su grupo familiar tallar el sílex y la cuarcita para fabricar herramientas. "No es fácil hacerlas, hay que saber", comenta mientras emprende camino hacia al espacio dedicado al Paleolítico Superior.

En ese momento, "las poblaciones asturianas ya eran como vosotros", explica a los niños. "Tú eres sapiens, yo neandertal. Pero los dos somos humanos, aunque algo diferentes. Mi frente y mi nariz no son como las tuyas, y mis huesos son más anchos y fuertes". La posibilidad de comprobar los rasgos físicos que la pequeña describe está cerca. Sólo hay que volver la vista hacia el Paleolítico Medio, el tiempo de los neandertales, una especie humana ya extinguida. "Nosotros vivimos en Asturias durante mucho tiempo y desaparecimos. Es un misterio?", dice Nea, que antes de despedirse del grupo les dirige hasta la réplica de una mujer perteneciente a dicha especie que asoma desde una de las vitrinas del museo. "¿Ves esa mujer tan fuerte? Así voy a ser yo de mayor", Pero antes de que ese día llegue Nea tiene que volver a contar la historia del pasado a muchos cientos de escolares y a quienes ya han dejado de serlo.