Un año más, y van once, la Escolanía de San Salvador se viste de gala para ofrecer al público lo mejor de sí misma. De los cuatro conciertos organizados en el Ciclo de Música Sacra "Maestro de la Roza", aún habremos de esperar al último para disfrutar y sobrecogernos con el sonido que, al servicio de la palabra, continúa manteniendo la tradición sacromusical en nuestra región. Hasta ese momento, la escolanía mostrará otra de sus facetas, no menos loable pero sí más comprometida y en su caso ejemplificante: la capacidad de organizar, con un mínimo de recursos y totalmente gratuito para el público, un ciclo de conciertos de primera calidad.

Para el primer encuentro dos novedades: el cambio de ubicación y de instrumento. Santa María la Real de la Corte y su órgano barroco fueron elegidos para que el joven organista Germán Yagüe diera a conocer un nutrido ejemplo de obras, del Barroco y el Renacimiento tardío, escritas en "honor a la Santa Virgen María".

Aprovechando las posibilidades de la tecnología, durante cada obra interpretada se proyectó en una pantalla preparada a tal efecto y se escuchó por megafonía, el canto gregoriano sobre el que cada obra fue compuesta siguiendo la tradición del "cantus firmus". Para el espectador atento no fue difícil ir reconociendo en cada obra esa melodía base (canto fijo) sobre la que los compositores construían sus obras, no solo por razones técnico-artísticas, sino para mantener la esencia del texto sagrado que se comentaba y adornaba musicalmente. Ejemplo de ello fueron en el concierto "Tiento sobre la letanía de la Virgen" de P. Bruna (1611-1679), "Salve Regina" de G. Battista (1598-1664), "Satabat Mater" de P. Dandrieu (1664-1773) o el "Magnificat Quarti Toni" de G. Cavazzoni (1510-1580). El joven talento de G. Yagüe, conocido en la ciudad por haber sido organista de la iglesia de San Francisco durante su etapa de estudiante en el Conservatorio, fue desgranando con gran habilidad el complejo juego de registros que permite el excelente órgano de Santa María, labor que, junto al trabajo técnico y el discurso propiamente artístico, define el buen hacer de organista. Flautados, trompetas, trompetas en batalla, violones, chirimía, lleno, octava, fueron solo algunos de los registros elegidos para subrayar la idea de contraste propia del barroco, que en obras como "Batalha de VI Tom", atribuida a P. Araujo, se pone al servicio de la recreación sonora del enfrentamiento entre el bien y el mal.

El final de concierto lo marcó otra de las facetas del G. Yagüe, la de compositor, cuestión que cuando de un organista se trata siempre está ligada al concepto de improvisación. Sobre el "cantus firmus" de "La Salve", el órgano de Santa María respiró a "pulmón abierto" en una obra llena de matices íntimos conseguidos con el "flautado", contrastado por pasajes de estética triunfalista y con un lenguaje armónico directo y dentro del ámbito tonal. El público que llenó la iglesia, reconoció la calidad del concierto con una gran ovación.