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Festival Internacional de Cine (FICX)

Gabriel Mascaró: "Como director de cine me interesa la experiencia cotidiana"

Premiado y reconocido en Venecia, Toronto, Hamburgo y Río, el realizador brasileño afirma que su filme "Neon Bull" mira hacia "personas normales"

Gabriel Mascaró, ayer, en el gijonés Centro Antiguo Instituto. MARCOS LEÓN

Es el director de una de las películas que más interés ha suscitado entre el público y la crítica. Y hay quien afirma que es uno de los candidatos firmes a ganar alguno de los premios importantes de la sección oficial del Festival Internacional de Cine de Gijón (FICX). Su último título, "Neon Bull", ha llegado acompañado por los premios y reconocimientos que ha cosechado en certámenes tan reconocidos como los de Venecia, Toronto, Hamburgo o el de Río de Janeiro. Gabriel Mascaró (Recife,1983), presentó ayer ante el público que estos días llena las salas gijonesas una obra que es, en mucho sentidos, un ejemplo de lo que tratan de hacer los nuevos cineastas brasileños: "Como director de cine me interesa la vida cotidiana".

Mascaró, que ya había llamado la atención el año pasado en festivales como el de Locarno por su "Vientos de agosto", viene del cine documental. Lo ha cultivado con esmero y es uno de los hilos -no el único, claro- con que compone el complejo y sutil tapiz de una película como "Neon Bull". Está filmada en el noreste brasileño a partir de unos personajes que se mueven en el mundo de las "vaquejadas", un espectáculo deportivo de competición en el que dos vaqueros a caballo tienen que derribar una res siguiendo reglas estrictas, como en el rodeo. Pero, aquí, uno de los personjes (Iremar, que encarna un actor popular en Brasil, Juliano Cazarré), dedicado a un trabajo duro con los animales, anhela, además, una vida de diseñador de alta costura. Y están Cacá, bailarina en las vaquejadas, junto con su hija o Zé, cuya obsesión es su pelo. Una extraña y rara agrupación que compone, a su manera, una familia.

"Intento mirar hacia las personas normales", explica Mascaró, convencido de que es más interesante contar las transformaciones políticas y sociales a través de los gestos de la gente, de cómo vive y sueña, que mediante la lectura de los grandes acontecimientos. "Como director, intento ser neutral ante esos cambios y pare eso tengo el desafío de crear atmósferas en las que se hagan presentes esas experiencias de la vida cotidiana", añade.

Mascaró subraya que el cine y la literatura brasileños viven un momento interesante. Empiezan a reflejar cómo muchas personas quieren cambiar de vida, pero sin salir de sus regiones de origen. Es algo que no ocurría antes, donde los sueños vitales pasaban por la emigración a alguna de las grandes ciudades. Bucea en el contexto de esas geografías afectivas.

El cineasta hizo resaltar la importancia que tiene en "Neon Bull" la expansión de lo que se viene conociendo como "perspectiva de género". Una visión importante en un país y en un territorio -esa zona del Brasil en la que transcurre la película- en el que se supone que los hombres han de ser rudos, ásperos, corajudos, y las mujeres profesar en una especie de santidad. "Lo que he querido es crear imágenes que den idea de esa expansión de la perspectiva de género", dice.

Los personajes de Mascaró, que es también el guionista de "Neon Bull", son resultado de las tensiones y anhelos por los cambios económicos que vive ese territorio del Brasil sobre el que el director pone su cámara. La obra tiene, no obstante, una lectura universal porque habla de la realidad y el deseo, de las relaciones y los sentimientos. Las "vaquejadas" ofrecen al director posibilidades estéticas que explora gracias, como reconoce, al trabajo fotográfico de Diego García. "Es muy bueno, muy sutil, y me ha ayudado a precisar la distancia exacta entre la cámara y la escena", dice

"No he querido hacer una película de montaje, a base de plano y contraplano, sino filmar la experiencia de la mirada en observación", indica Mascaró, que elogia la "generosidad" de los actores que participaron en "Neon Bull". Es importante tener en cuenta que es una película en la que los actores trabajan con animales: "Tuvimos una preparadora; fue díficil".

Una película en la que, como se ha dicho, Mascaró expande la noción de género y en la que hay también sexo: "Hay también una experiencia política del cuerpo, una contemplación de la autonomía del deseo de la mujer en un Brasil que es muy machista".

Mascaró está convencido de que el cine brasileño ha incorporado cambios en la última década. "Hay una mayor democratización en el acceso a las yudas, a los fondos; sin esos cambios sería inimaginable que yo, que no vengo de familia rica, pudiera hacer una película", indica. Un cambio que también ha conllevado una cierta descentralización, además de una intensificación de las relaciones culturales con otros países. Él mismo ha puesto la mirada en su última película sobre su territorio natal.

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