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Hoy es siempre todavía | RAMÓN GARCÍA PIÑEIRO | Historiador y profesor

"La historia de los guerrilleros antifranquistas de tu pueblo no la mejora la conquista del Oeste"

El profesor e historiador vive el desconcierto de haber vaciado 30 años de investigación en su libro "Luchadores del ocaso"

Ramón García Piñeiro, en Oviedo. MARÍA GÓMEZ

El historiador Ramón García Piñeiro (Sotrondio, San Martín del Rey Aurelio, 1961) acaba de publicar "Luchadores del ocaso: represión, guerrilla y violencia política en la Asturias de posguerra (1937-1952)".

-Es mi obra cumbre, veo mi vida. Mis 30 años de investigador han sido un largo proceso de aprendizaje para atreverme a hacer un libro de estas magnitudes.

-¿Y ahora qué?

-Durante un año lo promocionaré y luego veré qué hacer. Ahora siento un desconcierto total sobre el futuro, no sé si la ubre está seca, si cambiaré de época histórica, ni siquiera si seguiré investigando. Seguiré conociéndome y saliendo en bicicleta, zen y endorfinas para mañanas de sábado. Me hubiera gustado ser ciclista.

Es profesor en el Instituto de Navia y está casado con una profesora del de Tapia de Casariego a la que conoció en el de Laviana. Tienen un hijo de 18 años. Llegaron al Occidente en 1994, pensando que sería para dos años. Llevan 21. Tras varias mudanzas anuales, les gustó el sitio, hicieron amigos y se construyeron una casa en Ortiguera (Coaña), al lado de la playa de Arnelles.

Allí, desde 2005, después de atender alumnos y familia, García Piñeiro fue construyendo "Guerrilleros del ocaso" en tardes enteras y, como veraneante en archivos, vacaciones. Investiga "por necesidad interior, porque fui adiestrado para ello en el doctorado, me satisfizo, y porque adoro los libros. Me encanta ver un libro mío en el escaparate de una librería. Los de mi biblioteca que están bien editados los cojo al paso, los saco y los miro como se mira una flor".

Lo primero que publicó en libro fue una ponencia en un congreso organizado por Javier Tusell sobre "El cambio de rumbo del Partido Comunista con respecto a la guerrilla". Era 1988. Hizo la tesina sobre la Guerra Civil en San Martín del Rey Aurelio y la tesis sobre "Los mineros asturianos bajo el franquismo (1937-1962)" y la quiso redondear como proyecto de trayectoria de clase con "Mineros, sindicalismo y huelgas. Minería española de 1977 a 1995".

-Al acabar la carrera sentí vocación de apostolado, de emancipar y redimir a chavales como yo.

-¿Por qué?

-Soy del Serrallo, barriada de aluvión, mitad autóctonos, mitad de gallegos, extremeños, andaluces. Era muy igualitaria, casas y ropas iguales e igual pobreza.

-¿Pobreza?

-En casa, sí. Mi padre era minero del pozo Sotón. Anduvo por toda la mina y, ya enfermo, pasó los últimos años de maquinista de extracción, manejando la jaula que sube y baja a los mineros. Murió con 33 años y dejó una viuda, Laura, y tres hijos varones, Manuel tenía 13 años; Alejandro, 9 y yo, 5. Quedamos mal, pero no lo notábamos porque casi nadie sacaba la cabeza por encima de los demás. Pan, aceite y caloría barata. Mi madre tenía la pensión de viudedad y limpió escaleras hasta que entró en una empresa de limpieza. Cuando le dije que quería ir a la Universidad, se echó a llorar.

-¿De emoción?

-No. Ya tenía otro hijo en la Escuela de Peritos de Minas en Mieres y creyó que no podía sostenerme en Oviedo. Recogí peras en Lérida, vendí minerales, trabajé de camarero...

-¿Fue buen estudiante?

-Como mis amigos, malo. No nos entraba en la cabeza que estudiar valiera para algo. Lo normal era entrar en Hunosa, pero en casa tuvimos esa puerta cerrada por miopes. Teníamos comportamientos cercanos a la delincuencia y algunos amigos no se lograron. La ola de la droga mató y dejó perjudicados a varios.

-Pero usted estudió.

-De 1974 a 1976 se instalaron las organizaciones políticas clandestinas y me captó un militante del PSOE, Francisco Ruiz, 6 años mayor. Actuó desde nuestro grupo de montaña con el que subíamos a Redes a vivir en libertad hippy. Nos dio las nociones básicas de sociedad y política y de la historia que no se conocía.

-¿En su casa eran políticos?

-Mi madre decía que no me metiera en líos y le pedía a mi hermano mayor que fuera a amenazarlo para que me dejara en paz. Entré en las Juventudes Socialistas y en tercero de BUP fui un estudiante brillante. Por la política me interesó la historia.

Dejó el partido en 1979 cuando entró en la Facultad de Geografía e Historia. En quinto curso eligió Historia Contemporánea. El profesor que más le influyó fue Miguel Ángel de Blas, con el que fue de excavaciones incluso después de terminar la carrera.

-Eligió su propio concejo para hacer historia.

-El pozo Villar (San Mamés), que veía desde casa y del que oía el turullu que llamaba a entrar y salir de la mina, conservaba intacto un archivo fascinante y completo en el desván. Aquel arca perdida de Indiana Jones del contemporaneísta tenía toda la información de la colonia penitenciaria para la redención de la pena por el trabajo y sirvió para mis dos primeros libros. En la primera investigación ya entré en contacto con los huidos del monte porque el concejo tenía algunos legendarios. Hice entrevistas en los ochenta útiles para mi último libro.

-¿Cuándo decidió hacer "Luchadores del ocaso"?

-En 2004. Había oído historias susurradas en la juventud y eran fascinantes... Ni la conquista del Oeste era mejor que 15 o 20 personas de tu concejo capaces de aguantar 14 o 15 años, bajo un felechu, perseguidas por todo el despliegue policial que el aparato franquista podía poner en marcha. Mi labor pone "historia académica" y es algo desmitificadora de leyendas de muertos y de resucitados, de guerrilleros disfrazados de cura o de falangistas. Al empezar el libro me di de bruces con el archivo personal de Baldomero Fernández Ladreda en el Archivo Intermedio Región Militar del Noroeste de El Ferrol e hice "Fugaos" en 2006-07, una monografía que es un largo prólogo a "Luchadores del ocaso".

Cree en la educación, pero no en edades de oro. No le parece que los estudiantes sean peores, aunque reconoce que Navia tiene un peso cultural agrocampesino de conservar respeto al padre, al mayor, y su entorno socioeconómico no está degradado por bolsas de marginalidad.

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