"Lo que se plantea bien y se desarrolla bien da frutos". Es una de las conclusiones a las que llegó Miguel Ángel de Blas, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Oviedo, durante el recorrido que realizó por los 25 años de investigación en el castro del Chao Samartín, en Grandas de Salime. Fue un repaso en el que no dudó en reclamar reconocimiento para las personas que llevaron a cabo ese trabajo durante más de dos décadas y en el que calificó de "sinsentido que una entidad histórica de su naturaleza esté en situación de vacío y de alguna manera de desprecio".

De Blas abrió ayer en el Museo Arqueológico el ciclo de conferencias que conmemoran el 25.º aniversario del inicio de las investigaciones en el castro grandalés, un asentamiento humano que se remonta a la Edad de Bronce y que, gracias al estudio y la investigación continuada, ha permitido reconstruir las distintas fases de ocupación durante más de dos mil años. "El Chao Samartín es un ejemplo de lo que puede hacer la arqueología, una muestra de cómo esa actividad investigadora afrontada con continuidad permite descubrir espacios históricos que se suceden en el tiempo", afirmó el profesor.

No escatimó elogios para un trabajo arqueológico sistemático que consiguió convertir en uno de los yacimientos más relevantes de Asturias y en un polo de atención histórica un espacio desconocido durante siglos. "La apuesta hecha en Grandas pone sobre la mesa una realidad histórica tangible, que existe, que se puede visitar", dijo.

Para el profesor, lo conseguido es un relato continuado, bien tramado y estructurado en el que una persona del siglo XXI puede aproximarse a una realidad de casi 3.000 años primero, luego 2.000 y finalmente casi 1.000. Ésa es la cronología que los arqueólogos han ido constatando en los distintos descubrimientos realizados, entre los que brilla con luz propia una casa romana (domus) del siglo I, que estos días es objeto de una exposición en el Museo Arqueológico.

Desde los indicios del primer asentamiento establecido allí hace 3.000 años, que irá evolucionando hasta la llegada de Roma y la gran transformación que ese nuevo tipo de sociedad implica, "hay todo un trabajo que supone la recuperación de un poblado protohistórico y antiguo como no existe otro de su riqueza y monumentalidad en todo el norte de la península Ibérica", destaca De Blas.

A todo ese patrimonio se puede acceder hoy gracias a los trabajos de campo y de laboratorio realizados por el equipo que durante casi dos décadas dirigió el arqueólogo Ángel Villa. "Han conseguido perfiles cada vez más sutiles, cada vez más definidos, para componer los distintos escenarios de un poblado muy importante que se inició con gentes que hablaban otra lengua y que siglos después terminaron siendo cristianos".

En todo ese proceso, el profesor subraya la memoria de los sitios "que permanece agarrada a ellos con continuidad", una prolongación que ve necesario mantener con la recuperación de la actividad en el yacimiento. "Debe abrirse a los investigadores que descubrieron ese patrimonio, personas a las que hay que rendirles la gratitud que se les debe y facilitarles las condiciones para restaurar, conservar y mantener todo el volumen de información recuperada en estos 25 años".