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El "contable de Dios", un reformador que se forjó en la Zamora rural

Lucio Ángel Vallejo, "número dos" de las finanzas del Vaticano acusado de filtraciones, casó en 1990 a una joven pareja, que esperaba un niño, amenazada con la excomunión

Vallejo, en la ceremonia de la boda de la pareja. FOTO CEDIDA POR LA FAMILIA LÓPEZ PIRIZ

Agosto de 1990. La joven Ana Piriz, de solo 18 años, se queda embarazada de su novio, Juan Carlos López, de la misma edad. Es la Zamora rural de hace un cuarto de siglo. La pareja tendrá que hacer frente, no solo al reproche de la familia, sino también a la presión social de un pueblo pequeño como Mombuey. Las prisas obligan a tomar una solución para salir adelante. Ana y Juan Carlos lo tienen claro: acudirán al Juzgado cuanto antes para formalizar el matrimonio.

El plan está en marcha, pero surge un contratiempo. Los jóvenes reciben una carta del párroco del pueblo. El escrito, una feroz censura de su comportamiento, los pone contra las cuerdas: o se casan por la Iglesia o tendrán que hacer frente al peligro de la excomunión. Angustiados, Ana y Juan Carlos acuden a Calabor, el pueblo sanabrés de sus padres. En las calles se encuentran a un joven sacerdote. No es un cura al uso. Habla de otra manera: es inteligente, educado, seductor. El físico lo acompaña. Es alto, guapo y "tiene buen corte", dicen los vecinos del párroco de Pedralba de la Pradería.

El religioso, "un chico normal, cariñoso", revela a Ana y Juan Carlos que está al corriente de su situación. El párroco de Mombuey le ha enviado una misiva para que intente convencerlos de que pasen por el altar. La palabra no es convencerlos, sino "presionarlos". "Todo estaba en nuestra contra, pero él nos quería ayudar", enfatiza Juan Carlos López, un cuarto de siglo después de la experiencia que marcaría sus vidas. "Nos habló del amor, nos confesó que se sentía admirado de que quisiéramos salir adelante con un nuevo ser a pesar de las circunstancias", relata. "Si hay amor, si os queréis, yo os voy a ayudar", les dijo.

Los jóvenes deciden casarse en la iglesia de Calabor. Pero tendrán que enfrentarse a varios escollos. El primero, es la relación de la pareja: son primos segundos. El cura les habla de las líneas de parentesco establecidas desde la época clásica y confirma que "solo sois primos sextos". Un paso adelante.

Última semana de agosto. Juan Carlos tiene que incorporarse de forma inminente al servicio militar. La única fecha posible para la boda es el 23. Ana se da cuenta de que ha sido bautizada en Barcelona y necesita el documento de fe. ¿Y si sus familiares no consiguen enviárselo antes del jueves? "No te preocupes. Yo te bautizaré en la misma ceremonia, antes de casaros. Si de verdad ya lo estás, el bautismo será nulo". El párroco no se inventa nada, la "reiteración del sacramento" está contemplada como excepción por la Iglesia en caso de duda.

En la iglesia de Calabor espera el cura: Lucio Ángel Vallejo Balda, el futuro secretario de la Prefectura de Asuntos Económicos de la Santa Sede cuando Benedicto XVI llegue al sillón de Pedro. El templo está abarrotado. Nadie se pierde las palabras del sacerdote, con una convicción insólita para sus 29 años. Vallejo explica en la ceremonia por qué ha ayudado a Ana y Juan Carlos. Representan la excepción. "Los jóvenes de hoy están anestesiados, son incapaces de amar", subraya ante el micrófono que porta en el pecho. Pese a ello, el cura apuesta por la juventud. La sotana no le ha impedido ganarse a los jóvenes de la parroquia: conversa con ellos, acude al bar del pueblo. "Las muchachas estaban locas por él. Por algo lo llamaban Pájaro Espino", recuerda Juan Carlos, apuntando al papel del actor Richard Chambelain en la serie televisiva que marcó época.

