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Los grandes clásicos

James Joyce: retrato de un escritor

Tal vez sea el novelista de mayor influencia del siglo XX, no siempre para bien

James Joyce: retrato de un escritor

"Los dos grandes hombres de mi tiempo fueron Thomas Mann y Joyce -declaró William Faulkner, acaso, junto con ellos, el tercer gran novelista del siglo XX-. Uno debe acercarse al 'Ulises' de Joyce como el bautista analfabeto al Antiguo Testamento: con fe".

James Joyce nació en Dublín en 1882, se educó con los jesuitas, se cansó pronto del ambiente opresivo de Irlanda, de su nacionalismo ignorante y plebeyo (todos los nacionalismos son ignorantes y plebeyos) y residió en diferentes localidades europeas, Pola, Dresde, París, Trieste y Zurich, donde muere en 1941. En París conoce a Silvia Beach, la dueña de la librería "Shakespeare and Company", frecuentada por escritores como Hemingway, Scott Fitzgerald, Gertrude Stein, Ezra Pound, Valéry Larbaud, Paul Claudel, etcétera, que influyó de manera definitiva en la publicación de "Ulises", una novela tan sumamente extraña que de no haber sido por la existencia de gente literariamente arriesgada no hubiera encontrado editor. Pronto escribieron sobre ella T. S. Eliot, Larbaud, Edmund Wilson, e incluso un crítico académico de la talla de Ernts Robert Curtius, y, sobre todo, Ezra Pound, de quien decía Hemingway que si descubría a un escritor de talento era capaz de darle hasta la camisa, y si no lo tenía, se la daba igual. Pound bombardeó a la prensa inglesa, francesa y norteamericana con artículos laudatorios sobre Joyce y su obra: llegó a solicitar para él el premio Nobel de 1924, que, como es natural, no le fue concedido, no solo porque Joyce estaba avalado por muy pocos títulos (algunos ensayos, un libro de versos, un volumen de cuentos y una novela), sino porque, de haberlo leído, "Ulises" hubiera causado auténtico estupor entre los miembros de la academia sueca, que solo saben ser progresistas en materia política. Por otra parte, el candidato con mayores posibilidades de aquel año era un novelista inglés verdaderamente sólido, Thomas Hardy, aunque, como es norma de la Academia, el premio recayó en el polaco L. E. Reymont, autor de una novela épica, "La tierra prometida". Pasarían cuatro décadas antes de que el premio fuera concedido a Samuel Beckett, que no está muy claro que haya sido secretario de Joyce en París.

La obra de Joyce se reduce a dos volúmenes de poesía, "Música de cámara" (1907) y "Poemas manzanas" (1927), una pieza de teatro, "Exiliados" (1918), un volumen de cuentos, "Dublineses" (1914) y una serie de ensayos y artículos publicados póstumamente en 1959 y traducidos al español con el título de "Escritos críticos". También una primera versión de "Retrato del artista adolescente", "Stephen Hero", aparecida en Londres en 1944. En cuanto a novelas, publicó tres, una por década: "Retrato del artista adolescente" (1916), "Ulises" (1922) y "Finnegans Wake" (1939), que podrían resumirse como Stephen Dedalus en el hogar, Stephen Dedalus en Dublín y Dublín en el sueño. Si "Ulises" ofrecía grandes dificultades, las de "Finnegans Wake" todavía hoy parecen insalvables. Con el tiempo fueron apareciendo otros textos suyos como "Finn's Hotel", en el que hay referencias a las tradiciones y a la mitología de Irlanda, como en "Finnegans Wake".

Sin salir de Dublín, escenario de sus novelas y de sus cuentos, que reconstruye desde la ausencia y la lejanía, la difusión de Joyce fue universal: tal vez sea el novelista de mayor influencia en el siglo XX, no siempre para bien. Es un escritor que alcanzó límites a los que hasta entonces nadie había llegado. "Ulises" es la puerta abierta a una oscuridad cotidiana; puerta que cierra después de tirar la llave "Finnegans Wake".

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