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Paulino Vicente, un siglo de pintura asturiana

Enrique Serrano: "La obra cumbre de mi padre es la de su juventud" Manuel Vicente: - "Su pintura necesita un catálogo razonado"

"Retrato íntimo" de su primera esposa, Pilar Serrano (1929), uno de los más innovadores, parcialmente destruido, del que se conserva la cara y la mano

Cuenta Enrique Serrano, uno de los ocho hijos que tuvo Paulino Vicente en sus dos matrimonios, que ahora, a sus 86 años, cuando contempla los retratos que le hizo su padre en distintas épocas de su vida, se le agolpan sentimientos de todo tipo. Y, a la vez, admiración y respeto por un artista, pintor y maestro en el dominio técnico del dibujo. "Hay algo que siempre me llamó la atención en la obra de mi padre, las manos. 'La cieguina' es el mejor retrato de la pintura asturiana del siglo XX", dice.

Veinticinco años después de la muerte de Paulino Vicente, nombre artístico de Paulino Vicente Rodríguez García (Oviedo, 1900-1990), el Museo de Bellas Artes de Asturias ha decidido organizar una exposición que servirá no sólo para revisitar una obra que abarca gran parte del siglo XX, sino para poner al día un trabajo artístico que se inició con una fuerza arrolladora allá por los años veinte y treinta del pasado siglo y que, de alguna manera, truncó la Guerra Civil. Su nombre, generacionalmente, está unido a grandes artistas como Vaquero Palacios, Mariano Moré o Goico Aguirre.

"La obra cumbre de mi padre es la de su juventud", afirma Enrique Serrano. Y añade: "Era tan buen pintor porque era un gran dibujante".

José Manuel y Paulina Vicente, dos de los cuatro hijos del segundo matrimonio del pintor, con Pepita García Carrillo, creen que la obra de su padre había caído en "un silencio cultural excesivo".

"Nos gustaría que la exposición no se quedara sólo en Asturias, darle un carácter nacional, incluso universal. Que se vea que mi padre era un gran pintor, que pintó fuera de España, no sólo la torre de la Catedral, magníficamente por cierto, o los paisajes locales, y que se conozca que pintó un gran retrato de Pablo Iglesias y no sólo de Franco", subraya José Manuel Vicente.

Tras su formación en Asturias, Paulino Vicente marchó pensionado a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, pasando a formar parte del grupo de artistas e intelectuales de la Residencia de Estudiantes. "Nací pintor como pude haber nacido jorobo. De niño guardaba la perrona de los domingos para comprar un lápiz. Hay que pintar como cantan los pájaros", decía en una entrevista cuando contaba 70 años.

En Madrid conoció y trató a Maruja Mallo, Alberti, Dalí, Buñuel y Lorca, entre otros. En su grupo de asturianos estaban también Antonio y Eduardo Torner, Antón Capitel, Ángel Muñiz Toca, Julio Gavito y Jerónimo Junquera. Fue amigo de Pérez de Ayala, Moreno Villa y Gerardo Diego. Este último siempre dijo, como recordaba en un reciente artículo Francisco Crabiffosse, que si realmente hubiera una Generación del 27, sin duda Paulino Vicente pertenecería a ella.

Entre 1929 y 1931, ya casado con su primera mujer, Pilar Serrano Álvarez-Rayón, viajó a Italia con una beca de ampliación de estudios de la Diputación. A partir de 1933, compaginó la pintura con la docencia artística en los institutos de Enseñanza Media de Sama de Langreo, Aramo y Alfonso II de Oviedo, y durante un corto periodo de tiempo lo hizo en la Academia Provincial de Bellas Artes.

Practicó diversos géneros: pintura costumbrista, paisaje, incluyendo vistas de ciudades como las casucas o los rincones de su querido Oviedo; bodegones, pintura religiosa, murales y, sobre todo, retratos. Fue el retratista predilecto de la burquesía ovetense, pero también de numerosas personalidades españolas y extranjeras de su tiempo. Y, sobre todo, fue un magnífico dibujante.

En la exposición podrán verse, por primera vez, algunas de las veintiséis obras que el Principado recibió en dación de parte de sus herederos, entre ellas el magnífico autorretrato a lápiz inacabado que aparece en esta misma página. La muestra, según avanzó Alfonso Palacio, director del Museo de Bellas Artes de Asturias, reunirá una treintena de obras, seleccionadas también de entre los fondos del museo y de las que conserva la familia del artista. Y se inaugurará el 26 de noviembre.

"La obra de mi padre necesita un catálogo razonado, estoy convencido de que su pintura merece una mayor proyección", afirma José Manuel Vicente.

Paulino Vicente, padre del también pintor Paulino Vicente "el mozo", muerto prematuramente de tuberculosis, como su madre, expuso una antológica en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en 1966, y su obra fue muy bien recibida por la crítica madrileña, recuerda Enrique Serrano, que trabajó en la organización. La última gran monográfica de Paulino Vicente se celebró en 1988, en Oviedo.

¿Y cómo era el hombre y padre? "Maravilloso. A mí me enseñó a escuchar música desde los 6 años llevándome a los conciertos de la 'Filarmónica', era bueno, generoso, inteligente, nuestra casa de la calle Pérez de Ayala siempre estaba llena de amigos, nunca decía no a nadie. Tenía una gran capacidad de diálogo, siempre con una sonrisa, con esa coña tan suya".

"Era un hombre entregado a la familia, a la pintura, a los amigos y a la cultura. Muy austero y un gran trabajador. Dio estudios universitarios a todos los hijos que así lo quisieron", subraya José Manuel Vicente.

Enrique Serrano le recuerda "siempre generoso conmigo, aunque hice dos carreras sin que le costaran una peseta. Éramos muchos hermanos. Fundamentalmente, era un artista".

El lingüista Emilio Alarcos Llorach escribió sobre él tras su muerte: "Era una mezcla extraña pero densamente unitaria de señorito andaluz, dandy británico y sentencioso paisano astur que remontaba al trote ligero Rosal arriba o descendía rítmicamente sin prisa Santa Cruz abajo, que en cualquier cantón se detenía escrutador y subrepticiamente sonriente, contemplando un árbol, un niño ensimismado en sus abisales imaginaciones, un rompimiento de nubes o de luces en el cielo, un alero claudicante y musgoso, una moza retrechera y de buen ver, un jubilado renqueando al recuerdo de su lozana adolescencia, una lozana zabarcera con remango hacia el Fontán...".

En 1926, Paulino Vicente, a iniciativa propia, decide pintar al líder socialista Pablo Iglesias. Al parecer, su interés se debía a que sus fotografías eran duras e inexpresivas y le hacía falta el temperamento de un artista. La obra se destruyó en el bombardeo que afectó a su estudio y fue transformada en una restauración posterior.

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