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La espuma de las horas

El genio de la sinfonía adolescente

"Love & Mercy" retrata la vida de Brian Wilson, fundador de los "Beach Boys", un músico torturado primero por su padre, luego por un terapeuta tirano

Brian Wilson posa, en primer término, con los "Beach Boys" de la ficción. Paul Dano, detrás, es el actor que lo encarna de joven en "Love & Mercy".

Si tuviera que elegir diez álbumes del pop rock de todos los tiempos, entre ellos estaría seguramente Pet Sounds, la colección de minisinfonías adolescentes que los Beach Boys grabaron en 1966. Ha llovido tanto desde entonces que convendría explicar que los "Beach Boys" fueron en aquella década dorada del pasado siglo el grupo más representativo de un nuevo estilo de vida en California y que más tarde, ya en la cúspide de la fama, incluso se les llegaría a comparar con los Beatles. Tenían como distintivo el surf, sus canciones destacaban por las armonías vocales y una delicada acústica; en la segunda mitad de los sesenta derivaron a un esquema más complejo fronterizo con la psicodelia.

Brian Wilson, un genio torturado, era el alma y líder del grupo, que formaban también sus hermanos Dennis y Carl, además de Mike Love y Al Jardine. Bruce Johnston se uniría luego para reemplazar a Brian en las actuaciones en directo. Tras la cosecha inicial surfera, llegaría "Pet Sounds"; la maravillosa Good Vibrations, en un sencillo, y acto seguido Smiley Smile, que era una especie de reciclado de Smile, el proyecto inconcluso que se mantuvo largo tiempo como un disco de culto y que Brian Wilson se encargaría de que viera la luz años más tarde. Sólo con la mitad del talento que derrocha toda esta música los "Beach Boys" habrían adquirido suficientes méritos para ocupar un lugar privilegiado en la historia del pop.

Pero probablementa nada de ello habría ocurrido si Wilson no hubiera recibido como regalo en en su decimosexto cumpleaños un magnetófono de bobina abierta con el que se dedicó a sobregrabar las voces de sus hermanos, de su madre y la suya propia. Luego incorporaría los solos de guitarra de Carl, su hermano, un enamorado del rhythm and blues, y sus primeros recitales de piano. No pasaría demasiado tiempo hasta que toda la música, la que componía y le servía como influencia, se disparase en su cabeza. En ella hervían a la vez Bach, Gershwin y los Four Freshmen, algunas de cuyas canciones grabaron los "Beach Boys" en una primera etapa bajo el nombre de Carl and The Passions. Otras voces, según él mismo confesaría después, le vendrían del consumo de LSD.

En Love & Mercy (2014), la nueva película biográfica sobre Brian Wilson, hay una escena en la que la legendaria bajista de estudio Carol Kaye nota algo inusual en la partitura que éste ha puesto delante de sus narices: "¿Dos diferentes líneas de bajo en dos claves distintas?", pregunta. "¿Cómo funciona eso?". "Funciona en mi cabeza", responde Wilson. La sugerente película de Bill Pohlad también se podría decir que funciona en dos claves diferentes como la música en la olla del compositor de los "Beach Boys". Recoge dos periodos muy concretos de la existencia de Wilson, su apogeo a mediados de la década de los sesenta y el atormentado tiempo que le tocó vivir bajo el control de Eugene Landy, un terapeuta tirano, a mediados de los ochenta. Fue su segunda condena en la vida después de la que le supuso conocer a su padre, Murry Wilson, un compositor de medio pelo que pagaba las frustraciones con sus hijos que recibían de él un trato abusivo, en ocasiones sádico, y, finalmente, ruinoso desde el punto de vista de la economía. Brian lo pagó con la pérdida de los derechos de autor.

Merece la pena ver Love & Mercy por los paralelismos narrativos que establece acertadamente el relato, las relaciones paternas, la discusión entre el compositor y su primo Mike Love acerca de las ambiciones musicales, y el plano presente con el naufragio mental de una víctima de la que intenta aprovecharse Landy (Paul Giamatti), o la tragedia por la muerte de Dennis. Paul Dano interpreta el Brian Wilson joven que hace explotar la música en su cabeza, y John Cusack transmite al espectador los pedazos rotos de su desorden esquizoafectivo.

Los reveses de la vida de Wilson resultan creíbles en Love & Mercy pero lo mejor de la película está en las secuencias de estudio en que Wilson reúne a la famosa Wrecking Crew para convertir los sonidos que bullen en su cabeza en una realidad. Los músicos de sesión hacen preguntas sobre contramelodías inverosímiles y cometen pequeños errores que Wilson, con entusiamo, incorporará al estupendo "Pet Sounds", un disco que lejos de parecer demasiado orquestado para lo que exige el pop se convierte, sin embargo, en humano. Corrijo: si tuviera que elegir entre cinco obras, "Pet Sounds" sería también una de ellas.

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