Los estudios empíricos en un campus universitario estadounidense demostraron que la "capacidad de empatía" de la ciudadanía con los problemas de la pobreza es "muy limitada" y que, sin ser excesiva, la materialización de la solidaridad se acrecienta en los casos individuales y concretos, encarnados en el socorro a un solo congénere precisado de ayuda, y que es mucho menor cuando el problema se aborda de forma genérica aunque sus proporciones sean mucho mayores.

Desde esta premisa, la profesora y economista Esther Duflo, premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales (París, 1972), planteó a una representación de organizaciones no gubernamentales (ONG), con las que departió en la sede fundacional de la Universidad de Oviedo, tres desafíos.

Uno es buscar el "efecto palanca" para que, dados los escasos recursos destinados a la cooperación y al desarrollo ("No hay tanta ayuda en el mundo"), sean capaces de promover con cada acción y con cada programa de trabajo el "mayor impacto" posible y logren que su efecto llegue "más allá de las personas directamente beneficiadas". Esto exige, dijo, analizar bien los proyectos y "evaluar su impacto sobre el terreno" para evitar esfuerzos que "no funcionen" y para obtener "lecciones" y conclusiones que "ayuden a los demás".

Otro objetivo, ligado con el anterior, debe ser "velar" porque los países en desarrollo "gasten bien sus propios recursos". Y el tercero es corregir "la falta de transparencia" en las ayudas al desarrollo, que hoy, afirmó, es "tremenda". "La asignación de los recursos debe ser más transparente". Es más, la insuficiente claridad contribuye, sostuvo Duflo, "a la mala imagen de la ayuda al desarrollo" tanto en los países receptores de esos recursos como en los que los aportan.

Para ganar en "eficacia", Duflo planteó la necesidad de eludir las limitaciones de "las 3 i": "La ideología, la inercia y la ignorancia". Y recomendó infundir en las ONG "el espíritu aventurero" de las "startup", las empresas incipientes, que aportan nuevas ideas, hacen estudios previos y "documentan muy bien" lo que se disponen a realizar.

Duflo considera que el dilema entre quienes "creen que la ayuda económica puede poner fin a la pobreza" y quienes sostienen que "enviando dinero no se resuelve el problema" es un "debate difícil de zanjar".

En su opinión, "el trabajo humanitario en situaciones de crisis es un campo para las ONG" y recomendó a los universitarios del mundo desarrollado que trabajen como becarios uno o dos años -incluso haciéndolo "obligatorio" en algunos casos- allí donde están los problemas. "Es muy buena la exposición directa a la realidad. Las personas que lo hacen pueden sufrir una transformación y luego convertirse en agentes de cambio y en activistas. Sería excelente hacer prácticas en lugares difíciles del mundo", aseguró la economista francesa.

Duflo cree también en el poder transformador de las mujeres, sobre todo en la gestión local y sostuvo que debería ser "obligatorio elegir alcaldesas" en algunos sitios porque "las alcaldesas hacen cosas diferentes". "Son buenas líderes", sostuvo.

Sobre el reconocimiento y exigencia de derechos genéricos como el de la vivienda, la sanidad, la educación y otros, la premio "Princesa de Asturias" de Ciencias Sociales pidió cautela: "Hay que ser cautos sobre cómo se plasman esos derechos en objetivos concretos porque una idea que en abstracto es buena, puede acabar siendo aplicada con medidas contraproducentes". "Los derechos, cuando se expresan de forma muy concreta, pueden ser destructivos".

A condición de que "cumplan la ley" y garanticen la seguridad y salud laboral, la contribución de las empresas (caso de las textiles) en el mundo en desarrollo "puede ser importante" porque son "una fuente de empleo estable"