También apunta al talón de Aquiles de la Iglesia: la falta de sacerdotes nuevos. "Si no conseguimos amar, no habrá vocaciones". Vallejo domina la escena: sonríe a los recién casados y censura a quienes cuchichean al fondo del templo. Acabada la ceremonia, la persona en quien el papa Francisco confiaría dos décadas después la secretaría de la Comisión Pontificia para reformar las cuentas del Vaticano acepta la invitación de los novios para acudir al banquete en un restaurante de Puebla de Sanabria. Y aparece en las viejas imágenes de vídeo del convite. El sacerdote -detenido el pasado Día de Difuntos por filtrar documentos capaces de sonrojar a la "vieja guardia" de la Santa Sede- recibe a los novios y les sirve una copa de champán.

Lucio Ángel Vallejo estaba apunto, corría el año 1990, de finalizar su ministerio en la parroquia de Pedralba de la Pradería, a donde había llegado en 1987. Pronto sería nombrado ecónomo de la diócesis de Astorga, el más joven del momento. Ana y Juan Carlos compartirían con el futuro "Vatileaks" una alegría más: el nacimiento del primer hijo, Jonatan, en febrero de 1991. "Entonces ya había otro párroco, pero él estaba allí todavía y se ofreció a bautizar a nuestro niño". El incipiente "contable de Dios" -apodado así por capitalizar un enorme poder en las finanzas vaticanas- les ofreció el garaje de la casa del cura par realizar el festejo.

Tras aquello, la pareja apenas tendría información de Vallejo. "Hace años nos enteramos que había logrado un importante puesto en el Vaticano y nos alegramos", recuerda Juan Carlos López. Licenciado en Derecho y doctor en Teología, aficionado a la música, el arte y la arquitectura, Vallejo seducía por su capacidad para conversar. En 2011, una cita clave para los jóvenes cristianos lo aupará al Estado Vaticano. Sin estudios económicos específicos, el cura brillará al frente del departamento que gestiona la Jornada Mundial de la Juventud. Tras el encuentro de varios millones de católicos en la capital española y por recomendación del cardenal Rouco Varela, Benedicto XVI confía al miembro del Opus Dei la Prefectura de Asuntos Económicos.

Solo un año después, el escándalo se apodera del Vaticano. El antiguo mayordomo de Ratzinger, Paolo Gabriele, es condenado a 18 meses de cárcel en el Estado por robar información comprometedora para el Santo Padre y facilitar documentos con los que un libro denunciaría la corrupción que gobierna la Santa Sede. El suceso, conocido como el primer "Vatileaks", marca la renuncia de Benedicto XVI y abre las puertas a un nuevo pontífice llamado a revolucionar la Iglesia: el argentino Jorge Mario Bergoglio o simplemente, Francisco.

El papa no solo ratifica su confianza en Vallejo Balda para continuar con las finanzas, sino que nombra al expárroco de Pedralba secretario de la Comisión Pontificia para la reforma de la Curia en 2013. Francisco busca un cambio radical en la filosofía de gastos. La "vieja guardia" estará enfrente.

Dos años más tarde, la amenaza se cierne contra la Iglesia. Otros dos libros, "Vía Crucis" de Gianluigi Nuzzi, y "Avarizia", de Emiliano Fitipaldi, desafían a la Santa Sede con poner sobre la mesa "las cartas que revelan la riqueza, los escándalos y los secretos" de la institución más poderosa del mundo. Presuntamente, "alguien ha traicionado la confianza" de Francisco al entregar documentos sensibles. El segundo "Vatileaks" tiene nombre propio: Lucio Ángel Vallejo Balda, el apuesto cura rural de la Sanabria de los noventa.

El pasado 2 de noviembre, el escándalo se confirma. Vallejo Balda es detenido junto a la seglar Immacolata Chaouqui, otra supuesta miembro del Opus Dei de 33 años, que había trabajado como consultora para la reforma económica vaticana. El cura natural de La Rioja ocupa desde entonces la misma celda visitada en su día por Paolo Gabriele, el primer "Vatileaks".

El fenomenal lío que se ha ido desenvolviendo desde el pasado lunes, acentuado el jueves con la publicación de los libros sobre el Vaticano, no ha parado de generar interrogantes. Frente a la creencia inicial de que tanto "Vía Crucis" como "Avarizia" cercan la gestión de Francisco, aparece una versión alternativa: las publicaciones ¿cuestionan las finanzas del papa o lo ayudan a denunciar los presuntos desmanes de la economía santa?

"Si le llega nuestro mensaje, solo queremos decirle que hay gente que confía en él", dicen Ana Piriz y Juan Carlos.

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