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GIANLUCA MARCIANÓ | Director de orquesta

"Mi abuelo pidió a sus hijas que cantasen el 'Va pensiero' en su lecho de muerte"

"Verdi escribe su ópera 'Nabucco' como una metáfora y una rotunda denuncia del pueblo italiano oprimido por el Imperio austro-húngaro"

Gianluca Marcianó, durante la tarde de ayer, en Oviedo. JULIÁN RUS

El maestro italiano Gianluca Marcianò dirigirá en el Campoamor la ópera "Nabucco", de Verdi, a partir del próximo día 11.

-¿Van bien los ensayos?

-Van muy bien. Primero trabajamos con la orquesta y después con los solistas de los dos repartos. Están respondiendo excelentemente y todo va a sonar tan bien como yo esperaba.

-¿Cómo es ese tan bien?

-Estilísticamente hay que llegar a los objetivos que Verdi exige. En cada parte, en cada aria, Verdi exige lo máximo del belcanto. Debemos tener siempre muy presente la palabra belcanto. No hay que priorizar la parte orquestal más dura sino matizar las largas líneas del canto. La obra tiene lo típico de las óperas de Verdi: recitativo, aria y cabaletta. Cabalettas heroicas y agresivas en la manera de hacerlas pero si, al mismo tiempo, en la parte del concertante y del aria mantenemos la línea del belcanto se produce un contraste y un claroscuro permanente que, a mi juicio, resulta especialmente bonito. Cada línea, cada frase de los cantantes, tiene por debajo un solo instrumental de la orquesta. Esa relación entre el foso y el escenario, tan importante, me place que se produzca ya en los ensayos entre los cantantes y la orquesta.

-"Nabucco" es una ópera de juventud.

-Cierto.

-¿Se nota?

-Sí. Recitativo, aria y cabaletta, como decía. En las primeras óperas de Verdi esas formas son muy habituales, cerradas, y también cuentan los grandes concertantes, fuertes y los finales en arias que requieren mucha técnica, que son muy difíciles para los cantantes. Hay partes musicales que encuentras asimismo en "Attila" o en "Luisa Miller".

-Su compañero, el director de escena Emilio Sagi, dice que "Nabucco" es una ópera falsamente sencilla.

-Estoy completamente de acuerdo con eso que dice Emilio Sagi. Es lineal y de ahí que todo esté muy claro. Pero la complejidad del significado de cada una de las escenas, de cada uno de los personajes, incluso desde el punto de vista psicológico, es muy profunda. Y no hay que olvidar que es una ópera coral. La importancia del coro en esta ópera es enorme. Estoy muy contento porque el Coro de la Ópera de Oviedo está increíblemente preparado para este título. Responde tan bien como los cantantes y la orquesta al periodo de ensayo.

-"Nabucco" es muy conocida por el público ¿influye esa circunstancia en el director?

-Cuando un teatro te llama para hacer una ópera como "Nabucco" piensas inmediatamente que es un título muy conocido por el público. Una de las dificultades para acercarte a la obra y desarrollarla es precisamente eso, que el público al conocerla tanto tendrá una exigencia mayor que en otra ópera. En todo caso, me gusta encontrarme con esa dificultad, exige repasar la partitura, aportar algo nuevo y al tiempo satisfacer lo que busca el público al ir al teatro para ver una obra tan conocida.

-¿Qué aporta?

-Cuando nos acercamos a una partitura lo hacemos de una forma global. Tenemos que conocer a fondo las notas y el texto. Las dos cosas son importantes y hay que conocerlas a fondo. Conociendo música y texto la interpretación de un director musical se refiere a los espacios en blanco que quedan entre las notas y el texto. Y eso se hace a partir de la historia, del conocimiento de la obra, de la armonía, de la melodía y también pensando en transformarla para un público que la ve ahora.

-¿Son muy distintas las interpretaciones actuales a las de, digamos, hace cien años?

-Había una forma distinta de interpretarlas en el pasado de la misma manera que había una forma distinta de vivir. Importa mucho y por eso me interesa la historia, que no se olvide el pasado. Precisamente las óperas tienen un gran papel en esa misión de no olvidar el pasado. Verdi escribe su ópera "Nabucco" como una metáfora y una rotunda denuncia del pueblo italiano oprimido por el Imperio austro-húngaro. Lanza un mensaje muy claro.

-¿Cabe esa misma reflexión para "Turandot", de Puccini, último título que usted dirigió en el Campoamor?

-"Turandot" es como un cuento, como una fábula. Y todas las fábulas y cuentos tienen un mensaje. En ese caso interioriza en el ser humano el mensaje. "Nabucco", por el contrario, es una metáfora sobre un pueblo y su desarrollo.

-¿Le emociona "Nabucco"?

-Sí, muchísimo. Siempre me siento muy cerca de las víctimas de la historia, de los pueblos oprimidos incluidos los actuales, claro. Para mi "Nabucco" es muy especial. A mi abuelo le gustaba mucho la ópera y pidió a sus hijas que cantasen el "Va, pensiero" en su lecho de muerte. Y ademas "Nabucco" fue la primera ópera que dirigí.

-Usted es italiano...

-De Lerici, cerca de Portofino, en Liguria, en la costa de Génova. Cerca de Pisa.

-Zona del Risorgimento.

-Sí, cierto. Una zona muy sensible a las ideas de Verdi.

-¿Y ahora?

-Voy a iniciar una nueva aventura en Armenia. Me han invitado a ser el director de la Ópera Nacional de Armenia. De Oviedo saldré directamente para allí.

-Para dirigir ópera italiana, rusa...

-Kleiber dirigía ópera italiana de una forma fantástica sin ser italiano. No me gustaría que se me relacionase solo con la música italiana por ser italiano. La música es un lenguaje universal.

-Los armenios son los más inteligentes del mundo.

-De acuerdo, increíblemente inteligentes y talentosos. Encontré gente privilegiada allí. Estoy muy honrado de que me ofreciesen la dirección. Son grandes ajedrecistas; a ver si allí aprendo a jugar mejor.

-De nuevo en Oviedo.

-Dirigí "Turandot". Y he regresado cuando aún se estaba representando "La valquiria", una increíble función. Oviedo es una ejemplo. La gente trata de hacer cosas muy buenas. Trabajan todos como una gran familia, como un gran equipo. En el Campoamor todos trabajan siempre con una sonrisa y con una gran profesionalidad. Esa atmósfera que se crea en Oviedo permite trabajar al cien por ciento de las posibilidades.

Al marchar solo deseo volver.

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