El Papa abrió ayer la Puerta Santa de la basílica romana de Santa María la Mayor, en el marco de los actos del jubileo extraordinario de la misericordia, y en su homilía posterior consideró que "la Iglesia debe extender el perdón a cuantos lo piden". Francisco abordó la cuestión del perdón, una palabra, a su juicio, "poco comprendida por la mentalidad mundana", pero que, al mismo tiempo, "indica el fruto propio y original de la fe cristiana".

"El que no sabe perdonar no ha conocido todavía la plenitud del amor. Y sólo quien ama de verdad es capaz de llegar a perdonar, olvidando la ofensa recibida", subrayó.

Según el Santo Padre, María, tras la crucifixión de su hijo, Jesús de Nazaret, se convirtió para los cristianos en "icono de cómo la Iglesia debe extender el perdón a cuantos lo piden".

"La Madre del perdón enseña que el perdón ofrecido en el Gólgota no conoce límites. No lo puede detener la ley con sus argucias, ni los saberes de este mundo con sus disquisiciones", dijo. Y añadió: "El perdón de la Iglesia debe tener la misma amplitud que el de Jesús en la Cruz, y el de María a sus pies. No hay alternativa".

Previamente, en su primera misa del año, había alertado del "río de miseria" y violencia que crece en el mundo y pidió vencer la indiferencia y recurrir a "la fuerza de la fe" para abrir "nuevos caminos" que alcancen acuerdos a los que no llegue la política. "¿Cómo es posible que perdure la opresión del hombre contra el hombre, que la arrogancia del más fuerte continúe humillando al más débil, arrinconándolo en los márgenes más miserables de nuestro mundo?", cuestionó. También se preguntó "hasta cuándo la maldad humana seguirá sembrando la tierra de violencia y odio, que provocan tantas víctimas inocentes".

La misa se celebró en la imponente basílica de San Pedro y sus alrededores contaron con una elevada presencia policial, debido a la alerta terrorista en la que se encuentra Europa.