Al gran mago que es Francis Ford Coppola (Detroit, 1939), último premio "Princesa de Asturias" de las Artes y autor de tres o cuatro de las obras maestras que el cine ha entregado en los últimos cuarenta años, no le llevó ni cinco minutos hacerse con las más de mil personas que colmaron el gijonés teatro Jovellanos, incluida la Reina Letizia. Al cineasta que fue capaz de alistar a Marlon Brando para "El Padrino" y "Apocalypse now", o de enrolar a Al Pacino en las tres entregas sobre los Corleone, se metió a los espectadores en el bolsillo con su apuesta por los sueños como motor de la historia ("triunfa el que no tiene miedo al fracaso, porque del fracaso también se aprende") y una inesperada declaración de amor a Asturias: "Es una parte del mundo preciosa". Es más, no cerró la puerta a la posibilidad de incluir algún día en alguna de sus películas, tal y como hizo Woody Allen, alguna toma asturiana: "No lo sé".

Coppola compareció en el Jovellanos, en un muy esperado encuentro entre el galardonado y sus muchos seguidores, con la campechana capacidad de hablar y escuchar que le caracteriza. Letizia, que ocupó butaca en la primera fila del anfiteatro del coliseo gijonés, saludó y se fotografió con el maestro. Dos horas antes de que el director y notable empresario (no olvidemos que es también, entre otras cosas, bodeguero y hotelero de éxito) saliera al escenario, cientos de personas ya aguardaban pacientes en el paseo de Begoña, donde se montó un amplio dispositivo de seguridad por la visita real. Coppola, uno de los realizadores que le dieron la vuelta al viejo Hollywood en los años setenta, capaz de recaudar millones de dólares y arruinarse por defender un proyecto, vistió traje claro y corbata, pero con un calcetín rojo y otro amarillo. Cosas de genios.

El acto, en el que varios espectadores pudieron preguntar a Coppola sobre éxitos y fracasos, gustos y convicciones, estuvo conducido con pulso por el también cineasta español Rodrigo Cortés. El autor de "15 días" y "Luces rojas" hizo una referencia a Letizia, que acudió al Jovellanos con un vestido en seda cady negro confeccionado por Felipe Varela. Describió a la Reina como "una asturiana de pro" y una "aficionada al cine". Añadió que aún le gusta cultivar esa cinefilia. También subieron a las tablas Carlos Núñez y Maribel Verdú.

El artista gallego, acompañado por otros tres intérpretes (guitarra, violín y percusión), habló a Coppola de la música celta como nexo universal y teorizó sobre los posibles contactos entre la muñeira y la tarantela. Maribel Verdú, a quien Coppola elogió como actriz por el trabajo que la española hizo en "Tetro", el penúltimo filme que dirigió, contó su experiencia profesional y humana con quien ha sido retratado por algún biógrafo como un Shakespeare de nuestro tiempo. Y, también, cómo en un momento dado, pese a considerar que Coppola era el "rey", casi prefirió ponerse enferma por un extraño temor, quizás, a no responder a las expectativas del mito. "Francis me protegió y yo se lo agradezco". "Trabajó muy duro y me encanta cómo está en la película", respondió el realizador, para quien hay una clara diferencia entre los actores estadounidenses y los europeos. "Los primeros te hacen sufrir porque lo preguntan todo; los segundos te dicen ya a la primera lo que van a hacer", explicó.

Francis Ford Coppola es una "figura inabarcable", tal y como señaló Rodrigo Cortés. Y no sólo por su voluminosa humanidad, adornada por una perenne barba desde que se reveló, en los años sesenta, como un Orson Welles en ciernes.