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LXVIII Temporada de Ópera

Apoteosis de la violencia inútil

El director de escena Carlos Wagner propone una visión de "El Duque de Alba" de Donizetti y Salvi en la que el pacifismo triunfa sobre el absurdo de la guerra

Soldados gigantes dispuestos ya en el escenario del teatro Campoamor. LUISMA MURIAS

Un ejército de colosos de seis metros de estatura, con fusiles de asalto y ademán temible preside las escenas de "El Duque de Alba", la ópera de Donizetti y su discípulo Salvi, que se verá el próximo domingo en el teatro Campoamor de Oviedo: la opresión de los tercios españoles contada visualmente por los descendientes de los represaliados ya que la producción viene de allí, de la Opera Ballet Vlaanderen, así que quizá para lograr una perspectiva global y neutra el director de escena es Carlos Wagner, venezolano de padres alemanes, formado artísticamente en Londres y viviendo desde hace diez años en Barcelona.

"El Duque de Alba es enviado por Felipe II a Flandes, que formaba parte de sus dominios, y se muestra extremadamente cruel, protagonizando matanzas terribles con el resultado de plazas llenas de cadáveres" indica Wagner en mismo escenario del teatro Campoamor y rodeado de las piezas que van a conformar el montaje que se verá el día 13. "Partimos de ahí, con los soldados aplastando al pueblo flamenco. En la escena, los españoles salen siempre en un plano superior, en un nivel elevado y los flamencos en el suelo, en el nivel más bajo. La talla de esos soldados gigantes empequeñece a los seres humanos".

Pero nada es como parece. En realidad el libreto de Angelo Zanardini, responsable de la versión italiana de la ópera, que es la que se verá en Oviedo, tiende hacia el drama humano a partir del escenario bélico de fondo en el que el Duque de Alba y su hijo Marcello -una relación que, de entrada, se desconoce- se enfrentan. Un revolucionario, un patriota flamenco, que resulta que es hijo del Duque, "ahí estalla el conflicto" explica el director de escena "y eso es lo que de verdad me interesa de esta obra. Ocurre como recientemente en Yugoslavia en la que el enemigo es propio y eso sucede a nivel general y entre los principales personajes también".

Los velos, efectivamente, caen cuando se comprueba que los tatuajes del Duque de Alba son iguales a los de Marcello. Son padre e hijo. Es el momento en el que ya todas las contradicciones entran en funcionamiento y la historia alcanza las señales de la tragedia.

"En el primer acto llega el Duque a Flandes, conoce a Marcello y a Amelia, que es la hija de Egmont, uno de los héroes de la independencia que paga con su vida su movilización. En el segundo acto Marcello preparara la revolución con Amelia. En el siguiente, tras fracasar, el joven va a ser condenado pero el Duque, al saber que es su hijo, lo perdona. Los flamencos se pelean entre ellos y el perdón del Duque es interpretado como que Marcello es un traidor. Finalmente, la represión, con la aparición en la figura de un niño, el Duque de Medinacelli, que será quien suceda a Alba", indica Wagner.

El desenlace es trágico. Amelia quiere venganza ya que Alba ha asesinado a Egmont, su padre. Comprende que Marcello no matará al Duque al saber que es su progenitor así que decide matarlo ella misma pero Marcello se interpone y se sacrifica por su padre. Todos pierden al final, "ese es el mensaje de la obra como yo la planteo, la violencia y la guerra no conducen a nada", subraya el director de escena.

Carlos Wagner señala que "la memoria de esos sucesos es aun muy fuerte en Amberes. Por eso los soldados gigantes aparecen en tres de los cuatro actos de la ópera. En el segundo, no ya que se desarrolla en una fábrica de cerveza".

"El Duque de Alba" es un título apenas representado. "Donizetti no terminó la partitura que completó Salvi, uno de sus discípulos", indica Wagner, "la abandonó por otros proyectos que en su momento tenían más importancia al menos desde su punto de vista. Un aria de tenor la utilizó después en 'La Favorita', es 'Spirto gentil' y en Amberes se hizo otra versión con un compositor contemporáneo. Es una propuesta difícil. Hay un libreto en francés y otro en italiano".

La producción que se va a ver en el Campoamor "ha tenido gran éxito en Amberes de donde procede" comenta el director de escena, "por el tema que les toca muy de cerca, por la escenografía espectacular y por el vestuario que corresponde a unos diseñadores de moda en la ciudad que han aportado muchas ideas más allá de su trabajo específico como, por ejemplo, en la escena de las cabezas cortadas".

Wagner, como confiesa, está más interesado en el cine, la danza y el teatro que en la ópera. "Realmente voy poco a la ópera. Sí veo documentales pero la verdad no me inspira mucho la ópera". Es la primera vez que dirige en Oviedo "donde tienen un teatro que me encanta, con gente amable y aunque hay menos medios que en otros se llevan los recursos al límite y se les saca mucho partido".

Como indica en sus anotaciones "en esta producción hemos intentado crear un universo donde la opresión del pueblo es palpable e ineludible. Dentro de este universo implacable espero que la fragilidad y el desamparo de los personajes, entre ellos el Duque, se harán evidentes. Dando así un entorno en el que se desarrolla una historia a la vez trágica y absurda, representativa de todo conflicto bélico y las heridas irreparables que causa".

Un canto pacifista como respuesta la brutalidad y sobre todo bajo la forma de un reflexión sobre la inutilidad de la violencia. El armonismo espectacular de Wagner como resultado de una historia de sangre.

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