Tres son los elementos que acompañan la brújula del talento del prestigioso bioquímico Carlos López Otín, investido ayer doctor honoris causa por la Universidad de Zaragoza: la curiosidad, la empatía con el mundo y la búsqueda de la justicia social. Con estos mimbres, el catedrático de Biología Molecular de la Universidad de Oviedo nacido en Sabiñánigo (Huesca) hace 57 años, ha logrado superar con éxito todas las pruebas que la ciencia le ha puesto por delante. "La bioquímica le ofreció un panorama de investigación e innovación que le tenía deslumbrado desde el inicio", subrayaron sus padrinos en el acto solemne en Zaragoza, Carlos Gómez-Moreno Calera y Miguel Pocoví.

Estuvo arropado por sus vecinos y familiares oscenses. Pero también por una amplia representación de la comunidad asturiana, encabezada por el rector, Vicente Gotor; la directora de Universidades, representantes de FADE, Liberbank, las cofradías gastronómicas, la cantante Luz Casal y todos los integrantes el grupo de Biología Molecular del Cáncer, con quienes Otín ha logrado algunos de los principales avances relacionados con el genoma humanos y el análisis de procesos tumorales. El catedrático de Biología Molecular repasó ante un paraninfo abarrotado su "Viaje al centro de la vida en la era genómica", como dio en llamar a su lección magistral, con dedicatoria incluida. Fue para Guillermo, uno de esos "niños-viejos" afectados por un tipo de envejecimiento prematuro que limita su esperanza de vida. Su enfermedad, como la de otro niño llamado Néstor, fue analizada en profundidad por el equipo de Otín, que bautizaron como el síndrome de Néstor y Guillermo. Ambos han logrado superar la treintena gracias a los hallazgos del equipo de Carlos López Otín.

"Siempre hemos mantenido la ilusión de empezar sin que nada nos arredrara", mencionó el catedrático tras los desafíos superados en los últimos 40 años. "Hay muchas formas de entender la vida", apuntó antes de entrar a desgranar uno de los capítulos de su vida que más le entusiasman. "En Zaragoza entendí que los números que me atraían no eran otros que los números de la vida", proclamó antes de reivindicar que "todos debemos tener la oportunidad de explorar aquello que nos hace más felices". En la Universidad aragonesa descubrió también "que el tiempo no pasa, sino que da vueltas en redondo". Por eso, al entrar a desgranar los "números de la vida" se mostró "fascinado" por los 3.000 millones de piezas que conforman el genoma humano. "Cuando vine a Zaragoza", aclaró, "pensaba que nunca seríamos capaces de hallar los secretos más profundos" de la biología celular.

Pero el mayor aprendizaje en estos años ha sido, sin embargo, la oportunidad de desarrollar su intuición y en ese desafío "Oviedo ha sido mi lugar en el mundo".

Durante su intervención tuvo palabras para su esposa, Gloria, y sus hijos, Daniel y Laura. También para uno de sus primeros maestros, Horacio Marco, que le permitió averiguar que la vida es el resultado de "una profunda armonía molecular". Esa búsqueda le ha llevado a explorar los mecanismos del cáncer y otros procesos degenerativos, además de llegar a conclusiones que sorprendieron ayer en el auditorio aragonés: "El cáncer no es una epidemia moderna, sino algo común a todos los seres pluricelulares complejos. Todos los dinosaurios tenían tumores", mencionó.

14 días de felicidad

Más allá del entusiasmo por nuevos hallazgos científicos, para Otín la de ayer fue una de las jornadas más importantes de su existencia: "El ser humano puede alcanzar 14 días de felicidad a lo largo de su vida y hoy es uno de ellos", subrayó tras recibir los atributos del "enorme e inesperado" reconocimiento que supone pasar a formar parte de la nómina de doctores honoris causa de la Universidad aragonesa con "profunda emoción" e "infinita gratitud". Sus padrinos le instaron a estrechar lazos con la Universidad de Zaragoza para servir de estímulo a los alumnos que como el propio Otín han sentido la llamada de la ciencia. "Lo mejor está por venir", aconsejó él para quienes dan ahora sus primeros pasos en la investigación, donde confía que haya oportunidades para todos. "Ya no quedan tantos genes por descubrir, pero sí enfermedades", concluyó.