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Los secretarios de la Navidad

Alumnos gijoneses del colegio Asturias se ponen al dictado de los mayores del centro de día del barrio para confeccionar postales para sus familias

Arriba, Felipa Muñoz colorea un árbol de Navidad en presencia de Amir Mondragón. Sobre estas líneas, Andrés Armando escucha la dedicatoria de Nerea Méndez. DAVID MOURIZ

Abrieron la puerta despacio, entraron en orden, cohibidos y, prudentemente, completaron las mesas donde les esperaban sus nuevos compañeros de pupitre, octogenarios en su mayoría. Los alumnos de sexto curso de Primaria del colegio Asturias hicieron las veces de secretarios para que varios de los usuarios del centro de día Clara Ferrer pudieran escribir las postales de Navidad a sus familiares.

Redactaban al dictado los textos que les sugerían sus improvisados "yayos". "Nos inspiramos en lo que nos dicen y hemos puesto felices fiestas y próspero Año Nuevo", señalaban Adrián Moro y Hugo Prieto al mostrar, orgullosos, su obra mientras Juan Cobos les cantaba el villancico "La estrellitas que hay en el cielo".

Algunos, ante la afasia de sus interlocutores, actuaron "motu proprio", como por ejemplo Laura Fernández, que escribió "que les desea una Feliz Navidad y que les traigan mucho los Reyes" en la postal de Andrés Armando. Algunas faltas de ortografía salieron a relucir, pero también la originalidad a la hora de decorar las postales. Otros eran más prácticos. "Es muy entretenido, y además perdemos clase. No se puede pedir más", confiesa Amir Mondragón, que disfrutó de las indicaciones de Felipa Muñoz, de 86 años, que llenó de bolas de colores su árbol de Navidad. "Me gustan todos, no soy especial. Algunos colores un poco más y otros menos. Las cosas claras y el chocolate espeso. Digo las cosas como son", sentencia.

Días antes, los longevos residentes del turno de mañana confeccionaron varios "christmas" con un díptico de cartulina verde sobre el que construyeron, en su carátula, un árbol de Navidad con blondas de magdalenas. Por dentro, un hoja pegada sobre la cartulina en un color más claro para poder estampar una dedicatoria. Salvar la brecha generacional se antojaba difícil, mas la implicación de los churumbeles, que vieron en los mayores el reflejo de sus abuelos, allanó el camino para llevar a cabo la tarea. Pero el sentimiento generalizado lo describió a la perfección Nerea Méndez mientras decoraba la postal de Dolores Mora. "Nos gusta conocer a gente nueva y además son todos muy divertidos porque se ríen mucho", describía. No hay duda de que allí se congregaban chiquillos de varias generaciones, grandes y pequeños.

Se acercaba el final. En lugar de la bocina de cambio de clase sonaron los villancicos más populares, como "Campana sobre campana", "El chiquirritín" y "Los peces en el río", amenizados con panderetas, coronas y maracas en sus respectivos estribillos.

Al final entonaron el "Gijón del alma" y el "Asturias, Patria Querida", para acabar compartiendo un bombón, a cargo del centro, y una mariquita de chocolate que previamente había comprado Sabina Gutiérrez para cada niño al saber de la visita. Un tentempié no apto para diabéticos. La imagen de gratitud de los niños y mayores en su despedida se convirtió, de pronto, en una postal para enmarcar.

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