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LISARDO LOMBARDÍA | Director del Festival Intercéltico de Lorient, en Francia

"Cuando se trata de Bretaña, los políticos hacen país, es la diferencia con Asturias"

"No pude recoger la medalla de plata porque al día siguiente de que me lo comunicaran salía para un viaje de tres semanas a Cuba"

Lisardo Lombardía. JULIÁN RUS

Lisardo Lombardía, asturiano de Laviana, 60 años, dirige desde 2007 el Festival Intercéltico de Lorient, en Francia, que él mismo define como "un proyecto europeísta con una idea de regionalismo creativo no excluyente, de cultura viva y abierta". Gestiona un presupuesto de 5 millones de euros y cada mes de agosto, durante casi dos semanas, coordina a un equipo de dos mil personas. Este año se organizaron doscientos conciertos en doce escenarios diferentes, que tuvieron 750.000 asistentes. Es miembro del Consejo Cultural de Bretaña.

Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Oviedo, Lombardía llegó a ejercer como médico, pero un día decidió modificar su rumbo profesional. El Coro Universitario, el grupo de estudios etnográficos asturianos Belenos -del que fue uno de sus fundadores-, la producción musical y, en general, todo lo relacionado con la música y la cultura de su país, además de Lorient, festival del que fue delegado en España durante más de veinte años, centraron su interés. Dirigió también el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA hasta su marcha a Francia. El Gobierno asturiano le concedió el pasado 8 de septiembre la medalla de plata de Asturias. Pero no pudo venir a recogerla.

-A mucha gente le sorprendió no verle sobre el escenario del Auditorio de Oviedo recogiendo la distinción. ¿Qué pasó?

-No estuve porque me lo comunicaron el día 18 de agosto, prácticamente cuando marchaba para un viaje de tres semanas, que ya tenía previsto y cerrado, a Cuba. Me llamó el consejero de Cultura, Genaro Alonso, y se lo agradecí mucho, pero le advertí de la circunstancia. Me dijo que les enviara un currículum y un vídeo, y así lo hice. El día 19 comencé a recibir llamadas de los medios cuando estaba en la T4 de Barajas para tomar el avión. En ningún momento hubo ni rechazo ni ninguna intención de hacer un feo; todo lo contrario, me fastidió mucho, porque interpreté esa medalla no sólo por lo personal, sino como un homenaje a una generación que estuvo y está comprometida con esta visión universal de la cultura tradicional asturiana. Me habría gustado estar presente, pero la gente igual salió ganando viendo a una chavala bastante más guapa que yo, mi hija Ana.

-Aunque sus intereses culturales no son en absoluto locales, su perfil es asturianista y el Principado no suele fijarse en este tipo de asturianos al conceder estas medallas.

-Que yo recuerde, la recibieron José Ángel Hevia y "Nuberu", aunque ellos por una labor muy vinculada a lo musical. Yo participo de una generación que considera que los valores de la herencia cultural autóctona propiamente asturiana, sobre todo de cultura tradicional pero no sólo, tienen una potencia universal y nunca la vimos como cultura de pequeño cultivo con aspecto nostálgico. Rompimos con una visión de regionalismo arcaico y lo que queríamos era una cultura dinámica y viva, y creo que en Lorient, de alguna manera, es lo que sigo haciendo. La medalla reconoce a una generación que a pesar de muchas incomprensiones, cuando no hostilidad abierta, nos batimos para que la cosa fuera adelante. Hoy es una realidad.

-¿Cómo le trata Francia?

-Mi nombramiento echa por tierra esa visión de algunos de que Francia es un país cerrado. Soy un extranjero al que pusieron a dirigir el primer festival musical en número de visitantes, y creo que es expresión de la cultura bretona, una sociedad con un movimiento asociativo muy importante y una fuerte identidad dentro de un estado de modelo jacobino. Me recibieron como uno más, es cierto que me conocían por mi trabajo de veinte años en el festival.

-¿El proyecto intercéltico es real?

-Sin duda. Es un proyecto contemporáneo de creación de futuro a partir de las identidades de cada región. Los primeros años del festival fueron de compartir y de conocerse, luego empezó a hacer creaciones y a tratarnos a todos de manera muy similar. Si hay una cultura polimorfa en Europa es la céltica, porque tan céltico es un gálata de Anatole, al que describía el apóstol San Pablo, como un celtíbero, lo que pasa es que cada uno tenía sus diferencias y su diversidad. Nosotros en el festival no hacemos arqueología ni levantamos la bandera de ninguna esencia, siempre decimos que tenemos más cultura que pasado. El festival da visibilidad a esa cultura, somos ciudadanos del mundo porque somos de un sitio del planeta y no renunciamos a nuestra identidad. Reinventamos la cultura cada día, no existe una esencial como decía Lévi-Strauss, siempre hay influencias. Lorient es un proyecto europeísta con una idea de regionalismo creativo no excluyente, de cultura viva y abierta.

-¿Qué diferencia a Bretaña de Asturias?

-Hay muchas similitudes, hay localismo. Nante, su capital histórica, no forma parte de la región desde la II Guerra Mundial y eso provoca tensión con la capital administrativa, Rennes. Tienen dos lenguas, el bretón y el galo. El bretón no es oficial, pero el apoyo institucional a su aprendizaje y uso es total. Diría que lo que más nos diferencia es la capacidad que tienen los políticos de todas las ideologías de ponerse de acuerdo en asuntos que benefician al país. Le contaré una anécdota. En la IV República, el voto era secreto y los grupos políticos se hacían cruces por las fugas de votos que había cuando el asunto a tratar era algo de Bretaña. Acabaron reformando la ley. Fruto de este tipo de acuerdos es que las autopistas de peaje son las únicas francesas en las que no se paga. El tren de Alta Velocidad llegará en 2017, gracias a la actual capacidad negociadora del ministro de Defensa, Jean Yves Le Drian, que fue alcalde de Lorient y presidente de la región, y está casado con una española de Ávila. Es un político de alto nivel con gran sentido del humor que nunca falla en el festival. No todo es rosa, pero hay determinadas líneas de conducta en las que la conciencia de lo propio es lo importante.

-¿Qué balance hace de su gestión?

-Acabo de terminar mi noveno festival, el proyecto que presenté empieza a tomar forma. Uno de mis objetivos era dar visibilidad a los pequeños países, profundizando en esa idea en la que suelo incidir todos los años del cosmopolitismo celta, una cultura que se mantiene en el tiempo. El año que viene será el año de Australia. Otros objetivos, como la apertura hacia los nuevos estilos de música, a las nuevas generaciones, la visibilidad del bretón, la presencia de otras lenguas y un contacto mayor con el movimiento bretón, creo que se están logrando. Lorient es un festival de primer nivel para la región y lo he profesionalizado. Once personas trabajamos todo el año y sólo el 30 por ciento del presupuesto es público, el resto debemos conseguirlo nosotros.

-De Lorient a Cuba. ¿Qué país ha visto?

-Hay unos valores que la revolución instauró y que han debido ser muy importantes en la mentalidad del cubano para que hayan aguantado sesenta años en esas condiciones. Pero es una sociedad que no tiene más remedio que ir al cambio, lo saben y lo temen. La educación es, sin duda, uno de esos valores. En Trinidad visitamos una escuela de Secundaria con 200 alumnos y 28 profesores, entre ellos había docentes de Educación Especial, Arte Dramático, Danza, Música, Deporte e Idioma. Cuando recorres el país, ves muchas dificultades.

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