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STUART SKELTON | Tenor, el jueves encarna a Siegmund en el Campoamor

"El primer acto de 'La valquiria' es la ópera perfecta y mi rol es un sueño"

"Esta obra de Wagner es un drama familiar; en escena no hay más de dos o tres personas, envueltas en una atmósfera claustrofóbica"

Stuart Skelton, ayer, apoyado en un muro del Campoamor. JULIÁN RUS

Stuart Skelton es un excelente tenor australiano. Hace tres años obtuvo en el teatro Campoamor un gran éxito en "Peter Grimes", de Britten. El pasado mes de enero una afección de garganta le impidió repetir el triunfo en "Sansón y Dalila", de Saint-Saëns. Solo actuó mientras desde un lateral un sustituto cantaba, partitura en mano. El jueves Stuart Skelton volverá al coliseo carbayón para encarnar el papel de Siegmund de "La valquiria", de Wagner que abrirá la XVLIII Temporada de ópera de Asturias.

-¿Recuperado?

-Sí. Totalmente. Cien por cien,

-Y a punto de la primera función.

-Los últimos días de ensayo son muy intensos para todos en el mejor sentido, claro. Tenemos en las manos la función que está a punto de llegar. Creo que el público va a disfrutar y va a quedar cautivado por la parte dramática y por la parte musical. En estos últimos días de ensayo hay una atmósfera especial en todo el elenco del intensidad y la excitación. Es siempre el tiempo más emocionante de los ensayos. Los días previos a los estrenos son especiales.

-¿Cómo es su papel?

-Es un papel que es un sueño para cantar. El primer acto de "La valquiria" es la ópera perfecta y mi rol es un sueño. Lo oí decir muchas veces. Es así. Y poder cantar esto en Oviedo es maravilloso. Para mi la oficina de la temporada de ópera y la gente del teatro es mi familia. Me siento como en casa verdaderamente. Es muy emocionante cantar aquí este rol que siento tan dentro porque lo he cantado ya 83 veces. Traerlo a Oviedo para mi es fantástico. Es un sueño.

-¿Cómo se canta 83 veces un rol sin convertirse en él para siempre?

-Hay algunos papeles en mi carrera que me hablan desde dentro. No los veo como algo que está fuera. Es el caso de Siegmund, Peter Grimes, Parsifal, Florestán y quizá Lohengrin. Siento que soy la persona por la que pasa ese personaje. Como un medium. Me preparo para cantar los papeles, claro, pero con estos tan míos me despierto por la mañana y ahí están.

-Siegmund acaba mal.

-No. Bueno, sí; muere. Mal para Siegmund pero muy bien para mi porque en el segundo acto muero así que me las piro y a beber un poco de cerveza y comer algo de pulpo. Siegmund muere y es una pena pero es un sacrifico que responde al tetralogía, al conjunto de las cuatro óperas de Wagner que incluye "La valquiria". Esas cosas suceden a lo largo de la tetralogía hasta que en "El crepúsculo de los dioses" hay un final redondo. Desde el principio sabemos que Wotan coge la madera del árbol para hacer su espada. Le quita el anillo a Alberich pero no lo devuelve al Rin así que ya sabes qué va a ocurrir lo que acaba sucediendo: esa gente que desaparece, los sacrificios... Wagner de alguna manera es el camino real. Ese es el proceso. Y en el tiempo que estaba viviendo pensó que debía haber un gran cambio en la humanidad para llegar a un punto, a éste, al actual.

-El goticismo y el hiper romanticismo es ajeno a nuestro mundo, es puro arcaísmo.

-Cierto, es un historia arcaica que utiliza leyendas sobre todo de Islandia que llegan a través de Noruega y de los pueblos germánicos que las adaptan para explicar sus propias realidades. En "El crepúsculo" las cosas se vuelven grandiosas pero "La valquiria" es un drama familiar. Siegmund, Sieglinde, Wotan, Fricka... esta obra de Wagner es un drama familiar; en escena no hay más de dos o tres personas, envueltas en una atmósfera claustrofóbica, envueltas en una música grandiosa. Sin coro. Intentan vivir, relacionarse, solucionar sus problemas cuando en realidad su vida está preescrita. Esa es la parte de la historia que ahora habla al mundo.

-El Campoamor no es Bayreuth.

-Es un sueño. En realidad esta música la vamos a cantar en un teatro del tamaño para la que estuvo escrita. En el Campoamor si, en el escenario, se hace el más mínimo sonido se escucha bien en todo el teatro. Es un teatro muy interesante y adecuado. En las partituras de Wagner ves la sutileza, la finura, el canto suave para que contraste con las pasajes grandiosos. Y eso se puede hacer muy bien en el Campoamor. El "Himno de la primavera", el aria que canto yo, parece una melodía de Schubert o Schumann y no de Wagner. Y es que Wagner era gran admirador de Bellini y en especial de su ópera "Norma". Y por eso mete en "La valquiria" una pieza como la que canto yo, tan sutil y bella. Y al cantarla en el teatro Campoamor se puede hacerlo con todo el verdadero sentido del belcanto.

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