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CIUCO GUTIÉRREZ | Fotógrafo, expone en la galería gijonesa Gema Llamazares

"He descubierto con mis fotos de mujeres su mucho sufrimiento"

"España es un país 'kitsch', pero no entiende bien a los artistas 'kitsch'"

Ciuco Gutiérrez. MARCOS LEÓN

Es uno de los nombres importantes de la fotografía española contemporánea. Ciuco Gutiérrez (Torrelavega, 1956) se marchó a Madrid en 1975 para estudiar Periodismo, después de pasar año y pico en Oviedo hastiándose en las aulas de Químicas. Descubrió la imagen y con otros autores de la "Movida" fue uno de los primeros fotógrafos en exponer en salas de arte. Tiene obra en el Reina Sofía. Ayer inauguró "Escenarios para la confrontación" en la galería Gema Llamazares.

-Una exposición con novedades...

-Los que conocen mi trabajo encontrarán dos mundos: uno próximo al mío de siempre, y otro de nuevo desarrollo. Tengo necesidad de afrontar retos. Hay una conexión entre todas esas imágenes. Hablo sobre los arquetipos y estereotipos de la mujer de hoy, donde hay un conflicto, con unos fondos rosa o negros. En estas últimas planteo a las modelos que expresen lo que sienten. Y voy descubriendo que hay mucho sufrimiento. Se exigen mucho.

-¿Son modelos profesionales y hay, por su parte, una dirección de composición de la foto?

-No, son bailarinas de danza contemporánea y actrices. En el estudio les explico un poco la idea, pero sin más. Hay una introspección por su lado; marcan con el cuerpo lo que sienten. Hay ahí una luz del Barroco porque me interesa hablar de la pintura. El museo ha perpetuado las posiciones. Si uno analiza un museo importante, como puede ser el del Prado, se da cuenta de que en las obras hay muchas mujeres que están esperando y ponen al espectador en situación de "voyeur". Los hombres, por el contrario, se muestran más activos.

-En las mujeres que usted fotografía hay un hilo de unión con esa historia de la pintura, pero también una ruptura?

-Sí, se rebelan. Hay un dolor frente a ese clasicismo. Y, luego, la exposición se completa con las fotos de objetos. El objeto perpetúa la tradición, nos acompaña. Y en los objetos nos proyectamos más de lo que creemos.

-¿Por qué esa fascinación suya por objetos "kitsch"?

-A los artistas "kitsch", en España, que es un país bastante "kitsch", no se les entiende muy bien. Fuera nos comprenden bastante mejor; por ejemplo, en Alemania. El "kitsch" está ideado para arrebatar; saca el niño que llevamos dentro. Los españoles estamos bastante vacunados: nunca pondríamos la figurita de una gitana sobre el televisor. Sin embargo, cuando salimos a un país como Tailandia traemos la marioneta típica de allí y la ponemos en el salón, pese a que es equivalente a la figurita de la gitana. El "kitsch" está siempre en relación con espacios de memoria y de placer. Y tiene un componente cultural. Vivimos en una sociedad "kitsch".

-Pero en esas fotos suyas de objetos hay también una cierta mirada irónica...

-Soy de una familia muy humilde y mi mujer me dice que tengo olfato para el desprecio ajeno. Sí juego con la ironía, pero no desprecio el objeto. Es muy difícil que yo fotografíe algo que no me arrebate. Tengo miles de objetos. Son imágenes muy literarias y me gusta provocar. Más que trabajar con metáforas, que es lo que hace (Chema) Madoz, yo juego con la provocación mediante la confrontación con la paradoja. Esa paradoja conduce a un metalenguaje con el que intento desactivar prejuicios del espectador.

-La mujer como tema es más reciente en su obra?

-Sí, aunque había hecho algunos desnudos. Dirijo un master internacional de fotografía y he visto que en sólo unos años las mujeres se han convertido en mayoría. La fotografía es muy "freudiana". Y ellas trabajan de manera muy desgarrada, mientras que nosotros lo hacemos de manera más técnica. Me enteré de cosas tremendas de esas muchachas: algunas que sufrieron abusos; otras que se han operado para reducir sus pechos por la fijación social de los tíos. Todo eso me acercó a la mirada de la mujer. En El Prado me di cuenta de que, salvo algunas mujeres humildes, caso de las hilanderas, las demás están pintadas en actitud de espera.

-Como objeto de deseo...

-Sí. Y hoy día aún se sigue representando así a la mujer; se ha generado una iconografía. Las mujeres están luchando por salir de eso, pero los hombres no nos damos cuenta. Ellas no quieren salir guapas o deseables, sino como alguien que piensa y actúa. Todo eso me ha ido llegando.

-Se le vincula a los fotógrafos de los años de la "Movida", de Ouka Leele a García Alix o Vallhonrat. ¿Han aportado a la fotografía española una especial manera de mirar?

-La "Movida" fue el vómito de una España acartonada. Cuando muere Franco tengo casi diecinueve años, y recuerdo que nos decían hasta cómo teníamos que vestir. La sociedad marcaba e intentaba corregir a quienes se salían de ahí. Estaba el acoso a los gays o la ley de vagos y maleantes. Ahí vino ese vómito de libertad. En Madrid y en otras partes de España hubo gente que quiso ser ella misma y no lo que le decían los demás. Recuerdo que nos juntábamos y pensábamos lo diferentes que éramos unos de otros. De mí decían que hacía pintura y no fotografía, porque, claro, veían que García Alix estaba en la tradición del blanco y negro. Bárbara (Ouka Leele) trabajaba con una iconografía muy rica. Como me decían que el color no era fotografía, pues me afirmé más en lo mío. Lo cierto es que fuimos los que abrimos las salas de arte a la fotografía. Bárbara y Alix estaban en Moriarty, que es donde yo hago mi primera exposición. Abrimos esas puertas y rompimos con los dogmas. Me gusta que la imagen sea firme y aguante en el tiempo. Éramos una generación que tenía la misión de cambiar la vida de España.

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