Se marchó en silencio, como se marchan los inteligentes. De alguna manera Carlos Bousoño se había despedido del mundo unos años atrás, postrado por la enfermedad pero sin perder su sonrisa. "Lo que importa en el arte es ser diferente", declaraba a este periódico hace veinte años. Bousoño, nacido en Boal en 1923, será incinerado hoy en el cementerio madrileño de la Almudena. Su viuda, Ruth Crespo, lo calificaba ayer de "hombre fascinante". Tenía 92 años y era mucho más que un poeta magnífico; era un ensayista de altura, un crítico literario inmenso y un gran profesor.

La catedrática de Literatura Josefina Martínez le recuerda "siempre contento, vitalista e ingenioso". Pero más allá de estas cualidades que tienen que ver con el exterior, la fachada del ser humano, en Carlos Bousoño había un poeta "de palabra justa", todo un "técnico de la literatura" y alguien que muy joven, con apenas 22 años, deslumbró a la comunidad literaria con su poemario "Subida al amor", renovadora lírica de postguerra. Corría el año 1945.

El vicedirector de la Real Academia Española, José Antonio Pascual, representó ayer a la institución en el tanatorio de Madrid. Dario Villanueva, director de la RAE, se encontraba ausente. Pascual aseguró que "la Academia está de luto, no solo oficialmente, sino también en el fondo de nuestras almas. La desaparición de Carlos es la pérdida de un referente importantísimo".

El decano de los académicos bebió de la cátedra de Dámaso Alonso y sintió devoción literaria por Vicente Aleixandre. Esas afinidades estéticas y sentimentales las compartía con Emilio Alarcos. Hace 17 años ya que Alarcos nos dejó, pero sus biografías corrieron en cierto modo en paralelo.

José Antonio Pascual se queda con el "optimismo contagioso" de Bousoño y con ese tono suyo de "alegría y bondad". El académico alegre, "capaz de reírse de sí mismo" y "absolutamente despistado... Respondía bien a lo que podría ser el oficio de poeta". Pascual se considera deudor de los trabajos de Bousoño y Dámaso Alonso sobre teoría de la literatura. "Tenía un universo que iba más allá de la Poesía, como investigador, como profesor, como persona sabia, como persona que explica muy bien las cosas".

El Gobierno del Principado destacó ayer en un comunicado oficial "la importancia de su legado poético e intelectual".

El Ejecutivo autonómico transmitió a la familia del poeta sus condolencias. Se fue "uno de los más destacados representantes de la primera generación poética de la posguerra", autor de una obra "de las más influyentes de su época". Bousoño fue condecorado en 2001 con la Medalla de Oro de Asturias. Seis años antes, en 1995, recibió el premio "Príncipe de Asturias" de las Letras.

"Ejemplo de evolución creadora marcada por una honda preocupación existencial". Así lo calificó el jurado del premio para justificar un galardón del que había sido finalista en dos ocasiones.

La directora de la Fundación Princesa de Asturias, Teresa Sanjurjo, destacó ayer la "sensibilidad" mostrada en su trabajo por el académico y poeta. "Esa sensibilidad de su trabajo permanecerá para siempre en la memoria de la Fundación", subrayó Sanjurjo.

La génesis literaria de Carlos Bousoño fue lírica: "La poesía es mi vocación desde niño; la teoría la descubrí más tarde", recalcaba este boalés que se marchó muy pronto de la localidad donde nació, que vivió infancia en Oviedo y que voló lejos, a mundos geográficos dispares y mundos literarios impensados.

"Me gusta la lluvia, quizá porque me recuerda mi infancia en Oviedo", declaraba Bousoño a LA NUEVA ESPAÑA ese año del premio. Un deseo imposible: "vivir mil años para ver cómo termina la película". Y usted, ¿de qué se ríe?: "Me río de mí mismo".

Descartaba el sambenito de poeta difícil. "La mayor parte de mis poemas son facilísimos. Ni soy ni quiero ser un poeta difícil". En su casa de Majadahonda, en Madrid, atesoraba decenas de miles de libros. La inmensa biblioteca venía a ser la materia prima para una vida de estudio literario en profundidad "desde los clásicos del Siglo de Oro a la Generación del 27", concreta Josefina Martínez, que destaca de Bousoño "su capacidad para animar y alentar a los poetas jóvenes". Sus visitas a Oviedo solían acabar en el "Oliver", junto a sus amigos y alrededor de alguna tertulia literaria.

Casado con Ruth Crespo, el matrimonio tiene dos hijos varones. Bousoño fue Premio Nacional de Poesía en 1990. Era miembro de la Real Academia Española, donde ocupaba el sillón "M" desde el año 1979.