La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un camino entre pucheros

Por el paraíso de Llanes

Septiembre invita a disfrutar de la fiesta paisajística del concejo del oriente asturiano y de la comida del bar-tienda Casa Angélica, en Villahormes

Algunos turistas en la playa interior de Gulpiyuri. ANA P. PAREDES

Algunos ya lamentan que septiembre deje en la memoria las numerosas fiestas y romerías que a lo largo del verano se celebran en Asturias. Sin embargo, es conveniente recordar a los amantes de los paisajes, del senderismo, de las rutas a pie o en coche para disfrutar de toda la belleza que ofrece esta región a quien bien la quiere que Llanes -aunque mañana se despidan las fiestas de la Virgen de La Guía- es un concejo que en sí mismo es una fiesta paisajística y gastronómica continua y que se puede disfrutar ella los doce meses del año.

Tierra de maravillosas playas: Gulpiyuri, La Huelga, San Antolín, Torimbia y Toranda; Barro, Borizu, Palombina, La Canal, Ballota, Andrín, Buelna o Cobijeru, por citar algunas; con rutas como la de los Colores, o la Mitológica, como la que recorre Ardisana; de ídolos como el de Peña Tu; rincones llenos de luz como el Valle Oscuro; el espectáculo de los bufones de Pría o de Vidiago; museos etnográficos tan interesantes y entrañables como el de Porrúa o los "Cubos de la memoria", de Agustín Ibarrola, en Llanes, etcétera... Apenas es todo una ínfima parte de lo mucho, bueno y guapo que tiene desde siempre el concejo de Llanes.

Por eso visitarlo es una fiesta continua para los sentidos finalizando septiembre y a punto de iniciarse octubre. Eso sí, entre tantas idas y venidas hay que hacer una parada en Villahormes para coger fuerzas y darle gusto al paladar y al estómago con las elaboraciones que realiza en la cocina Angélica González Álvarez, propietaria del bar-tienda Casa Angélica, ubicado a un lado de la carretera.

El local, pequeño y con el encanto propio de un barín de pueblo de buen trato y buena comida, fue durante varios años una tienda, tal y como recuerda su propietaria. "Esto era un tienda de la que cogimos el traspaso hace unos 14 años, y el año pasado decidimos convertirla en bar-tienda", comenta. Un cambio sin duda significativo porque a Angélica le gusta mucho cocinar y ello se refleja en lo que elabora. Cuenta con un menú diario con un primero y un segundo a 10 euros. "Si algo no le gusta, yo se lo cambio", matiza ella a renglón seguido. En su terracina cubierta se dan cita vecinos del pueblo, turistas e incluso peregrinos. Entre los platos que tienen más éxito de su carta están la ensalada de la casa, que lleva lechugas variadas, beicon, setas, gulas, tomate, jamón y queso de cabra; los tortos variados o las sartenes, como la marinera, que lleva pulpo, gambas y pixín, o la de la casa, con patatas, adobu y boronu. También tienen sus seguidores el cachopo de la casa relleno de setas, beicon, queso de cabra y cerrado con jamón; además de las croquetas caseras, las setas al cabrales, las tablas de embutido o de quesos, o el solomillo de cerdo a la plancha, por citar algunas de sus elaboraciones. Entre sus especialidades están la fabada, la sopa de hígado (en temporada), el pote asturianu y el pitu caleya. Los postres también son caseros: tarta de queso, tarta de la casa, tarta de chocolate, arroz con leche y helado casero.

Abre todos los días y no se reservan mesas. La capacidad del local es para unas 35 a 40 personas. Hay un pequeño aparcamiento cerca, en la carretera.

Compartir el artículo

stats