-Delgada es, pero muy guapa.

-¿Quién, ella?

-No sé, a ver...

-¿Y él, qué me dices?

-Ay, él es guapísimo.

-Maaadre, espera que se lo diga yo a éstas...

Los Reyes acaban de llegar a Colombres. Van por los primeros saludos. Los tienen ahí. Todos los examinan. Empiezan su visita al Pueblo ejemplar de este año. Mano a mano, beso a beso, abrazo a abrazo, saludan a cuantos les esperan del otro lado de las vallas del recorrido. La conversación inicial, entre dos mujeres de mediana edad, se repite mil y una veces durante toda la mañana y casi siempre termina igual: se despiden de los monarcas y al instante corren a enviar por móvil la foto que les han hecho o se han hecho (selfie) con los monarcas. A veces hacen una llamada a algún conocido. Comienza: "¿A que no sabes con quién acabo de estar?" También hay otros finales con aroma de habanera, cargados de añoranza de un esplendor perdido. Ayer se escuchó en Colombres a alguien valorando así la sucinta figura de una reina en pantalones y blusa morada: "Le podía dar yo unos kilinos que me sobren a mí...".

Los Reyes parece que están en forma y prontos al trato personalizado. El tiempo acompañó la sesión de cercanía popular con la que siempre termina la semana de Premios. Llovió por la tarde, pero mientras duraron los actos en Colombres, el cielo era casi tan azul como la fachada de la Quinta Guadalupe, sede del Archivo de Indianos, la catedral del emigrante. Y las palmeras que adornan la villa, símbolos plantados ante las casonas características de la capital de Ribadedeva, parecían estallar como fuegos artificiales.

Fue una fiesta muy pintona, casi un decorado de película, con trajes de mariachis, blancas faldas mexicanas con aires de Frida Kalho, hermosísimas mujeres vestidas de llaniscas, con panderetas encintadas como un arcoiris y esa arquitectura indiana que demuestra lo mucho que un asturiano es capaz de hacer en la vida. Pero siempre que lo trasplantes lejos de casa, eso sí.

Felipe VI y Letizia cumplieron con cada una de las estaciones del recorrido previsto por la villa de los indianos. Rompiendo el protocolo, que se dice; recibiendo regalos, achuchones, intercambiando sonrisas. En la pareja, Letizia tiene la especialidad de coger a los niños. Es algo que nunca falla. De hecho, el propio Rey se lo reconocía a una de las vecinas. "Eso es cosa de Letizia", dijo. El primer bebé del día fue Jairo Madera, de 3 meses.

-¿Es de aquí?, preguntó la Reina a la madre.

-No. Pero fue hecho aquí.

Jairo ser es de Pola de Lena, pero resulta que el padre estaba trabajando para terminar (por fin) la autovía del Oriente, la madre le acompañó al destino laboral y entonces fue el tema. Made in Colombres. Jairo, ayer, era el que se tomó con más tranquilidad el paso de los Reyes por el pueblo.

Paso a paso fueron cayendo las estaciones del recorrido, seguidos los Monarcas por las autoridades todas. Sólo a ellos dos les pedían fotos. A ellos y a otro más: el presidente Javier Fernández también era requerido de vez en cuando para comparecer delante del móvil. Maldita la hora en que se declaró fotofóbico. "Es que nosotros somos íntimas amigas del Presidente", decía un grupo de señoras muy cuidadas, pero entradas en edad, tras haber logrado un selfie con el líder socialista.

Felipe y Letizia visitaron un taller de artesanos del cuero, uno de traje de llanisca, saludaron a los representantes de las distintas asociaciones de Colombres, otro taller de madera, unos minutos en el ayuntamiento, luego la feria de indianos y después la iglesia de Santa María de Colombres. Allí, un grupo de mozas ataviadas de llaniscas ejecutaron una tradición de la comarca, la Reverencia, solemne, armónica. Ya se la habían ofrecido al Papa Juan Pablo II cuando visitó Asturias en 1989. Felipe de Borbón, entonces príncipe, estaba allí. Emociona la Reverencia. Luego les regalaron dos muñecas Nancy vestida de llanisca, que había cosido con mimo y pedrería una de las mujeres que participó en la danza, Yolanda Martínez. La Reina pasó de muñeca a muñeca al coger también en brazos a Marina Castañeda, de dos años, que la vio y se tapó la cara con la pandereta. Susto. Por la iglesia corrió entonces un "oooooh". Letizia preguntó entonces qué muñeca tenía que devolver. Broma.

Una vez fuera, ya en la hora de los discursos ante la azul e imponente fachada de la Quinta Guadalupe, sede del Archivo de Indianos, Felipe VI elogió a la comunidad vecinal premiada. Dijo de ellos: "En estos momentos tan difíciles que vive la Humanidad, cuando se impide en muchos lugares a los seres humanos la vida en libertad, volvemos los ojos a comunidades como ésta de Colombres para encontrar las virtudes y los principios que hacen grande a un pueblo: el profundo amor por la tierra y el espíritu de apertura a todos los mundos; la entrega generosa a los demás a través del aprecio por lo propio; la esperanza en el futuro gracias a la conservación y cuidado del pasado".

De esa apertura al mundo a través de la emigración había hablado anteriormente el alcalde de Ribadedeva, Jesús Bordás, quien se despidió con unos versos del llanisco Celso Amieva, emigrante exiliado, que resumen ese sentimiento de añoranza: "Si el cielo te mira con sus ojos grises/y el prado te enfoca con su espejo verde,/alma, es obligado que ello te recuerde/un país querido entre mil países". A continuación Lydia Martínez Hevia, vocal de la asociación de festejos "La Asunción" de Colombres, habló de la importancia de la "huella indiana" en la localidad: "El legado más preciado que esos hombres y mujeres nos dejaron, no son sólo las mansiones y servicios que aún vemos en nuestros pueblos, es ese carácter, esa forma de vivir y de afrontar la adversidad, que se ha ido transmitiendo generación tras generación hasta llegar a nuestros días".

Tras los discursos, los Reyes entraron en la Quinta Guadalupe, donde la Reina se volvió a poner la chaqueta con la que había llegado a Colombres. Recorrieron ese palacete construido por Íñigo Noriega Laso, una vida de novela, en honor a su mujer Guadalupe. Allí saludaron a los miembros del patronato internacional, doce empresarios mexicanos de origen asturiano, encabezados por Antonio Suárez, que han salvado a la institución de la precariedad económica en que vivía. Luego llegó la hora de la comida. Sirvieron un poco de aquí y un poco de allá. Por ejemplo: ropavieja cubana de arroz con pitu de caleya.