El escritor Henning Mankell, creador de la popular serie de novelas policíacas del inspector Kurt Wallander y considerado un icono literario sueco contemporáneo, murió ayer a los 67 años víctima de un cáncer. Mankell (Estocolmo, 1948) reveló el año pasado que le habían diagnosticado un cáncer grave y que tenía un tumor en la nuca y otro en un pulmón. Semanas después comenzó una serie de columnas periodísticas sobre su lucha contra la enfermedad, un "descenso a los infiernos" que quedó reflejado en "Arenas movedizas", última obra editada en castellano, en la que intercala recuerdos con pensamientos sobre la muerte, el miedo, la esperanza, las creencias y la vida."Sé que antes o después esta enfermedad me matará", dijo en una entrevista reciente, en la que aseguraba que dedicaba dos horas al día a la escritura y se mostraba "satisfecho" con la vida que había vivido.

Mankell no fue el pionero de la novela negra nórdica pero sí el primero que supo conectar con un público mayoritario con las historias protagonizadas por un policía que mostraba sus debilidades e imperfecciones en una Suecia no tan perfecta como hasta entonces se imaginaba. Aunque su primera pasión fue el teatro y empezó a escribir obras a los 17 años, con la saga de Kurt Wallander Mankell se situó entre los autores favoritos a nivel internacional en un género, el de novela negra, que empezaba a experimentar un "boom" que aún hoy continúa.

Su estilo bebía de los verdaderos pioneros de la novela negra nórdica, el matrimonio Maj Sjowall y Per Wahloo, creadores del detective Martin Beck, clara inspiración de la personalidad de Wallander, como el propio Mankell reconoció en muchas ocasiones.

Pero Mankell supo llegar mucho más lejos con una saga que dejaba al descubierto el lado más oscuro de la aparente perfecta sociedad sueca, con casos que demostraban que la bajeza del ser humano se puede dar en cualquier época, lugar o situación.

"Usando el espejo del crimen, este tipo de literatura nos dice muchas cosas sobre la vida, y sobre cómo somos los seres humanos", afirmaba al recoger en Barcelona en 2007 el Premio Pepe Carvalho.

También supo dotar a Wallander de una enorme humanidad centrada en sus múltiples defectos y debilidades. Una personalidad compleja perfectamente definida por Mankell a lo largo de once obras que se publicaron entre 1991 y 2011, año en el que apareció "El hombre inquieto", que supuso la jubilación del personaje a los 60 años, tras casi 40 millones de libros vendidos en todo el mundo, con traducciones a casi cuarenta idiomas.

Pero el estilo conciso, frío, poco dado a las florituras de Mankell aunque lleno de belleza y de detalles, se dejó ver en otras novelas policíacas que no fueron protagonizadas por su principal personaje.

Mankell tenía fuertes vínculos con África desde que en 1972 visitara por primera vez el continente y, especialmente, desde que descubrió Mozambique en 1986 y decidió dividir su tiempo entre Gotemburgo (Suecia) y Maputo. En la capital mozambiqueña dirigió el Teatro Avenida, además de desarrollar el proyecto "Memory Books" (Libros de la Memoria), que ayuda a los padres con sida a dejar algo de sí mismos en un texto que podrán leer sus hijos cuando mueran.

Además de escritor, el creador de Wallader fue un comprometido intelectual que consideraba que su posición le obligaba a denunciar lo que no estaba bien. Un compromiso que demostró no solo con palabras en 2010, cuando se enroló en la Flotilla de la Libertad que trataba de llevar ayuda humanitaria a Gaza. Sobre esta experiencia, explicó que le entristeció darse cuenta de que era el único escritor que formó parte de la flotilla. Aunque su principal arma eran sus obras, porque "a pesar de que un libro no cambia el mundo, no podemos cambiar el mundo sin cultura".