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EMILIO SAGI | Director de escena asturiano

"Nabucco muestra el mismo horror que ahora vemos en los refugiados de Siria"

"La metáfora del poder que plantea Verdi es muy actual, por eso yo no quiero hacer una ópera de barbas, histórica, como decía mi madre"

Emilio Sagi, ayer, apoyado en un muro del teatro Campoamor. JULIÁN RUS

El director de escena ovetense Emilio Sagi ya está ensayando en el teatro Campoamor la ópera "Nabucco", de Verdi, que se estrenará -según una nueva coproducción de cinco entidades entre ellas Ópera de Oviedo- el 11 de octubre. Es la segunda entrega de la LXVIII Temporada del coliseo carbayón.

-Debuta en el título.

-Estoy muy contento porque me lo habían pedido muchas veces y no había podido hacerlo. Por ejemplo, desde Francia, cuando iba a entrar en el teatro Real. Decidí tener más tiempo para el teatro Real. Cuando me hizo esta oferta Oviedo me puse muy contento. Es una ópera complicada. Le falta teatralidad. Hay muchísimos concertantes en los que no puede pasar nada, todo son apartes y pensamientos. Es complicado plantearla de una forma teatral. Estoy muy contento con el maestro Gianluca Marcianò, que es maravilloso y con el reparto. Espero que a la gente le guste mucho.

-¿Qué "Nabucco"?

-No quiero ciertas cosas. Recuerdo cuando mi madre le preguntaba a mi padre si determinada ópera era de barbas. Y mi padre le respondía que sí cuando se trataba de "Nabucco". Entonces no iba al teatro. Y es que lo habitual era presentarlo de esa manera. Salían con las barbas rizadas como en los relieves babilónicos. No, lo que vamos a ver será algo actual, sin esas barbas. Hablándolo con el maestro, estábamos de acuerdo en que Verdi ve en la historia de Nabucodonosor una metáfora del poder en general y del horror de los oprimidos. Verdi es un hombre con un pensamiento patriótico importantísimo. Con esta ópera quería hacer una metáfora del pueblo italiano sojuzgado por el imperio Austrohúngaro que dominaba la Lombardía.

-Y así lo vieron siempre los espectadores.

-Eso es, así lo entendió la gente y el "Va pensiero" fue símbolo de la revolución y del Risorgimento italiano. Hoy en día, que estamos viviendo guerras horribles, con decenas de miles de refugiados como los de Siria que no saben para donde van, sin rumbo, sin patria, sin nada, es emocionante comprobar cómo una música de mediados del siglo XIX puede ejercer un poder tan grande con añoranzas de una patria o esa falta de justicia que sufren los hebreos. "Nabucco" muestra el mismo horror que ahora vemos en los refugiados de Siria. Cantidad de gente puede verse reflejada en los abusos de poder del rey Nabucodonosor, de los babilonios, de los asirios. Estamos en las mismas, hay países sojuzgados completamente, en medio de unas guerras tremendas y por motivos que nadie sabe. Es incomprensible ese horror. La metáfora del poder que plantea Verdi es muy actual por eso yo no quiero hacer una ópera de barbas, histórica, como decía mi madre.

-¿Cómo es, entonces, su planteamiento?

-Es una metáfora actual. Utilizamos símbolos asirios como la leona herida o el toro alado de Asurbanipal. Los utilizamos en la escenografía. Y el vestuario es distinto cuando se trata de los hebreos o de los babilonios. Pero no vamos a hacer una reconstrucción bibliográfica o histórica. Eso no va a ningún lado. A Verdi no le interesaban las andanzas del rey Nabucodonosor sino lo que hay detrás de todo eso. Igual le sucede en "Aida". No le interesaba los hechos de la hija del faraón y la esclava Aida sino el corazón de seres como Radamés que se ve entre la exigencia de servir a la patria o traicionarla por un amor. Eso es lo que le interesa al compositor. Un libreto exige situar las cosas en algún sito pero esa no es la clave del planteamiento o el núcleo fuerte.

-¿Cuándo empezó a darle vueltas a "Nabucco"?

-Cuando me la pidieron para Oviedo. Me dijeron que estarían encantados si la hacía. Tenía libre de mitad de septiembre a mitad de octubre. Vamos a ver, tengo la suerte de ir a la ópera desde muy pequeño y siempre la oí en casa. Hay muchos títulos que me los se de memoria. Con la edad prefiero hacer las que me se de memoria porque estudiar las nuevas me cuesta mucho aunque, obviamente, también las hago. Pero las óperas de Verdi o Puccini y la mayoría de Mozart o Rossini me las se casi de memoria. "Nabucco" siempre la tuve en la cabeza pero no me acababa de convencer, me parecía que tenía una música a veces facilona. Y es que la veía desde fuera, no profundizaba lo suficiente. Pero cuando te metes en la obra ves muchísimas cosas, ves la fuerza que quiere dar a esa metáfora. Aprecias la añoranza, la injusticia y el horror de los esclavos hebreos que Verdi ve como el pueblo italiano.

-Y se vuelca.

-Estaba muy deprimido, había perdido a su esposa y había sufrido un fracaso tremendo con "Un giorno di regno", su segunda ópera. Dijo que no volvía a escribir música. Fue entonces cuando le dieron el libreto de Temistocle Solera. Lo dejó. No tenía ganas de hacer nada. Pero cuando por fin lo abrió lo primero que leyó fue "Va, pensiero, sull'ali dorate", e inmediatamente empezó a hervirle la cabeza. A mi me ocurrió algo parecido. Busque las ideas de la obra empezando en "Va, pensiero, sull'ali dorate" y a partir de ahí fui entrando en la profundidad de los personajes. Hay partes absolutamente impresionantes como el dúo de Nabucco y Abigaille. En Abigaille se apuntan futuros personajes como las Amneris o las princesas de Éboli. Sigo esa línea y no ambientado la acción en el reinado de Nabucodonosor.

-¿Es ahora más libre que al iniciarse en la dirección?

-Cuando empiezas tienes mucha más audacia. Te importan menos las consecuencias. Ahora más, por ser mayor. Pero también tengo las cosas más claras por eso no hago un "Nabucco" histórico ni teniendo mucho dinero. La ventaja de ser senior es que puedes decir que un proyecto no te interesa aunque con palabras finas para no ofender a nadie. La mayoría de los colegas y yo mismo nos entregamos a los proyectos con mucha fuerza.

-¿Tiene más tiempo al dejar la dirección del teatro Arriaga?

-Me deja más tiempo para vivir. Cuando no estaba en el Arriaga estaba trabajando en el teatro.

-¿Cómo llevaba esa dualidad?

-Arturo Reverter, crítico musical, habla de la histeria o de algún otro término psiquiátrico, de dirigir un teatro y al mismo tiempo funciones. He pasado muchos años haciendo esas dos cosas. Lo peor es estar en Tokio o en San Francisco, muy lejos y que te llamen cuando estás durmiendo. Dejo el Arriaga el 31 de diciembre. Ya cumplí mi contrato. Fui muy feliz. No me ocupó tanto tiempo como para vivir malamente que dicen los catalanes.

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