El gran director de orquesta alemán Kurt Masur, que desempeñó un papel clave en la revolución pacífica de otoño de 1989 que propició la caída del Muro de Berlín y del régimen comunista de la RDA y que transformó la Orquesta Filarmónica de Nueva York, falleció ayer a los 88 años en Connecticut (EE UU), según confirmó su portavoz, Anna-Barbara Schmidt. En 2012, Masur anunció que padecía párkinson.

Durante tres décadas, Masur dirigió la prestigiosa Orquesta de Leipzig en la antigua República Democrática Alemana. Tras la caída del Muro de Berlín se convirtió en uno de los directores más solicitados del mundo y encabezó orquestas de la talla de la Nacional de Francia o la Filarmónica de Nueva York. En esta última formación, en la que estuvo una década, sustituyó a Zubin Mehta, y durante su gestión se emprendieron iniciativas como la vuelta de las emisiones radiofónicas en directo y la creación del sello de grabación New York Philharmonic Special Editions.

En enero de 2001 dirigió a la Filarmónica de Nueva York en el auditorio de Oviedo, en un concierto inolvidable, con las dos salas abiertas y abarrotadas de público. Interpretó un programa de Brahms y la crítica dijo, entre otras cosas, que "la orquesta en las manos de Masur es un instrumento concebido para el mejor sonido sinfónico que se pueda hallar a nivel mundial".

El actual director de la orquesta, Alan Gilbert, dijo ayer que los años de Masur al frente de la Filarmónica representaron "una de sus épocas doradas, en la que la realización de música se unía al compromiso y la devoción, con la convicción en el poder de la música para hacer que la Humanidad estuviera más unida".

A lo largo de su carrera grabó más de cien álbumes, entre los que se incluyen las sinfonías de Beethoven o el Paulus de Mendelssohn, además de gozar de gran reputación como intérprete de composiciones románticas.

En Leipzig, el 9 de octubre de 1989, un mes antes de la caída del Muro de Berlín, se unió al grupo de personalidades locales que lanzó un llamamiento en contra de la violencia y en favor de un diálogo pacífico. Ese día más de 70.000 personas marcharon en la ciudad en la mayor manifestación de protesta pacífica registrada en la historia de la Alemania comunista al grito de "Nosotros somos el pueblo". "Leipzig es casi inimaginable sin la existencia de su ciudadano universal Kurt Masur", manifestó el alcalde Burkhard Jung.