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Escapadas

Con la cesta llena de setas

Plan de otoño por los montes y prados asturianos para recoger los muchos hongos comestibles que brotan tras la lluvia

Con la cesta llena de setas

Los bosques y prados asturianos se llenan por estas fechas de cantharellus cibarius, craterellus cornucopioides, lactarius deliciosus? O dicho de otra manera, de rebozuelos, trompetas de la muerte o níscalos. Por enumerar sólo una mínima parte de las setas comestibles, las más comunes, que brotan como por arte de magia entre la hierba. No faltan tampoco los boletus (en sus variedades más apreciadas en la cocina como aereus, edulis o pinicola) o la lepiota.

Es tiempo de setas y su recogida es uno de los planes más gratificantes para los días de otoño. Más que nada porque luego hay premio: una sabrosa comida o cena que siempre se disfrutan más con platos hechos a base de productos obtenidos por uno mismo. Eso sí, indispensable contar con una persona experta en la materia para que revise todas y cada una de las piezas. Una intoxicación con setas es muy latosa y peligrosa, cuando no mortal. Tampoco es agradable llevarse a la boca hongos que, si bien comestibles, no aportarán nada más que mal sabor.

Con esta primera y la más importante lección bien aprendida (siempre un experto a mano) es momento de organizar una salida. Lo más indicado, ropa cómoda y calzado adecuado, como botas de monte y, a poder ser, impermeables, porque un buen momento para salir, ya que siempre será más fructífera la recolección, es después de llover. Este fin de semana puede que haya cosecha tras las lluvias de días atrás. Tres días después se considera el plazo adecuado para que broten las setas.

Hay que olvidarse de la mochila o de la bolsa de plástico, pues es imprescindible una cesta de mimbre para la mejor conservación de los hongos. Y siempre llevar navaja.

Una vez equipados, sólo queda encontrar un lugar adecuado donde recoger setas. No hay que irse muy lejos de la ciudad, pues en cualquier bosque o prado pueden brotar. Es recomendable, no obstante, que las zonas estén alejadas de las carreteras con mucho tráfico, pues las setas son muy permeables a la contaminación. En cuestión de destinos seguros donde poder llenar la cesta, aquí se plantea quizás el problema. Y es que los aficionados a la micología prefieren no soltar prenda de la ubicación de sus "huertos" secretos.

Así que los que prueban por primera vez lo tienen difícil. Sólo es cuestión de paciencia y acumular varias salidas para descubrir huertos propios. Para empezar es muy útil apuntarse a una de las muchas salidas que las sociedades micológicas organizan estos meses: se cuenta con los consejos de los expertos y se conocen los sitios más populares.

Quien prefiera acudir en soledad debe tener en cuenta algunos detalles aplicables en Asturias. Los destinos han de ser castañedos o robledales, limpios de maleza y con árboles bastante alejados entre sí. Esto último facilita el escrutinio del terreno. Nunca olvidar que donde hay una seta, siempre hay más. Es necesario retirar las hojas con cuidado para descubrir un buen brote. A la hora de cortar, mucho más cuidado: retirar la maleza de alrededor y dar una tajada de raíz. Luego, se deposita con mimo la pieza en la cesta. En robledales o castaños abundan las trompetas, boletus o rebozuelos. Éstos últimos también están en pinares de la costa, junto con los níscalos. Champiñones o lepiotas crecen en prados, mejor las zonas fronterizas con montes. Las áreas recreativas son unos de los lugares más frecuentados por la facilidad para ver los hongos. Pero quizás por esto también son los menos fructíferos al estar literalmente saqueados.

Con todo, si se regresa a casa con una cesta a rebosar, toca organizar el producto. Una vez identificadas las setas comestibles y tiradas a la basura las tóxicas, es necesario seleccionar las que se van a comer ese día y cuáles se quieren conservar. Algunos consejos: los boletus y níscalos son estupendos para congelar y disfrutar de ellos durante varios meses a lo largo del año; rebozuelos y trompetas piden más bien un secado sobre hojas de periódico y posterior envasado en tarros de cristal.

Si con el otoño no hay suficiente, siempre se puede volver a recoger en primavera, buena época para hacerse con setas codiciadas como las morchellas o la de San Jorge.

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