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Profesor de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo

Marín: "Las crónicas medievales dan un protagonismo absoluto a la urbe ovetense"

"Los textos escritos durante el periodo de Alfonso III destacan Lillo como un edificio notable, pero no hay mención detallada de Santa María del Naranco"

Marín: "Las crónicas medievales dan un protagonismo absoluto a la urbe ovetense"

Las crónicas medievales escritas en el reinado de Alfonso III retratan la ciudad de Oviedo en tiempos de Alfonso II el Casto como un "espacio sagrado, protegido por los santos patronos, cuyas reliquias albergan los templos". Es una de las conclusiones que expuso ayer Fernando Marín Valdés, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo, dentro del ciclo de conferencias que se celebran en el Museo Arqueológico de Asturias para conmemorar el 30.º aniversario de la inclusión del Prerrománico en la lista del Patrimonio Mundial.

El profesor, que habló de la "Presencia de la arquitectura prerrománica en las crónicas del reino de Asturias", subrayó la importancia de estas narraciones escritas para el conocimiento del arte asturiano, dado que en las mismas hay un predominio absoluto de las referencias a la arquitectura, sobre todo a las construcciones sagradas, que aparecen claramente jerarquizadas con respecto a la arquitectura de carácter civil.

Las crónicas, a pesar de sus silencios y omisiones, tienen un objetivo claro, y es reforzar la imagen de poder de los monarcas. En ese empeño "resultan bastante centrípetas, en el sentido en que dan un protagonismo absoluto a la ciudad de Oviedo y a su contorno, silenciando por completo cualquier construcción en los flancos del reino de Oriente a Occidente". Ahí se ve la importancia de la capital como la ciudad que pretende restaurar el orden gótico, lo que las crónicas subrayan de manera propagandística con la regia sede ovetense.

En ellas todo se observa bajo la perspectiva de lo sagrado, "es lo que marca la pauta con una mirada obviamente filtrada o mediatizada por la cultura religiosa", señala Marín, para quien el anclaje espacial viene dado por una red de lugares santos y de templos, los que luego se suman a título complementario, es decir, esa serie de edificios que no se detallan, simplemente se mencionan. Según Marín, "en las crónicas, las construcciones de carácter civil resultan subalternas respecto a lo que son los templos". La información es escasa en el caso de los palacios, aunque se destaca la importancia como príncipes constructores de Alfonso II y Ramiro I, sobre todo el rey Casto, que "aparece evocado como un monarca fundador y enormemente pródigo y generoso con lo sagrado".

Aunque muchos monumentos se mencionan de forma muy escueta, en la crónica "Albeldense" se presta mayor atención al templo de San Miguel de Lillo, por entonces Santa María, por estar consagrado a la Virgen. Más detallada es la información de la conocida como "Sebastianense", que trata los aspectos artísticos con mayor profundidad y describe el monumento en términos muy admirativos. "Las crónicas destacan Lillo como un edificio particularmente notable, en cambio, no hay ninguna mención detallada de Santa María del Naranco, porque era palacio o aula regia y no poseía la sacralidad de un templo".

Como medio primordial para el conocimiento del arte asturiano, las crónicas recogen que Alfonso II construyó junto a Santullano un palacio, baños y otras dependencias. "El palacio tiene connotaciones residenciales, pero es razonable considerar que la residencia del monarca se encontrara en el centro urbano y no en la periferia", señala, para subrayar que era típico del periodo medieval que el rey contase con varias residencias.

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